El Asalto al
Palacio de Invierno,
por Hermógenes Pérez de
Arce.
Las tres cosas más cuidadosamente ocultadas de
la vista de los chilenos en los últimos días han sido la amplitud de la
amnistía que dictó Nelson Mandela en Sudáfrica, pues ella abarcó a ambos bandos
y no sólo a la guerrilla subversiva, como en Chile; el resultado de la encuesta
PISA, revelando que la educación particular pagada chilena supera por mucho a
la pública e incluso los niveles de países de la OECD (por ejemplo, Polonia) lo
cual aconsejaría generalizarla, en vez de suprimirla, como propone "El
Otro Modelo", que entrará pronto en vigor; y, en fin, el hecho de que el
recién fallecido monseñor Alfonso Baeza fuera un gran defensor de los presos
pertenecientes a la guerrilla izquierdista, por la cual se jugó y en cuyo beneficio
obtuvo por Ley la libertad de numerosos condenados por actos de terrorismo
cometidos después de 1990, bajo la plena democracia prevista en la Constitución
de 1980. Porque ya Aylwin y Frei habían perdonado ampliamente a los terroristas
de izquierda condenados durante el Gobierno Militar. Todos perdonados en nombre
de la "paz social".
Cuando después se presentó un proyecto,
patrocinado por Parlamentarios de la Alianza y la Concertación, para conceder
igual rebaja de pena y con la misma exigencia de haber cumplido diez años de
prisión efectiva, en favor de los condenados por supuestos delitos contra los
derechos humanos bajo el Gobierno Militar, nadie de la Iglesia se interesó, ya
no importó nada "la paz social" y el proyecto se perdió en el Senado
por 17 votos contra 15, pues a última hora "se dieron vuelta" dos Senadores
DC con cuya aprobación se contaba.
Después de eso y ya bajo la administración
Piñera la persecución contra los presos políticos militares se ha acentuado,
impulsada por el propio Gobierno, que ha multiplicado las querellas por hechos
amnistiados y prescritos y ha agravado las condiciones penitenciarias, al
suprimir el penal "Cordillera" en que ellas eran mejores, y trasladar
a los respectivos presos a un recinto hacinado y alejado de los
establecimientos hospitalarios en que deben atenderse, pues son ancianos y
enfermos en su mayoría.
En ese sentido el gesto de la pobladora
izquierdista Catalina Castillo, irritada por el aprovechamiento Presidencial
con fines propagandísticos de las exequias del sacerdote defensor de la
guerrilla, seguramente interpretó, sin quererlo ella, por cierto, a buena parte
de la familia militar, aunque ningún miembro de ésta haya incurrido nunca en
semejantes excesos para expresar su desencanto ante el doble estándar, la
persecución ilegal y las promesas Presidenciales incumplidas.
En ese contexto de doble estándar y
ocultamiento de verdades "políticamente incorrectas" continúa su
curso la Revolución Chilena sin empanadas ni vino tinto, un capítulo decisivo
de la cual se concretará el próximo domingo. Por comparación con la Revolución
Francesa, un capítulo similar al de la transición entre los Estados Generales y
la Asamblea Constituyente se anuncia en el programa de Michelle Bachelet.
Después vendrá, por comparación con la Revolución Rusa, el Asalto al Palacio de
Invierno, en que también serán arrasados los Kerenskys que han contribuido a
llevarla a ella al poder.
Para eso se ha requerido acá, por supuesto, de
la completa anulación de la derecha política, que ha dado pasos tan nefastos
para su propia existencia y para la sobrevivencia de una sociedad libre como lo
fue apoyar el ascenso de Sebastián Piñera al poder, quien ha lanzado las
últimas paladas de tierra sobre la tumba de aquélla al ponerse a la cabeza del
"Septiembre Rojo" condenatorio del Gobierno Militar que la misma
apoyó e integró.
Por una de esas ironías de la Historia, la
fuente inspiradora del inminente paso de nuestros Estados Generales a nuestra
Asamblea Constituyente han sido los estudiosos de una universidad fundada y
regentada por hombres de negocios de derecha, ahora think tank de izquierda.
Fue creada con la mira de defender sus ideas, pero ha terminado propagando las
contrarias, pues de ella se apoderó ya hace años un "soviet" que ha
trabajado y sigue trabajando efectivamente en pro de la Revolución en curso.
Otro renunciamiento memorable se ha concretado
en estos días cuando el CEP, Centro de Estudios Públicos, think tank
supuestamente dedicado a entregar los fundamentos morales e intelectuales de
una sociedad libre, ha resuelto suplementar su consejo directivo con una
mayoría de centro-izquierda, uno de cuyos miembros integró el principal montaje
político-publicitario de la Concertación para sentar en el banquillo de los
acusados al Gobierno Militar, la Comisión Rettig, que no entregó "Ni
Verdad ni Reconciliación" (título de mi último libro) y cuyo Director
subrogante actual fue parte del segundo gran montaje publicitario en contra del
Gobierno Militar, la "Comisión de la Prisión Política y la Tortura",
que concedió pensiones a cerca de treinta mil izquierdistas que acudieron a
declararse "torturados" ante ella a un ritmo de ciento cuarenta casos
diarios cuidadosamente examinados, y con completo olvido, por no ser ello pertinente,
que uno de los capítulos por los cuales la mayoría democrática de la Cámara
pidió a los militares poner término al Gobierno de Salvador Allende fue el de
la sistemática tortura a meros opositores políticos.
Entonces, podemos ver lo que está pasando y, en
función de eso, prever lo que va a pasar, todo financiado originariamente por
la derecha (creo que Lenin fue el que dijo que los empresarios les van a vender
a sus verdugos la soga con que los van a ahorcar): primero el paso de los
Estados Generales a la Asamblea Constituyente, que va a ser muy similar al de
la Revolución Francesa; y luego el Asalto al Palacio de Invierno, cuando, como
en la Revolución Rusa, no sólo los derechistas que financiaron todo, sino
también los Kerenskys que se congraciaron con los bolcheviques, van a tener que
salir huyendo.
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