lunes, 9 de septiembre de 2013

GONZALO ROJAS: “El 11 lo comenzamos los civiles y lo terminaron los militares”.



Gonzalo Rojas Sánchez es un distinguido abogado, un eximio historiado, un excelente profesor universitario y un columnista de grandes valores, además de un dedicado y consecuente formador de juventudes.






GONZALO ROJAS: “El 11 lo comenzamos los civiles y lo terminaron los militares”.


Contrario a lo que muchos pueden pensar, el historiador Gonzalo Rojas Sánchez tiene un gran sentido del humor. Se ríe de sí mismo y de su visión del marxismo. Tanto que, al tomar un globo terráqueo para posar en una de las fotos, busca inmediatamente la Unión Soviética para que se vea. Lamentablemente, para su intención, el mapa es nuevo y está como Rusia. Incluso cuando habla sobre el 11 de septiembre de 1973, lo hace con menos pasión de lo imaginable, adoptando un tono más bien académico. Lo único que lo ha sacado de sus casillas son las declaraciones del Presidente de la Fundación Iguales, Luis Larraín, sobre Jaime Guzmán. “Ha incurrido en una grave violación de los derechos humanos cuando declara que era un secreto a voces que Jaime Guzmán era homosexual y que eso le habría provocado una neurosis. Los que lo conocimos, jamás vimos, oímos o tuvimos la sensación de estar en presencia de un neurótico”, señala.


Pero es sólo un paréntesis en su análisis de lo que está sucediendo en el país en el mes en que se conmemora los 40 años del derrocamiento de Salvador Allende, aunque para él es un proceso mucho más complejo y de mayores dimensiones que un golpe militar.


En medio de toda la tensión que genera la fecha, Rojas cree que hasta el último día la actual candidata de la derecha, Evelyn Matthei, puede ser objeto de cuestionamientos por su apellido. “Por otra parte, también sería factible decirle a Michelle Bachelet que colaboró con grupos subversivos y que es hija de un General que por algo fue llamado ‘Hambrelet’ en los últimos días de la UP. Pero no es el tono que tiene que tener una campaña”.


RC–¿Ve a Evelyn Matthei identificada con las ideas de su sector?


GRS–Cuando tengamos su programa vamos a ver muchas cosas positivas y otras que me llamarán la atención. Por ejemplo, en su interés por el mal llamado aborto terapéutico, ella ha dicho que es algo personal y que no puede hacerlo valer en la medida que representa la votación y aspiraciones de un sector que cree en la vida.


RC–Ella quedó en la mitad de una postura bien UDI como la de Pablo Longueira y un outsider como Laurence Golborne. ¿Se beneficia la derecha con esto?


GRS–Es una ventaja para la UDI. Pablo era una persona que mejor desempeño tienen haciendo campañas. Es el que más reduce las cuotas de indecisos. Golborne no tenía experiencia en campañas y Evelyn tiene campañas exitosas en el cuerpo. Aunque no tiene la capacidad de reducir el voto indeciso, sí puede reducir el voto de rechazo. Hay factores que recombinan la sensibilidad del elector.


RC–¿Cómo se han manejado los símbolos en la conmemoración de los 40 años del golpe o del “pronunciamiento”, como dice usted?


GRS–Prefiero decir el ejercicio del derecho de rebelión. Ni pronunciamiento ni golpe. Pronunciamiento coloca el énfasis en lo que hicieron los militares y el 11 lo comenzamos los civiles y lo terminaron los militares. Esto debe ser discutido. ¿Fue un exabrupto de los militares que decidieron poner término a un Gobierno elegido en beneficio de la oligarquía que los había comprado? No. ¿Fue el 11 de septiembre un pronunciamiento militar producto de una deliberación profunda de amor a la patria? Tampoco. El 11 de septiembre es la culminación, por parte de quien tiene la fuerza física, de un proceso que se llama derecho de rebelión. Ese proceso lo comenzaron a ejercer las mujeres que salían a la calle, los gremios que en octubre del ’72 se plantearon con un paro nacional, lo ejercimos en la Universidad Católica junto a los mineros, la Corte Suprema, la Cámara de Diputados y finalmente los militares terminaron haciéndose cargo, muy patriótica y arriesgadamente, del ejercicio de ese derecho.


RC–Pero en cuanto a los símbolos…


GRS–Son esas dos palabras: golpe y pronunciamiento.


RC–¿Usted prefiere hablar de dictadura o Gobierno militar?


