lunes, 19 de enero de 2015

Piketty, Paulmann, Ampuero y Lorca, por Hermógenes Pérez de Arce.



La Presidente Michelle Bachelet y el Ministro de Hacienda, Alberto Arenas, se reunieron la mañana del miércoles pasado en el Palacio de La Moneda con el economista francés Thomas Piketty, inspirador de la reforma tributaria propuesta por el Ejecutivo.




Piketty, Paulmann, Ampuero y Lorca,
por Hermógenes Pérez de Arce.



          Por supuesto que Piketty ha sido recibido con aplausos por el Gobierno, empeñado precisamente en hacer lo que aquél recomienda: quitarles a los ricos para darle, obvio, al mismo Gobierno. Es que, dice Piketty, la desigualdad entre ricos y pobres va en aumento y, por tanto, hay que “bajar de los patines” a los primeros. Claro que aconseja hacerlo en todo el mundo al mismo tiempo, porque si no los ricos se cambian de país.


          Yo no necesitaba leer a Deirdre McCloskey (cosa que he hecho) para saber que Piketty está equivocado. Me basta “circumspice”, “mirar alrededor”, como aconsejaba Bernini cuando le preguntaban cuál era su obra arquitectónica. Miro alrededor y veo a un Horst Paulmann, que tiene la misma edad mía, y se da el caso de que, a los veinte años, por lo que he leído, teníamos más o menos lo mismo, es decir, comparativamente poco dinero. Él y su hermano vendían productos de la tierra y golosinas en un pequeño comercio del sur cuando yo me instalaba en un estudio de abogados. Y resulta que actualmente él tiene una cantidad de millones de dólares miles de veces mayor que la mía. Entonces ¿sirve la tesis de Piketty para explicar esa diferencia? Nada. “No le apunta ni por las tapas”, como decimos en buen chileno.


          Manuel Lorca Severino me ha convidado alguna vez a tomar té en los jardines de una casa suya que fue de una familia Errázuriz, en Maipú, sobre una loma. Él le compró la casa a esa familia. Manuel es hijo de un inquilino del ex fundo “Pajaritos”, de Maipú, que fue atropellado y muerto por un camión hace sesenta años. Manuel tuvo que trabajar la tierra como mediero para sostener a su familia y lo hizo tan exitosamente que ahora tiene un par de fundos y me convida a tomar té en el jardín de la casa de la familia Errázuriz, cuya tierra, entre otras, compró a lo largo de cincuenta años ¿Sirve la tesis de Piketty para explicar eso? Para nada. Según Piketty, la familia Errázuriz, ex dueña del jardín de Manuel, hoy debería haber llegado a ser cada vez más rica y haber aumentado muchas veces su patrimonio y su ingreso en relación al de Manuel. Y, sin embargo, ha sucedido exactamente al revés.


          ¿Por qué? Porque Piketty se ha olvidado, entre otras cosas, del “capital humano”, que es el que explica por qué los patrimonios cambian de manos y las personas que lo poseen obtienen ganancias muchas veces mayores que las que no. Y esas personas pueden ser inicialmente pobres, pero inevitablemente terminan siendo muy ricas, y cambian constantemente. Todos siempre lo hemos sabido. Cuando hace casi sesenta años me incorporé como socio al Club de la Unión, algún socio mayor y chistoso que le pedía al mozo, “Oye, González, tráeme un Tocornal reservado”, pronosticaba que cincuenta años después los socios iban a pedir al mozo, “Oye, Tocornal, tráeme un Yarur reservado”. Y hoy, transcurrido ese medio siglo, nadie puede negar que mucho de lo descrito en su vaticinio se ha cumplido. Lo malo es que Piketty no tiene idea de eso.


          Malthus se hizo más famoso que Piketty escribiendo 700 páginas para pronosticar que la Humanidad se iba a morir de hambre porque la gente se iba a multiplicar en proporción geométrica y los alimentos lo iban a hacer sólo en proporción aritmética. Pero hoy un gran problema de la Humanidad es la obesidad, mayor que el del hambre, que casi ha desaparecido. Bueno, es que Piketty también se ha olvidado de la tecnología.


