martes, 8 de septiembre de 2009

Bitácora de un soldado....5 días gloriosos.


CINCO DIAS DE UN GRAN MES,
por José Daniel Nieto Bernabeu.

A mis camaradas y amigos que vivieron esos días y que tienen buena memoria. Un relato muy apretado de la mayor experiencia personal por la que pueda pasar un soldado, y un recuerdo de las estrecheces y desgracias que soportaron aquellos civiles que no comulgaban con ruedas de carreta.

Viernes, 07 de Septiembre de 1973.
La situación que vive el país y las constantes marchas de protesta, bocinazos y el “cacerolazo” diario que escuchamos desde nuestras salas de clases y dormitorios nos mantienen en una especie de mal sueño constante, entre este contacto con una realidad exterior caótica y la nuestra muy distinta de orden y rutina propia del servicio. Las noticias que escuchamos en nuestras radios a pila (casi todos tenemos una) son desalentadoras. Pensamos que lo que escuchamos y vivimos al ir a nuestros hogares no puede estar ocurriendo en Chile. Recordamos que este tipo de cosas sólo ocurrían en los países vecinos, o en algún olvidado lugar de Centroamérica, Africa, o los países de detrás de la “Cortina de Hierro”. El día ha transcurrido con la monotonía típica del mes de Septiembre, entre clases y prácticas de desfile. El martes comienzan las prácticas para la Parada Militar en el Parque O’Higgins, y luego del 19 las tan esperadas vacaciones de Fiestas Patrias. Pero creo que este año no voy a desfilar. Un esguince sufrido en la campaña de esquí, en Junio, no ha sanado y tengo hora para atención en el Hospital Militar el próximo martes. Me habían dado hora antes, el 29 de Junio, pero ese día no me atendieron. El Regimiento Blindado Nº 2 se había sublevado en lo que se conocería después como el “Tancazo”. Hasta ahora había logrado pasar inadvertido, con la rodilla bien fajada y tomando analgésicos, pero últimamente la lesión ha empeorado y cada día me cuesta más disimular. No quiero dar parte de enfermo y que me dejen en la enfermería. Prefiero soportar el dolor y salir el fin de semana. Estoy contento eso sí. Por primera vez veré un desfile desde fuera de la fila y no tendré que rendirle honores a Allende ni a su séquito. Eso creo. Ya es tarde y hay que apurarse con el aseo de las dependencias y preparar el uniforme de salida, no vaya a ser cosa que el Oficial de Semana encuentre algo mal y nos deje adentro. En realidad me da lo mismo. Me acaban de comunicar que estoy de Subalférez de Servicio del Rancho el domingo, aparte que ya estamos acostumbrados a los acuartelamientos de última hora, que se han ido haciendo cada vez más habituales, pero hasta el momento nada anormal ha ocurrido y los Brigadieres y el Oficial de Semana están apurando las tareas, hasta que escuchamos la orden tan esperada. ¡Vestirse de salida, recibo cuenta en media hora! Terminada la revista propia del régimen interno y luego de las típicas recomendaciones, somos por fin despachados francos. Como acostumbramos, y a pesar que está prohibido, algunos nos vamos a la Av. Colón a hacer dedo. La verdad es que casi no es necesario. Siempre hay automovilistas que paran sin pedirlo, otros asoman sus manos haciendo el conocido signo de la victoria, y muchos pasan gritándonos “gallinas”. Ese es mi primer contacto con la vida real después de una semana inmerso en mis estudios y en el régimen interno de la Escuela. Se percibe una gran tensión en el ambiente, y de las primeras impresiones me entero por lo que cuentan las personas que amablemente se ofrecen para encaminarme hasta mi hogar, y no es raro que muchos desvíen su camino para llevarme hasta la puerta. Debe ser peligroso para Uds. salir solos, dicen muchos. Llegar a la casa, vestirme de civil y comenzar a preparar el panorama del fin de semana es una actividad casi automática. Las noticias que recibo de mis padres sólo confirman lo que he escuchado por radio, visto en la TV en las horas de casino, y lo que me contaron en el camino. El país va de mal en peor, pero por ahora mi prioridad es la diversión. Ya vendrán los años en que tenga que trabajar. Por hoy decido descansar y darle reposo a mi rodilla. Mañana hay fiesta. Somos varios los Cadetes y Subalféreces que vivimos cerca, tres “aviáticos” y cuatro militares conformamos un grupo inseparable. Nos ponemos de acuerdo para ir de uniforme a ver si pasa algo, porque siempre somos el polo de atracción de las “lolitas”, y los roces con los “paisas” son casi inevitables. Un detalle llama mi atención. Tenemos varios conocidos que viven el los alrededores. Son todos estudiantes extranjeros, principalmente centroamericanos, pero hay tres panameños que me consultan insistentemente cuándo es el golpe. Mañana al medio día, les respondo bromeando, y por último, Uds. serán los primeros en enterarse, agrego. Y para seguir chacoteando les pido que me informen si tienen alguna novedad. Al principio eran muy simpáticos, pero últimamente se ven más serios, como si algo les preocupara.