GRS–Yo lo llamo Gobierno autoritario. Esto significa un ejercicio del poder al margen de la institucionalidad, con poca referencia a la Constitución del 25. Es autoritario porque ejerce el control sobre la vida pública nacional, que gradualmente se libera y entrega a la ciudadanía, en la medida que la Constitución entra en vigencia, la institucionalidad renovada. No es una dictadura porque se autolimita y no acrecienta la concentración del poder. También tiene un diseño contrario a las dictaduras, donde no se trata de perpetuar, sino que el diseño es una nueva democracia. No hay dictaduras que se sometan al escrutinio popular, pierdan y entreguen el poder. Hay que mirar el proceso completo.


RC–Tiene rasgos únicos, que son tema de estudio en el exterior. Se entregó el poder tras el plebiscito y se avanzó en materias económicas, lo que no significa que sean motivos para tapar las violaciones a los derechos humanos.


GRS–Tapar no, sería ofensivo. Las vidas humanas que se perdieron antes de la UP, durante la UP y durante el Gobierno militar no tapan ni compensan nada. Cada una de esas vidas tiene un valor en sí misma. Pero como historiador uno tiene que plantearse en grandes procesos. El drama chileno no está inserto en la guerra fría, sino en el diseño del marxismo internacional por conquistar los países del mundo. A ese diseño hay que colocarle dentro las dramáticas tres mil muertes que significó al país este proceso de 40 años. Esto partió en 1946, cuando el Partido Comunista de Chile recibe la orden de la Unión Soviética de oponerse al Gobierno de González Videla. Esas muertes se tienen que insertar en este gran proceso de intento de control del mundo por el comunismo.


RC–Pero los chilenos no miran ese contexto. Acá hubo atrocidades y eso es lo que termina por marcar la historia del país, no el gran contexto.


GRS–Siempre he sido claro que acá hubo tres situaciones: actos de legítima detención, legítimo juicio y legítima ejecución. En muchos casos murieron atacando. Hubo actos dudosos, en que no se sabe lo que pasó, y actos de evidente crimen. Pero unos y otros no pueden ser homologados en la lógica que tienen agentes agresores y unos civiles que son víctimas. Una vez planteé la posibilidad de saber qué hacían cada uno de los integrantes del MIR, del PS, del PC y de otras organizaciones que fueron detenidos, juzgados y fusilados o desaparecidos, los 20 días anteriores a su desaparición. Entonces una persona familiar de los derechos humanos se exaltó y me dijo que estaba justificando el crimen. Por el contrario, ésa es su mentalidad, lo que yo pretendo es explicarme la acción de los agentes del Estado. Puede que se haya cometido un crimen por parte del Estado o puede que esa acción evitara que esos tipos realizaran un acto que costara la vida de cinco militares, tres carabineros, dos civiles, que pusieran una bomba… Ahí metemos el dedo los historiadores. El tema del gran proceso hay que mirarlo y enfrentarlo por las buenas o por las malas, usando la palabras del profesor Fernando Atria.


Los desmarcados y la Nueva Mayoría


RC–¿Le han molestado las actitudes de gente de la derecha, desmarcándose de Pinochet?


GRS–Hace mucho tiempo que hay personas que cambian de actitud. Cuando alguien cambia radicalmente de actitud no se entiende a sí misma. No se entiende como actor histórico. Uno tiene que entenderse como un continuo, en el que pueden haber zigzags, de lo contrario uno sería un robot. Esos zigzags son propios de la debilidad humana. Pero cuando alguien empieza a transitar en la dirección contraria y, luego de años, asume que todo lo que fue su vida anterior, en cuanto a adhesiones y convicciones, es algo por lo que tiene que pedir perdón, es una persona que no se entiende a sí misma. Renuncia a la globalidad de su vida pasada. Se puede pedir perdón por hechos puntuales, pero no se puede pedir perdón por mi ser histórico.


RC–¿Para usted la actitud correcta es la de Evelyn Matthei y no la de Andrés Chadwick o Hernán Larraín?


GRS–La actitud de cualquier político debe ser doblemente histórica. Cuando un político pide perdón, que lo haga por algo concreto y, si cree que su sector es por completo criminal y culpable, abandónelo. Una persona que formó parte de comisiones Legislativas, del Consejo del Estado, órganos de Gobierno o que enseñó derecho Constitucional o teoría del derecho en una universidad que estaba a la vera de Jaime Guzmán, elimínese como ser histórico. ¡Cómo es posible que esté en continuidad ejerciendo un cargo Ministerial o Senatorial, con gente que tiene esas ideas!


RC–¿Qué hay detrás de eso?


