Punta Peuco el odioso Gulag chileno donde la izquierda y sus
Jueces asociados
se vengan de nuestros
Militares.
Unas Horas con los
Muertos-Vivos,
por Hermógenes Pérez de
Arce.
Asistí a un festejo navideño en
el Gulag Chileno, llamado Punta Peuco, donde la izquierda, la DC y su carnal
Piñera (que traicionó a aquéllos tras prometerles un juicio justo, pero sólo
para captar sus votos) mantienen confinados a 65 soldados de los que pusieron
el pecho a las balas terroristas después de 1973. Hoy son presos políticos,
porque ninguna ley autoriza privarlos de libertad.
Su promedio de
edad es 76 años, pero los hay numerosos que son octogenarios. Algunos están
afectados de Alzheimer, y no saben dónde ni por qué están, no obstante que
muchos sin Alzheimer tampoco lo saben, pues nunca cometieron delito alguno. Y
aun quienes los cometieron tienen derecho a la amnistía, la prescripción y la
cosa juzgada, ninguna de cuyas eximentes se les respeta en la forma cómo se les
ha reconocido a los terroristas.
Uno de los
primeros que se me acerca al llegar es el Suboficial de Carabineros Gamaliel
Soto, de Temuco, para agradecerme un artículo en su defensa, que escribí tras
él ser condenado a diez años por un secuestro que no cometió. “Pero debo
rectificarlo”, me dice, “pues usted afirmó que yo detuve a una pareja de
médicos del MIR en 1973 y la entregué sana y salva en un cuartel de la FACH,
pese a lo cual estoy condenado por mantenerlos secuestrados hasta hoy. En
realidad, ni siquiera los detuve: yo sólo estaba en la Comisaría cuando desde
ella fueron llevados a la FACH y lo único que hice fue mirarlos partir. No tuve
ninguna participación”.
Está resignado a seguir muchos años
preso, en una nueva categoría, pues a la de “haber estado ahí” y la de “no
haber estado ahí, pero ser acusado de estarlo” se añade la de “haber mirado
ahí”. Porque en Chile no hay Justicia para los PPM (presos políticos
militares), a quienes ni siquiera, muchas veces, se les otorgan beneficios
carcelarios que a los delincuentes sí se les dan.
También se me
acercó José Cáceres, Oficial de la Armada condenado a cinco años y un día en
memorable fallo redactado por el ex Ministro de Justicia, Luis Bates. En el
fallo se refiere a los Oficiales como “los delincuentes”, no siendo ése su
oficio, sino el de Oficiales de la Armada; habla de que “se levantaron en armas
contra el Gobierno legítimamente instalado” y acusa a Cáceres y otros de
mantener secuestrado al extremista Rudy Cárcamo desde 1974 hasta la fecha, en
circunstancias que no hubo secuestro, sino detención, y que el detenido fue
llevado al cuartel Ancla 2 de Talcahuano. Pues, según el Código, los
particulares “secuestran” y los funcionarios uniformados “detienen”.
Cáceres, que jamás siquiera supo de
Cárcamo, agradece mis referencias a su situación y me informa que, estando
completa y oficialmente acreditado que él no estaba en el cuartel Ancla 2 en la
fecha de la detención, ha interpuesto ante la Corte Suprema un recurso de
revisión de la sentencia que lo condenó.
Ésta es notable, porque fue dictada a
raíz de un recurso de casación del Ministerio del Interior de Piñera contra
sentencias de primera y segunda instancia que habían condenado a los marinos a
541 días de pena remitida, con lo cual se habían conformado querellantes y querellados.
Pero el odio marxista, ampliamente acogido por el régimen del referido Piñera,
pudo más y consiguió que la sala penal de la Corte Suprema, que todavía odia
más a los militares que el Gobierno anterior, les subiera la condena a cinco
años y un día de pena efectiva. Por “haber estado ahí” (que es lo único
probado) y hasta, en el caso de Cáceres, por “no haber estado ahí”.
Durante la visita
estoy cerca de un reo octogenario que parece muy conforme comiendo una empanada
que le han llevado sus camaradas. Éstos me dicen que él no sabe dónde está ni
por qué, no obstante lo cual los jueces inquisidores lo convocan a careos con
personas a las cuales, por supuesto, no reconoce, y en cuyo curso manifiesta
creer que ha vuelto a su hogar. En los países civilizados se considera un
atropello a los derechos humanos mantener preso a un octogenario que ha perdido
la razón, pero en Chile, en lugar de liberarlo por respeto a sus derechos
humanos, la dictadura Judicial lo castiga por violarlos.
