lunes, 9 de mayo de 2016

Chile: ¿proceso Constituyente o adoctrinamiento?, por Andrea Kohen.




Chile: ¿proceso Constituyente o adoctrinamiento?,
por Andrea Kohen.



La llegada de Michelle Bachelet al Palacio de La Moneda ha traído consigo una serie de profundas reformas de tinte socialista que buscan “combatir y acabar con el modelo que tanta desigualdad e injusticia social ha generado” en Chile.



Bajo este contexto, resulta conveniente plantearse si el país ha sido conducido hacia un proceso Constituyente o hacia un verdadero adoctrinamiento, lo que se convierte en tema digno de análisis.


Varios aspectos merecen ser destacados: si bien la Constitución actual de Chile fue creada durante el régimen militar, la misma fue reformada en un 95% durante el Gobierno del presidente Ricardo Lagos y adaptada a los principios democráticos de nuestra sociedad.



De hecho, el 17 de septiembre de 2005, Lagos declaró: “Hoy firmamos solemnemente la Constitución democrática de Chile. Este es un día muy grande para Chile, tenemos razones para celebrar (…) por fin una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile, éste es un logro de todos los chilenos”.



Recientemente se ha anunciado la creación de Cabildos abiertos para que la ciudadanía participe en un proceso constituyente y tenga la posibilidad de expresar sus ideas, que serán “tenidas en cuenta” en la redacción de la nueva Carta Magna, bajo el monitoreo de algunos agentes “facilitadores del Gobierno”.



De todo esto surgen unas cuantas cuestiones a evaluar: ¿qué principios y aspectos de la actual Constitución son merecedores de un cambio? ¿La Constitución Nacional ha dejado de responder a las demandas y cosmovisiones de la sociedad chilena?



¿Los cambios que necesita Chile son tan drásticos que no pueden ser soportados en reformas? ¿Realmente los chilenos hemos dejado de sentirnos representados por la Constitución y por sus instituciones?


Lo anterior nos dirige hacia un cuestionamiento adicional: si la opinión de los ciudadanos no ha sido tenida en cuenta en temas como la salud, el transporte o la educación, ¿en qué se fundamentan las esperanzas de que esta vez será diferente?



La historia, parece dejarnos una lección: si ninguno de los interrogantes anteriores es afirmativo, se debe a que el Gobierno de turno tiene un interés especial para que sus intentos reformistas no encuentren obstáculos presentes o futuros. En este sentido, corresponde considerar el caso de Venezuela, por ejemplo.



Por su parte, las declaraciones de José Miguel Insulza, agente en la Haya del Gobierno de Chile, dan cuenta de una abierta oposición, desde la misma bancada oficialista, a un proceso ilegítimo e innecesario que está destinado a fracasar: “Tengo el sueño de equivocarme, pero creo que este proceso de debate no va a llegar demasiado lejos (…) no tengo grandes esperanzas respecto de la primera etapa, porque no va a participar la misma gente”.



Consciente de que Insulza trabaja para un Gobierno al cual le debe “lealtad”, no es de extrañar que posteriormente se haya excusado. Esto lo aleja de su carácter frío y calculador, y revelaría las habilidades persuasivas y diplomáticas de su “empleadora”.


Sin embargo, de las palabras de Insulza queda un sinsabor, ¿cuál es la raíz del fracaso que éste respetado político observa?



Primero se observa el nivel de desinformación. Los integrantes del Consejo de Observadores, que son los encargados de monitorear los “cabildos abiertos” para que no haya conducción ideológica o parcialidad en las discusiones, han manifestado preocupación por el desconocimiento de lo que realmente será su trabajo, ya que no tienen guía sobre lo que deben sancionar.



Segundo, la Constitución democrática y republicana que se encuentra vigente, establece los requisitos y medios para su reforma o sustitución. ¿Por qué en vez de acudir a medidas populistas, no se respetan los mecanismos preestablecidos?



Los métodos que sugiere Bachelet no están contemplados en este tratado, y el mensaje que envía es el de invalidar la misma Constitución, que a ella la respalda en su ejercicio dentro del Ejecutivo.



Tercero, la ausencia de debates que determinen la pertinencia de una nueva Carta ratifican la ausencia del “carácter democrático” de la coalición de Gobierno, la misma que estará presente durante la redacción del documento final.



¿Qué son o serán entonces, los cabildos? Un escenario de catarsis nacional, donde se les hace creer a los ciudadanos que de lo que ahí salga surgirá la nueva Constitución, que sus quejas, deseos serán materializados en la nueva Carta Magna, sin embargo no será más que una reunión que como máximo aspirará a servir de catarsis.



Si se impulsa un proceso constituyente es porque alguien determinó que era necesario y por lo tanto tiene al menos una imagen de lo que desea como resultado antes de obtenerlo. No en vano, quienes liderarán este proceso, serán activistas del Partido Comunista y Socialista.



Resulta curioso que aunque el Gobierno de Bachelet tiene la convicción de que los cambios que ellos proponen son necesarios para evitar el colapso del país, nunca esclarezca cuáles son esos cambios y cómo pretende implementarlos.



