sábado, 20 de diciembre de 2014

Unas Horas con los Muertos-Vivos, por Hermógenes Pérez de Arce.



Punta Peuco el odioso Gulag chileno donde la izquierda y sus Jueces asociados
 se vengan de nuestros Militares.







Unas Horas con los Muertos-Vivos,
por Hermógenes Pérez de Arce.


          Asistí a un festejo navideño en el Gulag Chileno, llamado Punta Peuco, donde la izquierda, la DC y su carnal Piñera (que traicionó a aquéllos tras prometerles un juicio justo, pero sólo para captar sus votos) mantienen confinados a 65 soldados de los que pusieron el pecho a las balas terroristas después de 1973. Hoy son presos políticos, porque ninguna ley autoriza privarlos de libertad.


          Su promedio de edad es 76 años, pero los hay numerosos que son octogenarios. Algunos están afectados de Alzheimer, y no saben dónde ni por qué están, no obstante que muchos sin Alzheimer tampoco lo saben, pues nunca cometieron delito alguno. Y aun quienes los cometieron tienen derecho a la amnistía, la prescripción y la cosa juzgada, ninguna de cuyas eximentes se les respeta en la forma cómo se les ha reconocido a los terroristas.


          Uno de los primeros que se me acerca al llegar es el Suboficial de Carabineros Gamaliel Soto, de Temuco, para agradecerme un artículo en su defensa, que escribí tras él ser condenado a diez años por un secuestro que no cometió. “Pero debo rectificarlo”, me dice, “pues usted afirmó que yo detuve a una pareja de médicos del MIR en 1973 y la entregué sana y salva en un cuartel de la FACH, pese a lo cual estoy condenado por mantenerlos secuestrados hasta hoy. En realidad, ni siquiera los detuve: yo sólo estaba en la Comisaría cuando desde ella fueron llevados a la FACH y lo único que hice fue mirarlos partir. No tuve ninguna participación”.


Está resignado a seguir muchos años preso, en una nueva categoría, pues a la de “haber estado ahí” y la de “no haber estado ahí, pero ser acusado de estarlo” se añade la de “haber mirado ahí”. Porque en Chile no hay Justicia para los PPM (presos políticos militares), a quienes ni siquiera, muchas veces, se les otorgan beneficios carcelarios que a los delincuentes sí se les dan.


          También se me acercó José Cáceres, Oficial de la Armada condenado a cinco años y un día en memorable fallo redactado por el ex Ministro de Justicia, Luis Bates. En el fallo se refiere a los Oficiales como “los delincuentes”, no siendo ése su oficio, sino el de Oficiales de la Armada; habla de que “se levantaron en armas contra el Gobierno legítimamente instalado” y acusa a Cáceres y otros de mantener secuestrado al extremista Rudy Cárcamo desde 1974 hasta la fecha, en circunstancias que no hubo secuestro, sino detención, y que el detenido fue llevado al cuartel Ancla 2 de Talcahuano. Pues, según el Código, los particulares “secuestran” y los funcionarios uniformados “detienen”.


Cáceres, que jamás siquiera supo de Cárcamo, agradece mis referencias a su situación y me informa que, estando completa y oficialmente acreditado que él no estaba en el cuartel Ancla 2 en la fecha de la detención, ha interpuesto ante la Corte Suprema un recurso de revisión de la sentencia que lo condenó.


Ésta es notable, porque fue dictada a raíz de un recurso de casación del Ministerio del Interior de Piñera contra sentencias de primera y segunda instancia que habían condenado a los marinos a 541 días de pena remitida, con lo cual se habían conformado querellantes y querellados. Pero el odio marxista, ampliamente acogido por el régimen del referido Piñera, pudo más y consiguió que la sala penal de la Corte Suprema, que todavía odia más a los militares que el Gobierno anterior, les subiera la condena a cinco años y un día de pena efectiva. Por “haber estado ahí” (que es lo único probado) y hasta, en el caso de Cáceres, por “no haber estado ahí”.