Sábado, 08 de Septiembre de 1973.
La mamá siempre se encarga de hacer milagros con lo poco y nada que se encuentra en el comercio, y nos tenía un guiso con algo de carne, y fruta en conserva de postre, ah, y el infaltable “chancho chino” para el pan negro que se vendía por cantidades limitadas, y un cartón de cigarrillos Liberty que conseguimos con el papá de un ex compañero del colegio que tiene un local en el Mercado Presidente Ríos, de calle Marcoleta. Yo conservo una cajetilla de Lucky desde el 29 de Junio, cuando me fumé el último cigarrillo de esa marca, y pongo en ella los Liberty al revés, para ocultar la marca. Debido al desabastecimiento no se estila pedir ni convidar puchos completos, y si me piden la “corta” pasan colados. El día transcurre como siempre. La fiesta estuvo muy buena, pero a la hora de retirarme, más o menos temprano porque en pocas horas estaré de servicio, me encuentro con una desagradable novedad. Mi terciado, el Sable y los guantes blancos han desaparecido ¡y no puedo llegar a presentarme a la Escuela en esas condiciones! Además necesito ese equipo para cumplir mi servicio. Pero la suerte está de mi lado y un compañero mío que vive cerca tiene el equipo necesario y me lo presta. Esa noche no duermo tranquilo pensando en el servicio del día siguiente. Será mi primera vez. Desde el uno de Agosto somos los alumnos más antiguos de la Escuela, ya que el curso de Alféreces, había sido promovido a Subtenientes a fines de Julio. A contar de entonces nosotros asumimos todas las funciones que les correspondía realizar a ellos.

Domingo, 09 de Septiembre de 1973.
He llegado temprano a la Escuela y a las 08:00 en punto estoy en condiciones de comenzar mi servicio. Debidamente uniformado y equipado me presento al Oficial de Servicio. Pienso en mis compañeros de colegio y en como lo estarán pasando en sus hogares, sin esta carga adicional de cumplir funciones de gran responsabilidad y estudiar a la vez. Pero todo tiene su recompensa. El Servicio en el Rancho es relativamente tranquilo y me permite comer cosas que de otra forma serían impensables. Los panaderos y rancheros se esmeran por preparar las comidas para el personal de servicio y los castigados, y me ofrecen un rancho especial. Carne, huevos, puré de papas y fruta fresca…pan blanco y bollitos de huevo, y mucha mermelada, mantequilla y leche con sabor, todo un lujo para la época. Si hasta en la Escuela se ve el desabastecimiento de todo. Sólo los deportistas seleccionados recibimos raciones especiales, pero el resto lo que haya disponible. El día transcurre sin sobresaltos y aprovecho parte del tiempo para preparar el equipo de formación que usaremos en las prácticas para la Parada, “por si las moscas”, porque estoy seguro que el martes me enyesarán la rodilla y quedaré con servicio liviano. Aprovecho también de repasar inglés, que es uno de mis ramos débiles. Entre las 21:00 y las 23:00 llegan mis compañeros que se encontraban francos, contando las copuchas y entretelones del fin de semana, y luego del bullicio inicial, viene el silencio del dormitorio alumbrado con una luz mortecina de color rojo, interrumpido por los pasos y conversaciones en voz baja de los Subalféreces que cumplen el rol de “imaginaria” y cuya misión es velar por nuestro descanso. A media noche y luego de revistar los comedores y las dependencias del rancho y la panadería, viendo que todo esté preparado para el día siguiente, solicito permiso al Oficial de Servicio para retirarme a descansar.

