miércoles, 25 de junio de 2014

La Revolución y Su Contradicción Vital, por Hermógenes Pérez de Arce.



Poder popular: otro eufemismo revolucionario para desfigurar la realidad e imponer las tiranías totalitarias que tanto gustan a nuestros izquierdistas.




La Revolución y Su Contradicción Vital,
por Hermógenes Pérez de Arce.


          Está tan avanzada la revolución en curso que hasta volvió el padre Berríos, después de su saludable (para el medio católico local) ausencia en África. Anoche me deleité viéndolo y oyéndolo en “El Informante” de TVN, más audaz, más izquierdista y más revolucionario que nunca. Fustigó, por supuesto, a la “cota mil” por nuevos pecados que no le había atribuido en sus anteriores anatemas: dijo que era “inmoral” y “escandaloso” que hubiera dos clínicas nuevas en San Carlos de Apoquindo, las de la Universidad Católica y la Universidad de los Andes, en circunstancias que deberían construirse en La Pintana y Puente Alto; aplaudió con entusiasmo el matrimonio homosexual; y si bien en lo del aborto no fue claro, se mostró dispuesto a discutir el tema y pareció no condenar a quienes lo practicaran; en fin, su apoyo al régimen revolucionario de Michelle Bachelet 2.0 fue explícito y dijo que aplaudía todas sus reformas.


          Si el padre Berríos las aplaude es porque estamos viviendo una revolución de verdad, con todos sus trastornos propios. Ya la Reforma Tributaria ha provocado la caída de las expectativas económicas a sus niveles más bajos desde la crisis subprime. Los cálculos de economistas publicados en días pasados estiman que por el solo concepto de menor crecimiento va a haber 2.400 millones de dólares menos en recaudación tributaria, lo que representa un 30 por ciento de los 8.200 millones más que se quiere recaudar con la Reforma.


          Y hoy en  “El Mercurio” se revela que Chile está entre los tres países con mayor caída en su crecimiento, caída en la cual sólo nos aventajan dos que son francamente mala compañía: Argentina y Venezuela.


          Las importaciones de vehículos en los primeros cinco meses del año han caído 18%, según el mismo diario.


          También él da cuenta de que el país ha caído siete puestos en el ranking mundial de inversión extranjera directa, según el informe UNCTAD de 2013. Ello fue consecuencia de las medidas socialistas del gobierno de Sebastián Piñera, que aparte de su preocupación por perseguir judicial pero ilegalmente a los soldados del ’73 (en lo que fue peor para éstos que los regímenes socialistas previos), subió impuestos, creó ministerios, subsecretarías y superintendencias costosos e innecesarios y vetó o postergó las inversiones en generación eléctrica indispensables para mantener el abastecimiento y bajar sus precios.


          En la Araucanía, el foco revolucionario más virulento, el Gobierno respalda al Intendente Huenchumilla, que se ha puesto a la cabeza del alzamiento general contra la legalidad y la producción económica regional, hasta yendo a visitar a uno de los asesinos del matrimonio de agricultores que fuera quemado dentro de su casa. El Intendente predica que los fundos deben ser quitados a sus dueños y entregados a los que no tienen tierras; dice que las empresas madereras deben marcharse de la región (algunas se están yendo a Brasil); pero incumple su ofrecimiento de “quemarse a lo bonzo”, lo que podría poner coto al clima de violencia en la zona.


          Huenchumilla es, de hecho, el único que puede disputar el título de cabecilla de la revolución a Eyzaguirre, quien ha tomado al pie de la letra las proclamas de “la calle” de 2011 y se apresta acogerlas y destruir los tres pilares de la libertad y la calidad en la enseñanza chilena, que son la posibilidad de emprender esa actividad de una manera económicamente viable (lucro), mejorar el nivel de los colegios particulares subvencionados (copago) y hacerse de un prestigio que atraiga a los mejores alumnos (selección).


Pero es consolador saber que en otros países la revolución socialista en la educación logró ser detenida. Hoy en la sección de “El Mercurio” “Hace Treinta Años” se da cuenta de la marcha de un millón de franceses en París contra las políticas educacionales socialistas de Mitterrand, cuyos pujos revolucionarios fueron contenidos por el pueblo y éste eligió después a una sucesión de gobiernos de derecha, tal como debería suceder acá tras el retroceso general que está provocando Michelle 2.0. Éste haría viable una futura alternativa de derecha. Lo malo es que, en opinión de la unanimidad de los analistas políticos, la derecha simplemente ha dejado de existir entre nosotros y sus dirigentes emprenden una desenfrenada e inexplicable carrera hacia el centro y la mimetización con la izquierda.


          Coronando su gesta revolucionaria, Michelle 2.0 anuncia ahora el retorno de una institución cuya supresión precisamente la izquierda aplaudió en su momento: los parlamentarios designados. Pues dice que promoverá una cuota de diputados y senadores mapuches, aunque no les alcancen los votos. Todo lo cual seguramente inducirá a muchos a preguntarse cómo hará el Gobierno para convencer a los candidatos que obtengan más votos que los designados, pero sean desplazados por éstos, de que seguimos “profundizando la democracia que tanto nos costó recuperar” y de que “la mayoría debe mandar”.
 

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