          Durante la visita estoy cerca de un reo octogenario que parece muy conforme comiendo una empanada que le han llevado sus camaradas. Éstos me dicen que él no sabe dónde está ni por qué, no obstante lo cual los jueces inquisidores lo convocan a careos con personas a las cuales, por supuesto, no reconoce, y en cuyo curso manifiesta creer que ha vuelto a su hogar. En los países civilizados se considera un atropello a los derechos humanos mantener preso a un octogenario que ha perdido la razón, pero en Chile, en lugar de liberarlo por respeto a sus derechos humanos, la dictadura Judicial lo castiga por violarlos.


          Más tarde se me acerca y me abraza el “villano favorito” de los Jueces de izquierda, el Brigadier Miguel Krassnoff. Es todo un caballero y su hoja de servicios en el Ejército fue brillante, pero decidió acogerse a retiro cuando comenzó la persecución Judicial ilegal en su contra, todo a partir de la famosa carta de Aylwin a la Corte Suprema pidiendo desconocer la amnistía. Hoy he leído, ya sin sorpresa, un artículo de elogio a Aylwin de un columnista de derecha en “El Mercurio”, bajo el título de “El Presidente de Todos”. Pero ciertamente no lo es de los PPM, contra los cuales abrió la compuerta a la dictadura Judicial de izquierda que los ha enviado y seguirá enviando al Gulag Chileno, Punta Peuco.


          Como decía un correligionario suyo, que en paz descansa, Aylwin usó a los militares para echar a los comunistas y luego usó a los comunistas para condenar a los militares, lo cual ha despertado la admiración de la derecha salvada por los primeros, pero eternamente malagradecida.


          Un uniformado en retiro que ha organizado el festejo para los muertos-vivos me pide que les dirija unas palabras. Yo les agradezco lo que hicieron por Chile, en nombre de los salvados por ellos, tanto agradecidos como malagradecidos, y los insto a que escriban el relato de la verdad de sus respectivos casos, pues ésta desafía toda verosimilitud. 


          Poco antes se me había acercado el General Ruiz Bunger, quien fuera baleado por el Frente terrorista rojo junto al General Leigh, y que a raíz de ello perdió movilidad en el lado izquierdo. Quien le disparó, Pablo Muñoz Hoffman, fue reconocido por él al ser detenido. Acudió entonces al Juez de izquierda pertinente, pero éste le dijo que no podía proceder contra el extremista, basado en su solo testimonio.


          El Brigadier Willeke, de ascendencia alemana, que cumple condena por el caso Prats, no obstante que la Jueza argentina Servini de Cubría le dijo textualmente: “Yo sé que usted no tuvo que ver en el caso Prats, pero necesito que me diga todo lo que hacía la DINA”, y como se negara a revelarle a una extranjera los secretos de inteligencia chilenos, cumple condena y entonces les hace clases de alemán a los otros prisioneros políticos.


          Pero el Gulag Chileno es un presidio de caballeros y no de delincuentes, y por lo tanto funciona bien. Los baños están limpios, porque ellos los asean. Hay orden, porque ellos lo respetan. Hay actividades constructivas, porque ellos las organizan. Conversé con el campeón de ajedrez del recinto, un oficial de apellido italiano.


          No pude dejar de recordar, por contraste, cuando en los ’60 el Ministro del Interior de Frei Montalva, Bernardo Leighton, el “Hermano Bernardo”, que era “hermano” para la izquierda, pero no para la derecha, ordenó encarcelar a la directiva del Partido Nacional en la hacinada cárcel pública, a raíz de una declaración que estimó sediciosa. El Presidente del PN, el reputado jurista Víctor García Garzena, debió pernoctar en una celda colectiva, con delincuentes comunes, y cuando manifestó, a la mañana siguiente, un deseo insólito para el penal, el de ducharse, los reos le dijeron que primero debían limpiar el suelo cubierto de excrementos, y lo hicieron; después, reconociendo su condición, hicieron un círculo alrededor de él, manteniéndose de espaldas, con el mayor respeto, mientras don Víctor se duchaba.