Lunes, 10 de Septiembre de 1973.
Me levanto más temprano que el resto, puesto que debo continuar mi servicio hasta las 08:00. Paso revista a los comedores y veo que todo se encuentre en condiciones de servir el desayuno a toda la Escuela. Yo desayuno con el Oficial de Servicio en una mesa especial aparte del resto, termino mi servicio, hago entrega de mi puesto al Subalférez entrante, me presento al Oficial de Servicio saliente y me reintegro a mi Compañía a continuar con el régimen interno dispuesto para ese día. Todo transcurre en forma normal y continuamos preparando nuestro equipo para las prácticas que nos esperan mañana. Pero hay un detalle diferente. Las unidades llevarán munición de guerra en sus cartucheras y habrá una granada de mano por escuadra. ¿Seguridad? La verdad es que a estas alturas ya no le damos mayor importancia a este tipo de detalles. Hace ya mucho tiempo que hemos perdido cualquier esperanza de que las cosas cambien, y vemos que el país marcha directo al abismo ¡mientras nosotros nos preparamos para ¡prácticas de desfile! Kafkiano por llamarlo de alguna manera. Pero el día nos reservaba una sorpresa. Terminadas las actividades diarias llega la hora de la retreta, esa actividad tan esperada, porque después de esa formación de término del servicio podemos retirarnos a dormir y reponer energías. Formados en el “Patio Alpatacal” comienzan a dar cuenta de sus unidades los distintos mandos al Teniente Oficial de Servicio. Luego éste da cuenta al Capitán Oficial de Ronda, personaje al que siempre se le ocurre alguna actividad sorpresa, como competencia de canto, series de giro, etc. Esta vez no ocurre nada y se presenta el Mayor Jefe de Ronda. Conversan algo entre ellos y de pronto llega el Subdirector. Recibe cuenta y minutos después hace su aparición el Director de la Escuela. ¡Eso ya es totalmente anormal!. El Sr. Coronel Nilo Floody Buxton comienza por darnos un breve resumen del acontecer nacional…lo único que queremos es que termine rápido para poder pasar al reposo…pero continúa citando eventos de la Revolución Española y del asedio del Alcázar de Toledo (En el Alcázar funcionaba la Academia de Infantería de Toledo), y la historia del Coronel español Moscardó, cuyo hijo fue hecho prisionero por los marxistas y a cambio de su vida le pedían rendir el Alcázar. La historia es conocida. Moscardó no rindió el Alcázar y su hijo fue asesinado por las hordas marxistas. Nuestro Director, después de una arenga aludiendo ese hecho, terminó sus palabras señalando solemnemente algo así como. “Subalféreces y Cadetes. Tengo la convicción que llegado el momento Uds. estarán conmigo y con sus Oficiales, y sabrán cumplir con su deber de jóvenes soldados. Descansen esta noche, porque mañana será un gran día para Chile. Buenas noches Escuela”. El Oficial de Servicio ordenó retirar las unidades a sus respectivas cuadras (dormitorios), y mientras nos dirigíamos a la nuestra comentábamos y hacíamos conjeturas respecto de las palabras de nuestro Director. ¿Qué nos había querido decir? ¿No fue él mismo quien nos pidió no hacerle un acto de agravio a Allende en la ceremonia de investidura de los Subtenientes en Julio pasado, cuando debido a una idea que se me ocurrió el 29 de Junio, al ver que el “Tancazo” no era el movimiento que todos esperábamos, propuse la idea de no responder al saludo que tradicionalmente hacen las autoridades que presiden la ceremonia? Pero inmediatamente recordamos que cuando se enteró, reunió a la Escuela y nos pidió confiar en él y en los mandos superiores, y recalcó que una acción de esa naturaleza le costaría la carrera y muchas cosas peores podrían precipitarse. En fin, lo que fuera, mañana lo sabríamos y nos retiramos a descansar no sin antes darle un último “toque” al equipo de formación, pero con un sentimiento raro producto de las palabras de nuestro Director.