          Karl Marx se hizo, asimismo, más famoso que Piketty, pero hoy nadie lo toma en serio. Tengo en mi oficina una caricatura suya diciéndole al mundo, “Sorry, guys, it was just an idea…! (“Lo siento, muchachos, fue sólo una idea…”) Para saber qué tan mala fue esa idea basta leer “Detrás del Muro”, de Roberto Ampuero, un entusiasta idealista que formó parte de las Juventudes Comunistas y en 1973 se exilió en Cuba y en Alemania Oriental. Su principal problema resultó siendo cómo salir de detrás del Muro de Berlín e irse a ganar menos dinero y a carecer de las garantías de subsistencia básica que le daba el comunismo, a cualquier país occidental donde hubiera algún capitalismo explotador salvaje que le ofreciera algo que en los paraísos socialistas no había podido encontrar: libertad.


          Acá se están ya aplicando las recetas de Piketty, partiendo por subir los impuestos y suprimir variadas libertades personales, como lo estamos viendo en el trámite de la Reforma Educacional, que terminará con nuestra libertad de enseñanza, la misma que bajo el propio Gobierno Militar que la consagró les permitía a todos, incluso a los comunistas y socialistas, fundar colegios y universidades (Colegio Latinoamericano de Integración, Universidad Arcis).


          Fuimos el primer país que eligió democráticamente un gobierno marxista-leninista. Embobados por libros como el de Piketty, estamos encaminados a reinstaurar un régimen socialista. Es bueno que otro libro, como “Detrás del Muro”, compita en los primeros lugares del ranking con el de Piketty, porque nos será útil saber cómo salir del lugar a donde este último nos va a llevar. Recomiendo leer ambos, aunque pronostico que ustedes sólo van a terminar el primero: de los que leen el de Piketty en Kindle, ninguno ha pasado de la Introducción (26 páginas).


          Parece destinado a ser uno más de los libros famosos que nadie es capaz de terminar. Pero, calma, tampoco importa terminarlo.

 

         

miércoles, 7 de enero de 2015

La Revolución Comenzó en la Justicia, por Hermógenes Pérez de Arce.


La Justicia ha sido secuestrada por la izquierda, sea por la existencia de Jueces
 ideologizados, sea por Magistrados comprados, amenazados  o simplemente 
ablandados por medio de halagos. La Justicia es la única desaparecida en
 nuestro terruño.




por Hermógenes Pérez de Arce.



          El actual proceso revolucionario no comenzó bajo este Gobierno, si bien él ha lanzado al ataque a sus “Cuatro Jinetes del Apocalipsis” del modelo de vida chileno (tributario, educacional, laboral y Constitucional): partió en la Judicatura. Cuando los Jueces dejaron de respetar las Leyes, los chilenos deberíamos haber previsto lo que venía después, o sea, que tampoco se iba a respetar nada de lo demás que caracterizaba nuestra convivencia civilizada y democrática.


          El otro día “El Mercurio” de Valparaíso entrevistó a un “Ministro en visita extraordinaria para casos de derechos humanos”, que ha sido la fórmula que la Revolución  de Izquierda registrada en los Tribunales ha discurrido para ejercer la venganza política contra los militares que salvaron a Chile de la anterior Revolución Armada de Izquierda en 1973. La izquierda no quiere que haya “Ni Verdad Ni Reconciliación”, como con tanto acierto titulé mi libro del 2013. Eso se logra mediante la venganza política en Tribunales, sin respetar siquiera las bases mínimas del derecho, no sólo chileno, sino ancestral.


          Se entrevista al Juez Jaime Arancibia Pinto, Ministro de la Corte de Valparaíso, que en el último año dictó doce autos de procesamiento contra uniformados, entre ellos dos Vicealmirantes, un Capitán de navío y varios Carabineros y civiles, por hechos de hace cuarenta años. ¿Por qué delitos? La panoplia que exhibe el Ministro es amplia y la elección parece quedar a su arbitrio, y no al de lo que dicen la Ley y los hechos, pues responde: “Pueden ser secuestro, homicidio, tortura, apremios ilegítimos, secuestro con grave daño, secuestro con resultado de muerte, asociación ilícita para delinquir…”


          Él con seguridad sabe que el único delito tipificable es el que no menciona, el de detención ilegal. Y entonces “se le sale” decir que investiga “cómo fueron aprehendidas” (y no “secuestradas”) las personas, es decir los detenidos.