          El odio de la izquierda pretende empeorar todavía más la condición de los PPM, siguiendo la despreciable línea de Piñera, y mandándolos a un penal común, donde el hacinamiento general les impida llevar una existencia ordenada como en Punta Peuco. Ya una mujer izquierdista odiosa denunció haber visto en el Hospital Militar al Brigadier Krassnoff sin grilletes ni el chaleco que dice “imputado”, y lo ha denunciado, lo cual se ha traducido en que a otros Oficiales les exijan usarlo y engrillarse. Pero ellos se han negado a concurrir en esa forma, con perjuicio para su salud, pero no para su dignidad.


          Las cárceles comunes son indecentes y dispensan un tratamiento que ni siquiera los delincuentes merecen. El Gulag Chileno, por el contrario, es una cárcel decente, pero no por virtud del Estado, sino porque sus internos son personas decentes, aunque los fallos sesgados de la Justicia DC y de izquierda les imputen conductas delictivas.


          Y alguna vez, cuando tengamos un Gobierno decente, muy distinto, por cierto, del anterior y del actual, en Punta Peuco se podrá levantar un memorial de los abusos y atropellos que allí se cometieron contra ancianos soldados que lo único que merecen y no tienen es igualdad ante la Ley y el agradecimiento de su pueblo.


Nota de la Redacción:


Desde estas páginas, y después de mucho tiempo sin poder visitar a nuestros presos políticos, por problemas de salud y de logística, deseamos a todos estos héroes una feliz Navidad, festividad en la que los católicos y cristianos festejamos el nacimiento de Jesucristo.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Cinismos de la Dictadura Judicial, por Hermógenes Pérez de Arce.

Hoy la injusticia se ejerce brutalmente contra quienes nos liberaron de una feroz dictadura roja, mañana se podrá practicar contra cualesquier ciudadano por el delito de opinar distinto a los ocupantes de La Moneda.




Cinismos de la Dictadura Judicial,
por  Hermógenes Pérez de Arce.


          Tocqueville decía que la dictadura de los Jueces es la peor de todas, porque es la única que no tiene remedio. En efecto ¿a quién se recurre ante los atropellos de los Jueces de izquierda? A otros jueces de izquierda o a tribunales colegiados con mayoría de izquierda. En otras palabras, en Chile no hay adónde recurrir.


          La dictadura Judicial en materia de derechos humanos ya ha propasado todo límite, y atropellado reiteradamente los propios derechos humanos de los militares, en particular de octogenarios enfermos, condenados ilegalmente y a los cuales ni siquiera se les reconoce sus beneficios carcelarios. Y, además, dicha dictadura Judicial está más cínica que nunca.


          Pues el cinismo, según la Real Academia, “es la desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”. Bueno, nuestra Justicia de izquierda, partiendo por la mayoría de la “sala penal” de la Corte Suprema hacia abajo, ha hecho públicos y reiterados ejercicios de cinismo, pero últimamente ha batido sus propias marcas en dos casos.


          Así, en el juicio politizado mediante el cual un Juez de triste memoria (y que ha quedado en el basurero de la historia) decretara el desafuero del Senador Pinochet, ese singular “Magistrado” debió pasar por sobre todas las Leyes, la verdad de los hechos y las pruebas del proceso, en el estudio del cual me especialicé, tanto que escribí en 2001 un libro, al respecto, “La Verdad del Juicio a Pinochet”, que estuvo largamente entre los más vendidos y mereció tres ediciones, con un total de 4.500 ejemplares, sin ser jamás refutado circunstanciadamente.


Como es sabido y está probado, ni el General Pinochet ni su delegado, el General Arellano, que encabezó una comitiva que tenía por misión regularizar y acelerar los juicios militares en octubre de 1973, tuvieron nada que ver con fusilamientos ilegales que se perpetraron en algunos de los lugares que ella visitó. Bueno, pero como estamos en Chile y de lo que se trataba, por parte de la izquierda, era de “condenar por los diarios” a Pinochet, obedeciendo la consigna dictada por Brezhnev y el KGB, en el hecho no hubo un verdadero juicio. Por algo hace poco habían transcurrido, desde que se inició (sin base legal alguna) en 1998, dieciséis años sin sentencia de término.