Martes, 11 de Septiembre de 1973.
La diana es un poco más temprano que de costumbre. Lo atribuyo a las preparaciones en el Parque. Desayunamos y al dirigirnos a nuestras cuadras podemos ver brevemente que hay varios buses de la ETC. correctamente estacionados en el patio del frontis de la Escuela. Ese será nuestro medio de transporte hasta el Parque. Yo me presento a mi Teniente Comandante de Sección y le recuerdo que tengo hora en el Hospital Militar. Me dice que espere y que me vaya a mi sala de clases junto al resto de mis compañeros. Algo raro flota en el ambiente. A las palabras de mi Coronel Floody anoche, en vez de estar equipándonos para ir al Parque nos mantienen en las salas de clases, y lo raro es que no llega ningún profesor. Pero aún es temprano, no son las 08:00 todavía. Como siempre, nos ponemos a escuchar nuestras radios y recibimos las primeras noticias de que algo raro ocurre en el centro de Santiago. Desde las ventanas vemos aterrizar unos helicópteros UH 1 y uno o dos “Pumas”. A las 08:00 captamos en la radio la transmisión del Primer Bando de la Junta Militar de Gobierno, y las instrucciones que se dan a la población civil. La algarabía y los gritos de felicidad son indescriptibles. En esa actividad de festejo estábamos cuando entra a la sala nuestro Oficial Comandante de Sección vestido en tenida de combate y nos hace formar en el pasillo. Lo mismo hace el resto de nuestros cursos. En seguida somos conducidos al sector de los servicios de la Escuela, que raramente frecuentamos. Ahí hay varios cajones de armamento y munición apilados y se nos entregan fusiles automáticos SIG, nuevos, cargadores y sus respectiva munición, y el atalaje, bayoneta y porta cargadores para ese tipo de armamento. Todo parece un sueño y las acciones son casi automáticas. Ya equipados regresamos a nuestras salas y dejamos nuestro equipo formando pabellones en el patio frente a cada curso. Seguimos escuchando radio y la alegría es cada vez mayor. Ya no se trata de otro “Tancazo””. Ahora la cosa parece que va en serio. A la distancia escuchamos algunos disparos que vienen del centro o de otros lugares que no identificamos, pero ya no hay dudas y la rosca se armó….y en grande. El tiempo pasa como en cámara lenta y de pronto nos llaman a formar. Nos equipamos para el combate y nos trasladamos a un sector detrás de la Escuela. ¿Pero y mi rodilla? ¿Qué pasa con ella que ya no me duele? ¿Y la hora del Hospital, la voy a perder nuevamente? ¡A la cresta, esto es más importante! En el lugar hay varias unidades formadas y equipadas. Hace su aparición el Comandante del Batallón. Viste una tenida muy divertida, mezcla de tenida de combate, chaquetón modelo escuela y coscacho. ¡Coscacho! si eso no se usa. Nos da una breve descripción de lo que ocurre, asigna misiones a las unidades, y se nos entregan cuellos y brazaletes color naranja. De ahí somos conducidos a los buses, esos que nos llevarían al Parque. Se nos ordena cargar, preparar, y asegurar el armamento. A los pocos minutos sube al bus un Capellán en tenida de combate, reza una oración, nos rocía con agua bendita y nos da la extremaunción. Creo que fue en ese momento cuando todos caímos en cuenta de la realidad y del peligro que acechaba. Pero el ánimo y la moral estaban en su pick. La adrenalina brotaba por los poros y lo único que queríamos era partir luego, a dónde fuera que el destino quisiera. Y muy pronto nos enteramos de ese destino. ¡Objetivo: La residencia presidencial de calle Tomás Moro! Sabíamos que estábamos bien instruidos y que nuestros Oficiales eran de élite. En pocas palabras, nuestra Cuarta Compañía era, y así nos sentíamos, la mejor unidad del Ejército de Chile, el “Siempre Vencedor, Jamás Vencido”. Eramos la reencarnación de aquellas Cien Aguilas bravas que en otros tiempos heroicos salieron, de este mismo Alcázar en vuelo triunfal.

El resto es historia conocida por todos, olvidada por otros y deformada por muchos. Por primera vez en la historia durante la llamada Guerra Fría, un país situado en los confines del mundo, daba un golpe mortal a las hordas marxistas nacionales e internacionales que asolaban nuestra tierra y amenazaban nuestra existencia, derrotándolas inapelablemente en todos los frentes, para comenzar desde el primer día la ardua tarea de la Reconstrucción Nacional. ¡Y nuestra generación estuvo presente, y fuimos actores principales, no de reparto, escribiendo uno de los capítulos más trascendentales de la historia de nuestra Patria!

Dedicado a los caídos en el cumplimiento de deber, y a los prisioneros políticos encarcelados por haber sabido cumplir con ese mismo deber.