viernes, 14 de junio de 2013

A UN AÑO DEL CAUPOLICANAZO.





A UN AÑO DEL CAUPOLICANAZO.


Pudo ser una mañana cualquiera de un domingo de otoño. Una más de aquellas para ir a hacer deporte o de compras al supermercado o a la feria. Pero para muchos fue un día especial e inolvidable.


Por fin, después de mucho tiempo, se realizaba públicamente un acto recordando a nuestro ex Presidente Augusto Pinochet Ugarte con el estreno de un documental llamado “Pinochet” -ganador del Premio Hispania de Oro en el 6° Festival de Cine Hispanoamericano realizado en Estados Unidos-. Fue un evento masivo, conocido públicamente y con convocatoria abierta. Esta vez no sería algo a puertas cerradas donde participarían los mismos generales en retiro de siempre o en lugares alejados como el Club Militar de Lo Curro.

Esta oportunidad era especial. Y así fue también el lugar. Uno con fácil acceso y central, a cuadras del metro y con movilización casi a la puerta del recinto: Teatro Caupolicán.

Sí, el mismo que en su época de oro albergó distinto tipo de eventos, luego pasó a ser el Teatro Monumental, muy venido a menos bajo la tutela de Colo Colo y recuperado hace algunos años para ser nuevamente centro de espectáculos y eventos.

Pero la que pudo ser una magnífica jornada, terminó empañada por el odio de los mismos de siempre. Aquellos que pregonan la libertad y la tolerancia a los cuatro vientos, pero sólo a su conveniencia. Los mismos que golpean a ancianos y mujeres, pero cuando los enfrentan salen corriendo. Los mismos que atacan cobardemente a rostro cubierto y por la espalda.

Ya se sentía algo especial al bajar desde la Alameda por San Diego o Arturo Prat. A los pocos pasos uno sentía que no iba a ver un documental sino más bien era ir a un partido de alto riesgo.

No hubo mayor dificultad para hacer ingreso al teatro, salvo aguantar uno que otro insulto o escupitajo. Las cerca de dos mil personas ingresaron con calma al recinto.

Luego de unas emotivas palabras de Miguel Menéndez Piñar (nieto de Blas Piñar) y de Augusto Pinochet Molina, entre otras intervenciones, se dio inicio a tan esperado documental.

Al interior se vivía un ambiente de alegría, reconocimiento y eternos agradecimientos a nuestras Fuerzas Armadas y Capitán General. Aunque dependiendo de la ubicación obtenida, se sentía el picor del ambiente que ingresaba y ya daba cuenta de bombas lacrimógenas.

Los mismos que alegan contra la violencia de un régimen, le gritan “asesino” a todo aquel que piensa distinto, habían comenzado a actuar, como saben, con violencia y no entendiendo que vivimos en democracia, donde cada uno de los chilenos es libre de expresarse y de pensar como guste, democracia que ellos destruyeron y no restauraron, por cierto.

La salida fue algo lenta, pero de segura tuvo poco para todos quienes debieron caminar a pie hacia la Alameda o Avenida Matta.

Allí comenzaron los piedrazos y botellazos de los delincuentes de siempre, que cobardemente se esconden tras una capucha. Agredieron a muchos adultos mayores que ese día fueron en paz a ver un documental. También a mujeres de a pie o en sus automóviles.

Quizás el caso más recordado es el de Gina Fachinetti, fuertemente atacada por hombres y mujeres con escupos, golpes de puño e incluso patadas cuando no le quedó más que tirarse al suelo para intentar defenderse del brutal y cobarde ataque del cual fue objeto.

También se atacó a personas en vehículos, algunas lograron salir indemnes y otras terminaron en recintos de salud por fracturas debido a piedrazos recibidos.

Pero hubo un grupo que no se quedó de brazos cruzados. Unos comenzaron una especie de avanzada para así poder salir por Avenida Matta y caminar tranquilamente al metro Parque O’Higgins y ahí los “valientes” ya no lo eran tanto y retrocedían.

Sólo tienen bravura para atacar, como ya lo hemos dicho, a gente de edad y mujeres además de semáforos, locales comerciales y casas.

Nosotros entendemos y comprendemos el dolor de algunos por la violación de DD.HH durante el Gobierno Militar -y además solidarizamos con su dolor-, muchos de nosotros somos apuntados con el dedo por pertenecer al “núcleo duro del Pinochetismo”. Pero somos ante todo amantes de la paz, y si se busca en los archivos, nunca hemos sido nosotros los iniciadores de la violencia.

Siempre han sido ellos los que ni siquiera son capaces de sentarse y remar hacia la reconciliación -con legítimas diferencias-, pero pensando en las futuras generaciones, las que no merecen vivir con el odio que ellos han repartido por generaciones.

Resulta penoso ver a nuestro querido país tan dividido con gente que odie tanto a otra por el simple hecho de pensar diferente. Que sean capaces de descargar su ira rompiendo una automotora entera y que después, la prensa cómplice, intenta justificar.

Debemos dejar toda esa basura que nos sigue dividiendo y mirar al futuro, al bienestar de Chile y su gente, a que dentro de las legítimas diferencias, busquemos la unidad, pero no una forzada sino una de corazón, pensando en nuestros niños que no merecen vivir en un país donde se agrede a otras personas por el simple hecho de juntarse a ver un documental.

No podemos permitir que las consignas marxistas vuelvan a tomar fuerza, debemos estar unidos, atentos y alertas.

Debemos volver a derrotarlos de ser necesario, por el bien de Chile, de su gente y de todos los que quieren vivir en paz.

El pasado debe quedar en los documentales, en los libros y para los historiadores. Sin embargo, eso no significa que debamos olvidarlo, pero se debe aprender de él sin arrastrar odios ni rencores.

Chile es una gran nación en base a una institucionalidad sólida y un modelo económico que le ha traído progreso a la gente, aunque algunos digan que todo está en crisis.

Pero aquellas voces que encienden las alarmas son las  mismas que destruyeron el país ente 1970 y 1973, los mismos que agreden a Carabineros en las poblaciones o en las marchas, esos mismos que cubren su cara.

A esos, de ser necesario, hay que derrotarlos de nuevo, sin vacilación y con patriotismo, como ya lo hicimos una vez.

Y para eso estimados camaradas y compatriotas, debemos estar preparados. Hoy no se observan uniformados valientes en los altos mandos de sus instituciones cuando han sido capaces de abandonar a los suyos y dejarlos a merced de las huestes enemigas.

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