Más tarde se me
acerca y me abraza el “villano favorito” de los Jueces de izquierda, el Brigadier
Miguel Krassnoff. Es todo un caballero y su hoja de servicios en el Ejército
fue brillante, pero decidió acogerse a retiro cuando comenzó la persecución Judicial
ilegal en su contra, todo a partir de la famosa carta de Aylwin a la Corte
Suprema pidiendo desconocer la amnistía. Hoy he leído, ya sin sorpresa, un
artículo de elogio a Aylwin de un columnista de derecha en “El Mercurio”, bajo
el título de “El Presidente de Todos”. Pero ciertamente no lo es de los PPM,
contra los cuales abrió la compuerta a la dictadura Judicial de izquierda que
los ha enviado y seguirá enviando al Gulag Chileno, Punta Peuco.
Como decía un
correligionario suyo, que en paz descansa, Aylwin usó a los militares para
echar a los comunistas y luego usó a los comunistas para condenar a los
militares, lo cual ha despertado la admiración de la derecha salvada por los
primeros, pero eternamente malagradecida.
Un uniformado en retiro que ha
organizado el festejo para los muertos-vivos me pide que les dirija unas
palabras. Yo les agradezco lo que hicieron por Chile, en nombre de los salvados
por ellos, tanto agradecidos como malagradecidos, y los insto a que escriban el
relato de la verdad de sus respectivos casos, pues ésta desafía toda
verosimilitud.
Poco antes se me había acercado el General
Ruiz Bunger, quien fuera baleado por el Frente terrorista rojo junto al General
Leigh, y que a raíz de ello perdió movilidad en el lado izquierdo. Quien le
disparó, Pablo Muñoz Hoffman, fue reconocido por él al ser detenido. Acudió
entonces al Juez de izquierda pertinente, pero éste le dijo que no podía
proceder contra el extremista, basado en su solo testimonio.
El Brigadier
Willeke, de ascendencia alemana, que cumple condena por el caso Prats, no
obstante que la Jueza argentina Servini de Cubría le dijo textualmente: “Yo sé
que usted no tuvo que ver en el caso Prats, pero necesito que me diga todo lo
que hacía la DINA”, y como se negara a revelarle a una extranjera los secretos
de inteligencia chilenos, cumple condena y entonces les hace clases de alemán a
los otros prisioneros políticos.
Pero el Gulag
Chileno es un presidio de caballeros y no de delincuentes, y por lo tanto
funciona bien. Los baños están limpios, porque ellos los asean. Hay orden,
porque ellos lo respetan. Hay actividades constructivas, porque ellos las
organizan. Conversé con el campeón de ajedrez del recinto, un oficial de
apellido italiano.
No pude dejar de
recordar, por contraste, cuando en los ’60 el Ministro del Interior de Frei
Montalva, Bernardo Leighton, el “Hermano Bernardo”, que era “hermano” para la
izquierda, pero no para la derecha, ordenó encarcelar a la directiva del
Partido Nacional en la hacinada cárcel pública, a raíz de una declaración que
estimó sediciosa. El Presidente del PN, el reputado jurista Víctor García
Garzena, debió pernoctar en una celda colectiva, con delincuentes comunes, y
cuando manifestó, a la mañana siguiente, un deseo insólito para el penal, el de
ducharse, los reos le dijeron que primero debían limpiar el suelo cubierto de
excrementos, y lo hicieron; después, reconociendo su condición, hicieron un
círculo alrededor de él, manteniéndose de espaldas, con el mayor respeto,
mientras don Víctor se duchaba.
El odio de la
izquierda pretende empeorar todavía más la condición de los PPM, siguiendo la
despreciable línea de Piñera, y mandándolos a un penal común, donde el
hacinamiento general les impida llevar una existencia ordenada como en Punta
Peuco. Ya una mujer izquierdista odiosa denunció haber visto en el Hospital
Militar al Brigadier Krassnoff sin grilletes ni el chaleco que dice “imputado”,
y lo ha denunciado, lo cual se ha traducido en que a otros Oficiales les exijan
usarlo y engrillarse. Pero ellos se han negado a concurrir en esa forma, con
perjuicio para su salud, pero no para su dignidad.
Las cárceles
comunes son indecentes y dispensan un tratamiento que ni siquiera los
delincuentes merecen. El Gulag Chileno, por el contrario, es una cárcel
decente, pero no por virtud del Estado, sino porque sus internos son personas
decentes, aunque los fallos sesgados de la Justicia DC y de izquierda les
imputen conductas delictivas.
Y alguna vez, cuando
tengamos un Gobierno decente, muy distinto, por cierto, del anterior y del
actual, en Punta Peuco se podrá levantar un memorial de los abusos y atropellos
que allí se cometieron contra ancianos soldados que lo único que merecen y no
tienen es igualdad ante la Ley y el agradecimiento de su pueblo.
Nota de la Redacción:
Desde estas páginas, y después de mucho tiempo sin poder visitar
a nuestros presos políticos, por problemas de salud y de logística, deseamos a
todos estos héroes una feliz Navidad, festividad en la que los católicos y
cristianos festejamos el nacimiento de Jesucristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario