La historia falseada a desdibujado la realidad, pero la verdad, aunque tarde
llega para evitar repetir los errores del pasado.
Mentira,
por Adolfo Ibáñez.
"Para mentir y comer pescado hay que tener
mucho cuidado", reza el refrán. Se refiere a que aquel que miente, pronto
queda en descubierto. Sin embargo, el problema de hoy radica en que las
técnicas comunicacionales, minuciosamente estudiadas por la publicidad
comercial, sumadas a la amplitud de cobertura de los medios y de las redes,
permiten difundir y reiterar las mentiras hasta presentarlas como verdades
obvias.
La mentira es un engaño. Tan sencillo como eso.
Sin embargo, no siempre es fácil detectarla y, menos aún, denunciarla. La misma
lengua se presta para ocultarla. La explicación de esta palabra que entrega el
diccionario de la Real Academia Española constituye un ejemplo para la
antología de la mentira, al difuminar su definición hasta dejarla inocua.
Este último tiempo se ha prestado para este ejercicio
con motivo de los 40 años del Once. Hay que reconocer que han armado una confusión magistral entre el golpe y el Gobierno
militar, pretendiendo deslegitimar al primero y denigrar a quienes
contribuyeron decisivamente para dotar al país de una institucionalidad que nos
permitió superar largamente la postración anterior. La coincidencia con la
campaña Presidencial ha permitido amplificar este fenómeno comunicacional. Y
pareciera que la buena situación económica facilita el hecho de falsificar la
historia. Como se trata de un asunto intangible, que no afecta en lo inmediato
al bolsillo ni a lo cotidiano, es más difícil que se genere una reacción. No es
la primera vez que vivimos esta situación. La Independencia y la negación de
nuestros orígenes constituyen un grueso antecedente. Y se podrían citar otros
ejemplos.
En Argentina y en Venezuela, sus Gobiernos se
han empeñado también en mentiras para justificar su revolución o su modelo, con
el resultado de que ambos países se han empequeñecido. La diferencia radica en
que en ellos se ha deteriorado conscientemente la economía, como medio para
alcanzar sus metas y mantener el poder. Y eso trae un malestar material que
despierta más rápidamente una reacción popular, a la vez que señala con más
claridad un camino de rectificación.
Al comer pescado uno se puede atragantar y
quedar con riesgo vital. Las mentiras son espinas que aparecen más tarde como
un veneno en el alma que despotencia a las personas y a las sociedades que así
se han alimentado. No hay que confundirse: el subdesarrollo no es un asunto de
crecimiento material, sino una enfermedad del alma cuyo origen ya no es posible
desconocer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario