domingo, 29 de septiembre de 2013

Sí, Se Puede Caer Tan Bajo, por Hermógenes Pérez de Arce.



Increíble, antes de cierre del Penal Cordillera en el portón del recinto  ondeaba la bandera
 del partido comunista y entre carteles ofensivos a los detenidos una bandera chilena al revés, 
demostrando el desprecio a nuestra Patria de unos  200 manifestantes llenos de odio.




Sí, Se Puede Caer Tan Bajo,

por Hermógenes Pérez de Arce.


¡Cómo estará de menoscabada la ética en el país que la izquierda se ha logrado trepar al púlpito para dictarle a la ciudadanía lecciones morales a partir de la más flagrante y vergonzosa inmoralidad reciente!


Esto a raíz de que un General y caballero, cansado de injusticias y traiciones, ha resuelto poner fin a sus días después de recibir una enésima puñalada en la espalda propinada por alguien en cuya palabra creyó, y que le había prometido velar por un debido proceso, hacer efectiva la vigencia de la prescripción e impulsar el pronto término de juicios que se eternizan. Nada de ello cumplió, pese a estar entre sus atribuciones la de "velar por la conducta ministerial de los Jueces", como asimismo la de conceder indultos, tal como Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet los concedieron a cuanto terrorista de izquierda y autor de crímenes sangrientos se lo solicitó (por algo están hoy todos libres).


Pero el General y caballero creía estar tratando con un igual en este segundo atributo, y no lo estaba. Lejos de cumplir las promesas de campaña formuladas para conseguir "el voto de la familia militar", el hábil negociante estaba urdiendo todo lo contrario a lo que prometía, y para su exclusivo beneficio: agravar las penosas condiciones de los ilegalmente condenados, para así conseguir, en una "pasada" rentable, los elogios de la izquierda que, supuestamente, se reflejarán en encuestas más benévolas para el promitente incumplidor y sus aspiraciones reelectorales.


Completamente inocente de las tres muertes que se le imputan y por las cuales purgaba presidio, acaecidas hace cuarenta años, el General y caballero fue, sin embargo, condenado por un Juez "políticamente correcto" que, como corresponde con uniformados, nunca siquiera lo interrogó. Pero cuando le impuso la pena sí deseó conocerlo y notificarlo personalmente. Mirándolo a los ojos le dijo, supongo queriendo decirle mucho más: "Esta es la Justicia terrenal". En el fondo, le explicaba: "o usted o yo". Porque si hubiera absuelto a Mena sabía que la izquierda lo habría lapidado. Así y todo, calculó mal, porque falleció antes de llegar a la Suprema gracias a haber prevaricado contra suficientes militares, que es lo que se exige ahora para ascender. Es decir, se les demanda a los Jueces caer hasta el nivel de la moral de izquierda, han obedecido y, por tanto, se han situado en la más abyecta inmoralidad.


Ya hace años el historiador Gonzalo Vial escribía, escandalizado por el imperio general de esta última: "Hay una perfecta asimetría al abordar los atropellos a los derechos humanos del régimen militar (la severidad y persecución vistas) y al abordar el terrorismo comunista del Frente Patriótico Manuel Rodríguez o del MIR (indulgencia y aun secreta y vergonzante admiración) (...) No hace muchos meses el jefe directo del frustrado magnicidio contra Pinochet del año 1986 fue objeto de un homenaje público de un grupo de Parlamentarios, quienes le ofrecieron un almuerzo en el comedor oficial de la Cámara. No era visible, pero sobre los manteles del ágape corría y goteaba la sangre de los cinco escoltas Presidenciales, totalmente inocentes, ultimados en ese crimen. Que yo sepa el homenajeado nunca ha corrido la menor molestia por su 'hazaña'" ("La Segunda", 19.02.08). Al contrario, la Presidenta Michelle Bachelet, poco después, a su turno lo homenajeó públicamente en La Moneda. Y hace poco un Diputado comunista se ha pavoneado "urbi et orbi", y con total impunidad, de haber sido el autor intelectual del quíntuple asesinato.


Ahora la circunstancial rival de Bachelet, Evelyn Matthei, ha hecho causa común con la escandalosa discriminación arbitraria agravada por Piñera, al decir que habría hecho lo mismo que acaba de hacer éste, si hubiera sido ella Presidenta, lo que le ha valido contar con la presencia de la mayoría del Gabinete, más la Primera Dama (y todo el respaldo que lo uno y lo otro implican), en un acto en La Florida, cuando todavía no se apagaban los ecos del disparo con que el General y caballero traicionado puso fin a sus días. Tal vez, y lo digo en su beneficio, ella recibió un ofrecimiento que no pudo rechazar...