Quizás este proceso constituyente no es más que una oportunidad para los ciudadanos de desahogarse, pero no de aportar  a la creación del nuevo documento, pues cuando un Gobierno ve la necesidad de este tipo de procesos, es porque quiere guiarlo en una dirección determinada.



Para el Gobierno, la Constitución es espuria, es un vestigio de la dictadura y sin detenerse a conciencia en su contenido, sólo desean deshacerse de ella y de las instituciones que protegen a la República.



Por eso es que el proceso no puede sino ser un camino de adoctrinamiento civil para lograr convencer con recursos públicos, de que las personas deben dejar sus libertades y futuro en manos de un Gobierno que sabrá administrarlos mejor que uno mismo.


Finalmente, el principio de la democracia es el pluralismo y la libertad de pensamiento, ¿dónde queda el debate? ¿Dónde o en qué parte del proceso quedarán los opositores?



Las redes sociales y otros canales informativos nos han permitido observar que la Nueva Mayoría y sus seguidores no están abiertos al diálogo, tanto así, que se refieren a sus contrincantes como “fascistas, nostálgicos de la dictadura, pinochetistas, golpistas, reaccionarios, cavernarios y sediciosos”.



¿Es esta la República que queremos? ¿Garantizará efectivamente las libertades esta “nueva Constitución” cuando se deja por fuera a la oposición?



Sólo queda esperar que este periodo acabe pronto y que Chile haya aprendido la lección, para comenzar a escoger correctamente a los verdaderos constructores de una República libre.



martes, 3 de mayo de 2016

LABBÉ: HA LLEGADO LA HORA DE DECIR…. BASTA.




Política estilo Cau-Cau,

por Cristian Labbé Galilea.





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En estos días, probablemente por asociación de ideas, me han vuelto a la memoria recuerdos de los primeros años en el colegio, veo nítidamente la imagen de ese compañero “medio quedado” al que los fanfarrones le quitaban las bolitas o le comían el sándwich de pan con huevo, ansiado alimento para el recreo largo y base para soportar la larga mañana de clases. Fuera de un refunfuño menor del afectado y la mirada indiferente del  resto de sus compañeros, esta práctica se repetía sistemáticamente casi todos los días y en todos los cursos. Era una minoría matonesca que hacía de las suyas a vista y paciencia del resto de la comunidad estudiantil, tan mayoritaria como  complaciente y sumisa.




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Me pregunto si la comunidad nacional no está comportándose resignadamente de la misma forma cuando es testigo de cómo  la Presidente Bachelet, con poco más que un 20% de aceptación y con un 80% de rechazo, en tan solo dos años, manejando su siniestra retro excavadora, no solo ha destruido los cimientos de un sistema que ha generado en el país estabilidad política, crecimiento económico y desarrollo social,  sino que además se jacta de haber terminado la obra gruesa de un nueva institucionalidad izquierdista, igualitarista y estatista.




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Con una ingeniería al mejor estilo de la empleada en la construcción del Puente Cau–Cau, el Gobierno ha levantado una reforma tributaria que nadie entiende cómo funciona pero que en definitiva ha servido como el pilar base para apoyar la reforma educacional, de la que todo indica que no va a funcionar como se había prometido pero que deja peligrosamente instalada en el consiente colectivo nacional la idea de que la educación en nuestro país es gratuita. Remata esta obra gruesa del Gobierno una maliciosa reforma laboral cuyo único logro es pavimentar un sindicalismo extremo que solo conseguirá frenar la inversión privada y polarizar la relación entre empleado y empleador.




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Claramente el Gobierno ha sido valiente para llevar adelante su programa con la mayoría del país en contra, sigue avanzando sin vacilar y, aún más,  al ver la complacencia de los actores políticos y la ineficiencia del resto de las instituciones de la república para oponerse a esta destructiva obra (léase, iglesia, empresas, gremios, fuerzas armadas, organizaciones intermedias y más)  imprime mayor profundidad a sus reforma e inicia un proceso para establecer una nueva institucionalidad política. Ahora, a través de cabildos sin ninguna representatividad se busca,por último, legitimar un nuevo orden institucional que pondrá la lápida a un futuro de libertad, orden y progreso.




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Creo que se ha ido demasiado lejos y que ha llegado la hora de decir…. basta, antes de que  sea tarde. Con preocupación escucho decir que no quedara más camino que… elegir el mal menor, en las futuras elecciones Presidenciales, pues no hay liderazgos nacientes, es decir tendremos que volver al pasado…, no hay más futuro.




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Negro panorama… que solo cambiará si se levantan voces para advertir que lo que se está construyendo no es lo que el país necesita y merece, y que es necesario iniciar acciones para manifestar la indignación que sentimos la gran mayoría descontenta: ya surgirán los lideres naturales, por ahora alentemos a esa mayoría silenciosa que ve con horror que esta situación no tiene arreglo…, algo similar a lo que ocurre como el puente Cau-Cau.