          No pudo ser “secuestro” porque ése delito es propio de particulares, como lo dice el código expresamente, y los uniformados no actuaban como tales, sino como funcionarios del Estado, para quienes se configuraría, entonces, el delito de detención ilegal. Pero como hay una Revolución de Izquierda en el Poder Judicial, lo que diga la Ley no importa, sino importa el triunfo de la Revolución, y para ese efecto la detención ilegal tiene dos inconvenientes: primero, su penalidad es más baja y, segundo, se registra en locales Estatales y bastaría revisar cualquiera de ellos para saber que los detenidos hace cuarenta años ya no están ahí y, por consiguiente, la detención no puede ser calificada de “permanente” para burlar las eximentes de amnistía y prescripción.


          Pero la Revolución Judicial necesitó ayuda del Ejecutivo y la recibió del Presidido por Sebastián Piñera: como declara el Ministro Arancibia: “el Ministerio del Interior (a través de) su programa de continuación de la Ley 19.123” permitió reabrir causas antes sobreseídas.


          Es decir, otra institución ancestral del derecho penal, la cosa juzgada, es también “retroexcavada” por la Revolución Judicial de Izquierda a instancias del Ministerio del Interior de Piñera.


Entonces, hace cuarenta años, en Petorca y La Ligua, por ejemplo, Carabineros de un pequeño retén, que “temían atentados”, como dice el propio Juez, recibieron ayuda de civiles y formaron una “patrulla mixta que participó en la aprehensión de esta persona quien después resultó muerta”.


          Pero si murió, como dice el propio Ministro ¿cómo puede estar hoy secuestrada? Él, por supuesto, lo explica: “Si la persona no está visible se presume que hay un secuestro”.


          ¿Usted creía que otra de las instituciones ancestrales del derecho era la presunción de inocencia? Eso era hasta antes de la Revolución de Izquierda en la Justicia chilena: ahora lo que se presume ¡es el delito!  “Si la persona no está visible se presume que hay un secuestro”.


          ¡Pobres militares del '73... y algunos civiles!


          ¿Y la prescripción? El Ministro también tiene respuesta para eso: “porque son delitos de lesa humanidad que son imprescriptibles. Esa es una concepción que emana de la Segunda Guerra Mundial que se plasmó en los juicios que tienen lugar después del conflicto”.


          ¿Y en qué Ley chilena están contemplados esos delitos de lesa humanidad? En la que incorporó al Tratado de Roma al derecho chileno en 2009, pero resulta que esa misma Ley dice que sus normas no serán aplicables a hechos anteriores a su vigencia y, por lo demás, si usted lee en qué consiste el delito de lesa humanidad, se convencerá de que es mucho más aplicable a las conductas terroristas que tuvieron en Chile el MIR y el FPMR, por sus ataques a la población civil mediante atentados, que a las acciones de los agentes de seguridad para impedirles que las cometieran.


          Luego el periodista le pregunta al Ministro: “¿En Chile está derogada tácitamente la Ley de Amnistía?”. Y la respuesta es: “No, lo que ocurre con la Ley de Amnistía es que en este momento no se aplica, que es distinto. Pero también va a depender de cada Ministro, de cada Corte y de lo que diga la Corte Suprema en su momento”. Notable. La Ley rige, pero no se aplica y, en todo caso, depende…


          Si usted creía que su modo de vida estaba amenazado por “los Cuatro Jinetes del Apocalipsis” del “modelo chileno” tan admirado en todas partes, yo le digo que, antes de eso, usted no se dio cuenta a tiempo de que la Revolución les había abierto la puerta, hace muchos años, en el Poder Judicial, mediante una mayoría que se rió y ríe de las Leyes y que, cuando no le gustan, no las aplica. Ése fue el preámbulo necesario para la actual Revolución de Izquierda. Y los que deberían haber impedido que ella se consumara se hicieron cómplices de la misma y hasta cohonestaron la prevaricación de los Jueces. Ahora éstos, con toda transparencia, como lo hace el prudente Ministro en visita extraordinaria Jaime Arancibia Pinto, nos dicen que es demasiado tarde para el derecho. 


         Y ya amenaza serlo para todo el país.