GRS–No se puede juzgar la conciencia de las personas, pero va en contra de lo que Jaime Guzmán aborrecía: la lectura de las encuestas y el feeling social, la intención de estar bien con la opinión pública y lo que resulta agradable a los opositores.


RC–¿Diría que quienes son de derecha y piden perdón adoptan posturas acomodaticias?


GRS–No me parece decir que hay una desviación de la conciencia. El acto exterior me parece contradictorio. Uno reconoce faltas concretas o se va del lugar donde está. En pocas palabras: privatízate o transfórmate en una hombre de la Concertación o más bien del Partido Comunista.


RC–¿No es esa actitud la que impide que exista una reconciliación más profunda?


GRS–Lo que impide una reconciliación profunda es la incapacidad de perdonar. ¿Cómo se produce la reconciliación? Cuando la persona que recibe esa petición la acoge y la entrega y, a su vez, hace su propia petición de perdón. Hoy tenemos personas que van a los canales de televisión a decir que están llenos de odio y que no van a perdonar. Otros escriben cartas a los diarios diciendo que nos les pidan que perdonen. Entonces, ¿dónde está la falta de reconciliación?


RC–¿Estamos condenados a vivir con odio?


GRS–No, porque las personas pueden cambiar. No sé cuánto tiempo hará falta, porque yo pensaba que los hijos de los que participaron de la Unidad Popular se iban a poder entender, pero hasta los nietos de ellos se siguen peleando. No sé cuánto tiempo más. Nadie se pelea entre ibañistas y alessandristas, entre balmacedistas y Congresistas, o entre monttistas y bilbaínos. Los carrerinos y ohigginistas se pelean en unos debates muy simpáticos. El factor decisivo para que esta pelea se prolongue es el marxismo. Porque el marxismo es una filosofía del odio.


RC–¿Y la brutalidad de los asesinatos y torturas no son factor?


GRS–No, es el marxismo. Si tú hablas con los militares, unos dirán que se equivocaron y están pagando por sus culpas. Otros dirán que no se equivocaron, pero no odian a esas personas, aunque más de uno puede que tenga odio. Pero encontrar un marxista genuino que diga que racionalmente mantiene su postura, pero que su corazón no tiene odio y está dispuesto a perdonar, es imposible.


RC–¿Cómo ve la incorporación del PC a la Concertación?


GRS–Siempre he tenido claro, desde que lograron sus primeros cupos, que esto era una bomba de tiempo. A la izquierda del PC hay fuerzas muy interesantes. El movimiento autónomo es apasionante, Revolución Democrática no tiene mucho destino, el que tiene destino es Gabriel Boric y su gente, porque tienen mucha teoría detrás.


RC–¿No le parece mejor tener al PC dentro del sistema?


GRS–No, porque el sistema no tiene elementos de defensa frente a los comunistas. En eso Jaime Guzmán tenía la misma certera impresión que la Constitución alemana tiene sobre el partido nazi. La democracia tiene que autolimitarse. Si un Estado profundamente democrático, como el alemán, es capaz de decidir que hay personas que, por su ideología y actuación criminal, no tienen derecho a participar en la vida pública bajo su ideología, los chilenos podríamos haber aprendido algo y aplicarle al Gulag comunista lo que Alemania le aplicó al holocausto nazi.


RC–¿No hay gente de derecha que podría entrar en esa misma categoría?


GRS–Hoy no. Pudo haber habido y hubo personas que colaboraron con acciones criminales. Los crímenes en los primeros días posteriores al 11, en La Araucanía y en la actual Región de Los Lagos y Los Ríos, se debieron a civiles con carabineros, que salieron a “cazar huasos”, que en el fondo eran militantes.


RC–Michelle Bachelet ya dirigió un Gobierno y fue bastante moderada. Lo mismo que Ollanta Humala o Lula en su momento. Un discurso encendido y una ejecución moderada. ¿Cree que ella va a seguir esa misma línea?


GRS–Me parece que hoy el encuadre ha girado varios grados a la izquierda. Hay que esperar el programa y los primeros seis meses. Voy a citar a Patricio Aylwin Primero, como dice Hermógenes, el de octubre de 1970: “Por la ideología del candidato de la primera mayoría y por las fuerzas que lo apoyan, el país necesita un estatuto de garantías”. Por la ideología de Bachelet y sobre todo por las fuerzas políticas que la apoyan, el país está en grave riesgo. Ella es encantadora, pero de una frialdad en su militancia inimaginable. Creo que va a haber interesantes crujideras en los próximos seis meses, antes que asuma, si es que resulta ganadora.


(Entrevista de Revista Cosas)

No hay comentarios:

Publicar un comentario