Muchos dudaban de que el país pudiera caer tan bajo como para satisfacer los "díctums" morales de la izquierda, pero Piñera ha logrado hundirlo a ese nivel. Ante una medida similar adoptada hace un tiempo por el degradado Ejército actual contra otro General, medida igual de artera que la Presidencial de ahora, el mismo historiador Vial escribía: "Lo anterior no es Justicia --no puede serlo, ya que no intervienen los Tribunales-- y si no es Justicia es venganza, y por tanto odio". Exactamente eso es lo que hemos visto ahora, tras la iniciativa Presidencial.


A ese nivel moral hemos caído, como país, bajo Piñera. Él puede estar feliz y aprestándose a cobrar los dividendos que le puedan rendir sus "pasadas", y hasta creer que ha hecho algo ético, porque se lo susurran los "moralistas" de izquierda. Pero su conciencia tiene que estarle diciendo que se ha hecho cómplice de la venganza y del odio y, lo que es peor, que ha obrado traicionando hasta llevar a la desesperación más extrema a quienes lo habían apoyado confiando en la integridad de su palabra.


( Tomado de http://blogdehermogenes.blogspot.com )
 

miércoles, 25 de septiembre de 2013

La Prueba de la Decencia, por Hermógenes Pérez de Arce.






La Prueba de la Decencia,
por Hermógenes Pérez de Arce.


Los chilenos podemos tener diferencias en nuestros puntos de vista políticos, pero sabemos las mismas cosas.


Todos sabemos que los militares retirados presos no lo están por haber tenido intención de delinquir, sino por haber participado en lo que consideraban una guerra interna, donde había un enemigo muy definido que, cuando, podía, los mataba a ellos. Los Tenientes Carevic y Zegers, el Carabinero Miguel Ángel Tobar, el Coronel Roger Vergara y el General Carol Urzúa, por nombrar sólo unas pocas de las 423 víctimas de las balas o bombas extremistas entre 1973 y 1990, acreditan que había una guerra interna. En nuestros días los norteamericanos y los israelíes dan muerte a terroristas dispuestos a matar norteamericanos e israelíes. Lo consideran un deber de seguridad nacional. Hillary Clinton, preguntada sobre qué debía prevalecer, si la seguridad nacional o los derechos humanos, dijo que la primera. Es así en todo el mundo. Entonces, los chilenos de ambos bandos sabemos que los militares presos no lo están por ser delincuentes, sino por combatir al enemigo terrorista como lo hacen todos los países enfrentados al terrorismo.


La segunda cosa que todos, los de ambos bandos, sabemos, es que los uniformados presos son personas que en la vida normal respetan las Leyes y los derechos de los demás. Si no, no habrían pertenecido a las fuerzas armadas. Entonces, todos sabemos que están presos por una razón política, no por una razón de protección social. Ninguno de esos presos uniformados es un peligro para la sociedad. Ninguno, absolutamente ninguno, va a convertirse en asaltante, ladrón, violador o asesino. Por eso su hoja de antecedentes es impecable, salvo por los delitos que los Jueces les han imputado en su lucha contra el terrorismo de extrema izquierda.


Todavía todos los chilenos sabemos una tercera cosa: que los juicios contra los militares son ilegales. Todos sabemos que hay normas Legales que impiden condenarlos y que no hay ni una sola norma internacional que impida eximirlos de responsabilidad penal. Está por ver la luz pública un documentado libro del abogado Adolfo Paul Latorre, "Procesos de Derechos Humanos", que agota el tema en estas materias y deberá ser en el futuro un texto de estudio acerca de por qué se ha atropellado el Estado de Derecho en los juicios contra militares. Incluso el propio ex Presidente Aylwin, en su famosa carta de 1991 a la Corte Suprema para que no aplicara la amnistía sino hasta la sentencia de los procesos, decía expresamente que su Gobierno respetaba la amnistía. ¿Por qué lo dijo así por escrito? Porque la amnistía es una Ley vigente y válida y porque no hay razón alguna para desconocerla, salvo la prevaricación ("torcida administración de Justicia") de los Jueces.


Como todos los chilenos sabemos esas cosas se establecieron recintos penales especiales para los uniformados. Fue como decir, por unanimidad: "sabemos que estamos cometiendo una injusticia y una arbitrariedad y que por razones políticas tenemos que meterlos presos, pero no los podemos tratar como a delincuentes comunes, porque es obvio que no lo son". Había un resto de decencia en ese reconocimiento.