En él, el ex Presidente y ex Senador fue sobreseído por muerte. Su General delegado también lo ha sido en un proceso, que está en las manos de un enésimo Ministro sumariante (en este caso, “enésima”, Patricia González). Pero ni ella ni sus antecesores han cumplido el mandato Legal expreso del artículo 107 del Código de Procedimiento Penal, que les ordena examinar si existe una causal de extinción de la responsabilidad para, en caso afirmativo, poner inmediato término al juicio. En éste hay a lo menos dos causales, la amnistía y la prescripción, pero no se aplican, porque la Ley penal para los militares no rige.


Bueno, han pasado quince años de esa situación de atropellos increíbles, políticamente motivados, y hace unos días leí que un Comandante, a quien en mi libro señalé como responsable directo de 55 fusilamientos ilegales perpetrados al margen de todo conocimiento u orden de los Generales Arellano o Pinochet, ha sido por fin condenado (también ilegalmente, porque se trata de delitos amnistiados y prescritos) ¡a una pena remitida! Es decir, el principal responsable de las muertes que les achacaron a Arellano y Pinochet no pasará un día en la cárcel.


Hasta la gordita Madeleine Albright, Secretaria de Estado norteamericana de paso por Santiago, se permitió decir que Pinochet estaba “bien procesado”, porque para ella, una izquierdista, era lo políticamente correcto. Y resulta que el que apretó el gatillo, sin saberlo Pinochet, ha quedado al fin libre. Los comunistas todavía derraman lágrimas porque Pinochet no fue a la cárcel. Bueno, el que mató a las víctimas que le imputan a éste, tampoco.


Esto es una burla final de los Jueces de izquierda, y tiene un fundamento: culpar a Pinochet era lo que políticamente exigía la izquierda. Y por eso el autor de las muertes, que mintió y dijo haberles sido ellas ordenadas por Pinochet, es premiado con la libertad (a la cual, en todo caso, tenía derecho legal en virtud de la amnistía y la prescripción, y por eso no doy su nombre.) Pero ¡cuántos oficiales que no han mentido para salvar el pellejo, como les exige el chantaje Judicial de la izquierda, cumplen largas condenas de presidio efectivo! Aunque sólo sea por “haber estado ahí” (y alguno sin siquiera haber “estado ahí”).


El cinismo consiste en dejar libre de la cárcel al que cumple con la exigencia política de la Judicatura de izquierda: culpar a Pinochet. Un artículo del Código Penal Chileno de Izquierda (Karen Cariola podría estarlo preparando) seguramente dirá: “Ningún chileno cumplirá condena alguna, por graves y numerosos que hayan sido sus delitos, si culpa de ellos a Pinochet”.


Otra reciente manifestación de cinismo Judicial ha sido sobreseer al General Arellano (que en su ancianidad está hace años privado de razón), pero ¡no sin antes dictar auto acusatorio en su contra, culpándolo de la muerte de dos GAP, guardia armada personal de Allende) en circunstancias de que, como está probado, lo único que hizo Arellano fue ordenar el traslado de ellos, que habían sido apresados en Curicó, a Santiago! Acá llegaron a un regimiento y luego fueron cambiados a otro en San Bernardo, donde fueron fusilados. Nada de eso lo ordenó, y ni siquiera supo, Arellano, que no tenía mando ni autoridad para decidir en el caso.


Pero la actual Ministra sumariante lo ha acusado de esas muertes e inmediatamente lo ha sobreseído, lo que impide a su defensa presentar ningún recurso contra el auto acusatorio. Pues el General Arellano nunca quiso alegar amnistía ni prescripción, pues estaba seguro de poder demostrar su correcto proceder y completa inocencia. Creyó que trataba con una Justicia de verdad. Bueno, ahora la Justicia de izquierda le impide a su defensa, en este caso, demostrar su inocencia, al sobreseerlo por demencia. ¿No es eso un “ejercicio de una acción vituperable”, que es lo que define al cinismo?


En una nueva edición del “libro negro de la justicia chilena”, aparecido en 2013 y titulado “Procesos Sobre Violaciones de Derechos Humanos: Inconstitucionalidades, Ilegalidades, Arbitrariedades”, de Adolfo Paúl Latorre, debería añadirse los dos testimonios de cinismo Judicial de que he querido dejar constancia hoy.