(General Augusto Pinochet, foto popularizada
por enconada campaña contra el Gobierno
Militar.)
Cuando la memoria calla,
por
Mónica Mullor.
El 11 de septiembre se cumplen 40 años
del golpe militar en Chile. Con el fin de recordar y nunca olvidar la
brutalidad de la tortura y la desaparición de chilenos durante la dictadura,
visité hace unos días el Museo de la Memoria, en Santiago. Es un valioso
testimonio que debe ser preservado; pero es un museo que queda trunco porque
deja sin explicación el cómo se pudieron llegar a cometer esas atrocidades.
Por ello, sería un gesto de sentido
democrático que el Museo de la Memoria ofreciese al visitante la comprensión
del clima político existente los años previos al golpe militar exponiendo
diversos puntos de vista, hechos históricos, apreciaciones personales
expresadas en cartas, entrevistas, fotos y videos, para que cada visitante
saque su conclusión personal y tolere la de otros.
No para justificar, porque la tortura y
la violación de los derechos humanos, ya sea en nombre del comunismo o de las
dictaduras de derecha, no tienen justificación alguna, sino para entender cómo
se llegó al quiebre de la democracia y a la desconfianza entre los chilenos.
Pierre-Henri Teitgen, quien fuera prisionero de guerra y testigo de las
atrocidades cometidas por los nazis, dijo que "ningún país se convierte en
totalitario de la noche a la mañana". Tampoco se llegó a la dictadura de
Pinochet "de la noche a la mañana", pero sobre ello el Museo de la
Memoria calla y esto, indudablemente, no es casual.
¿Qué es lo que no nos dice el Museo? O,
dicho de otra manera, ¿qué ocurrió en Chile? La carta que el expresidente
democristiano Eduardo Frei Montalva dirigió a Mariano Rumor en noviembre de
1973 nos ayuda a comprender:
Este país ha vivido más de 160 años de
democracia prácticamente ininterrumpida. Es de preguntarse, entonces, cuál es
la causa y quiénes son los responsables de su quiebre. A nuestro juicio la
responsabilidad integra de esta situación – y lo decimos sin eufemismo alguno–
corresponde al régimen de la Unidad Popular instaurado en el país.
Hay
que recordar, dice Frei, que el régimen de la Unidad Popular fue elegido por poco más de un
tercio de los chilenos (36%), y estaba en minoría no sólo en el Parlamento sino
en los municipios, las organizaciones vecinales, profesionales y campesinas,
los sindicatos del cobre, los académicos etc. Sin embargo, las fuerzas de la
Unidad Popular, en vez de reconocer
este hecho y buscar el consenso, trataron de manera implacable de imponer un
modelo de sociedad inspirado claramente en el marxismo-leninismo (…) En esta
tentativa de dominación llegaron a plantear la sustitución del Congreso por una
Asamblea Popular y la creación de Tribunales Populares, algunos de los cuales
llegaron a funcionar, como fue denunciado públicamente.
Frei continuaba de esta manera:
Pero cabe preguntar: ¿qué ocurriría en
cualquier país europeo en que la Corte Suprema de Justicia declarara que el
Gobierno ha atropellado la ley y no ha acatado las sentencias judiciales? ¿Qué
ocurriría si el Congreso aprobase reformas constitucionales y el Ejecutivo se
negará a promulgarlas? Lo curioso es que el Partido Comunista y el Partido
Socialista durante todos los Gobiernos anteriores en que estuvieron en
oposición la ejercieron en forma extrema (…) Recurrieron a la injuria, a la
violencia, y el Partido Socialista una y otra vez manifestó que no respetaba el
orden legal y democrático (…) Cada vez que había una huelga o un conflicto, el
señor Allende y los partidos Socialista y Comunista lo promovían o acentuaban para
llevar a un extremo la situación.
Esta carta y otros documentos históricos
similares debieran poder leerse como prólogo necesario al relato de la
brutalidad de la dictadura. Pero ello jamás hubiese sido aceptado por quienes,
como el Partido Socialista y el Partido Comunista, tanto aportaron a la
destrucción de la democracia chilena. No hay que olvidar que la principal
promotora del Museo fue una militante del Partido Socialista: la presidenta
Michelle Bachelet.
Los chilenos se merecen una memoria
histórica que no sea trunca, no para justificar sino para entender y no volver
a poner en riesgo los fundamentos de la democracia. Ello debe ser recordado hoy
más que nunca, cuando de nuevo vemos que la misma Michelle Bachelet juega al
cambio institucional, aunque ello requiera el quiebre de la institucionalidad.
Sus declaraciones han sido enfáticas respecto de las vías para cambiar la
Constitución actual: "Yo no le cierro la puerta a ninguna opción". Su
asesor jurídico, Fernando Atria, ha sido aún más explícito al afirmar:
El problema constitucional chileno es algo que tendrá que resolverse por
las buenas o por las malas.
Pena por Chile si tales amnésicos
históricos se hacen con las riendas del poder.
Nota de la Redacción:
Aunque
no compartimos todos los términos de este articulo, creemos que es una
colaboración importante a abrir el camino a la verdad de los sucesos de nuestra
historia reciente.
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