Pero en estos días ese resto de decencia se está perdiendo. Una persona dispuesta a todo con tal de remontar en las encuestas, el Presidente Sebastián Piñera, no quiere irse del Gobierno con el 31 por ciento de aprobación que tiene (encuestas CEP y CERC), porque quiere volver a ser candidato en cuatro años más, y con ese porcentaje no le van a creer el cuento ni en su propia casa. Entonces ha discurrido algo muy simple: que quienes votan en contra de él en las encuestas lo hagan a favor. ¿Cómo? Haciendo algo que les guste. Nada le gusta más a un izquierdista que cometer un atropello contra un militar, porque el militar le impidió establecer lo que más anhela en su existencia: un régimen marxista-leninista. Esos votos busca Piñera en las encuestas, y por eso en "La Tercera" de días pasados un izquierdista tuiteaba: "Si Piñera cierra Cordillera, voto por él en la próxima elección". Eso es.


Ahora el debate se ha renovado porque la izquierda vengativa no ha visto restañados sus odios pese a la campaña publicitaria triunfal que ha desarrollado estas últimas semanas. Parece que ella le ha atizado más el odio. Y Piñera quiere sus votos en las próximas encuestas. Y entonces empujan para el mismo lado: tratar a los militares presos como delincuentes comunes. Hacinarlos en un penal.


Pero todos sabemos, los de ambos bandos, que eso sería una indecencia. ¿Somos capaces los chilenos de cometer tal indecencia? Ya lo creo que lo somos. Pero eso tiene un costo. Ya el Plan Ahora, de la familia militar, ha llamado a anular el voto para Diputados en la próxima elección. Los uniformados no salen a la calle, no usan la fuerza en democracia, soportan estoicamente las ilegalidades de los Jueces de izquierda (Alejandro Solís se retiró tras imponer decenas de condenas sin pruebas a Miguel Krawssnoff y NUNCA lo interrogó, siendo ése un trámite esencial).


En estos días los chilenos estamos por someternos a la prueba de la decencia, consistente en no profundizar las indecencias que ya hemos cometido. Bueno, yo pronostico que no la vamos a pasar.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Volveríamos a votar que sí....



Logotipo de la campaña del Sí en el plebiscito del 88, que el Gobierno de Pinochet
perdió y honrando su palabra, las Leyes y la Constitución entregó el poder.





Volveríamos a votar que sí.


Si se repitiera la situación del plebiscito del 5 de octubre de 1988 volveríamos a votar que sí, en parte en agradecimiento por habernos evitado una dictadura comunista, en parte por el inmenso avance que tuvo Chile durante el Gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden que encabezó el Presidente Augusto Pinochet.


Hoy, época en que todo ha sido descontextualizado y olvidado, parecemos haber olvidado que los chilenos mayoritariamente llamamos a los uniformados, que la administración de Allende destruyó el país tanto en lo material, como en lo espiritual y pisoteó la Constitución y las Leyes.


Nadie voto en apoyo a las transgresiones a los derechos humanos, aunque nadie puede negar que los sucesos eran públicamente conocidos por medio de radios, como Cooperativa, o de periódicos impresos, como Fortín Mapocho, entre millares de publicaciones que inundaban los quioscos de venta de publicaciones informativas.


Se ha pretendido que quienes votamos que sí intentábamos eternizar la “dictadura”, lo que es una falsedad, pues, en el periodo que seguía entraban en plena vigencia las normas permanentes de la  Constitución, reiniciaba sus funciones el Parlamento y el Gobierno sería ejercido Constitucionalmente por el General Pinochet.


Los Uniformados no solamente cumplieron su promesa de reconstruir el país, le cambiaron la cara de la pobreza que sumía a las grandes mayorías por la de un país pujante en el que cada vez había más oportunidades para los chilenos, y además, nos devolvieron la democracia perdida por la irresponsabilidad de la clase política.

Hoy muchos sectores políticos hablan de la odisea con la que recuperaron la democracia, lo que es absolutamente falso, pues el retorno al sistema democrático estaba previsto en la Constitución de 1980, se cumplieron los plazos, los uniformados perdieron el proceso y de acuerdo a lo establecido por la Carta Magna entregaron el poder.


El país que tenemos hoy no es obra de los cinco últimos Gobiernos, ni tampoco las posibilidades de mejorar la situación social del país, que son el resultado de las políticas visionarias de desarrollo y apertura aplicados por el Gobierno Militar y de un país que le puso el hombro para superar el descalabro en que algunos sumieron a nuestra Patria.