El estalinismo está de vuelta en nuestro país, como lo demuestra el sectarismo y el prohibicionismo que están desatando y que cuénta con el respaldo de una oposición sin ideas ni valores. |
Todos Son Karol Cariola,
La Diputado
comunista Karol Cariola ha presentado una moción de Ley (Boletín de la Cámara de
Diputados número 9746-17) para castigar con penas de presidio que van de tres
años y un día a veinte años y multas entre 21,5 millones y 129 millones de pesos a quien
despliegue cualquier “actividad que comprenda tanto actos de honor, apología o
alabanza, como de negacionismo o justificación respecto del golpe de Estado del
11 de septiembre de 1973, de sus perpetradores y colaboradores, tanto civiles
como militares”.
Por ejemplo, si usted me elogiara a mí, en los comentarios al pie de este blog, podrían meterlo preso y multarlo en un mínimo de 21,5 millones de pesos. Mejor insúlteme, como lo hacen varios.
Como una Ley no escrita de la política chilena dice que acá siempre se termina haciendo lo que dicen los comunistas, podemos suponer que esta moción terminará convirtiéndose en Ley, sobre todo si la Presidente, que probablemente concuerda con sus términos, resuelve patrocinarla y calificarla con urgencia.
Eso
significaría, por cierto, el término de este blog, de manera que cualquiera
puede calibrar la gravedad nacional de la iniciativa. Pero quiero hacer
una advertencia: en los hechos ya está sucediendo en Chile algo parecido a lo que
se propone la moción de Karol Cariola. Un precedente de la moción de ella
fue la criminalización del apoyo al Gobierno Militar que promovió Piñera,
cuando proclamó a todos los partidarios de éste como “cómplices pasivos”, lo
que equivalió a darle una connotación delictual al régimen que salvó a Chile
del comunismo y de la guerra civil.
Pero, además, díganme si no se dirigen al mismo propósito las siguientes situaciones de generalizado conocimiento que ocurren de un tiempo a esta parte entre nosotros:
1) El
reciente acuerdo del Consejo General de Renovación Nacional de suprimir, en su
declaración de principios, toda referencia al Gobierno Militar (entre
paréntesis, la moción de Karol ordena al Ministerio de Educación prohibir todo material
de estudio escrito, sonoro o audiovisual que diga “Gobierno Militar” o “Régimen Militar”, en lugar de “dictadura
cívico-militar”, que será la única expresión permitida).
2) Las
declaraciones públicas de destacados intelectuales de derecha o admirados por
los políticos de derecha, como el economista Sebastián Edwards y el abogado
Enrique Barros, instando a los partidos de la Alianza a desligarse de una vez y
del todo del Gobierno Militar; y, en particular, la sugerencia del segundo de
ellos, recomendándoles excluir toda referencia a la obra de ese Gobierno en sus
declaraciones de principios.
3) Los
actos de repudio de connotados personajes de derecha, que a su turno fueron antes
fieles servidores del Gobierno Militar, a la obra de este último, el más terminante
de los cuales fue el del Ministro del Interior de Piñera, Andrés Chadwick, que
reunió una cantidad de epítetos sin precedentes en su "acto de contrición", para
descalificar al Gobierno al cual sirvió antes de servir al del referido Piñera.
4) El
excelente discurso, recibido con una “standing ovation” de los empresarios de
Enade (este homenaje lo reservan sólo para ex comunistas; recuérdese el que le
rindieron años ha a Eyzaguirre) del ex miembro de las JJ.CC y actual escritor Roberto
Ampuero, quien incluyó la siguiente prueba textual de corrección política, refiriéndose
a Michelle Bachelet: “sufrió bajo la dictadura chilena tortura y cárcel
política”. Lo malo es que la frase contiene una doble falsedad, pues Michelle
ha reconocido explícita y reiteradamente no haber sido torturada (yo la vi
hacerlo en TV hace años y hace poco ratificó que la tortura había sido
“sicológica"); y además no fue apresada por motivos políticos, sino por comprobada
y reiterada colaboración con el MIR, movimiento terrorista que asesinaba
indiscriminadamente a civiles y uniformados. Por eso, mal puede decirse que se
trató de “cárcel política”. Lo que sí obtuvo fue una “liberación política”,
porque los amigos aviadores de su padre intercedieron para que fuera puesta en
libertad, libre cargos, lo que aprovechó para irse a Australia y luego a
Alemania Oriental.
5) Merece
párrafo aparte el acápite del discurso del mismo Roberto Ampuero que dice:
“Pocos justifican hoy las acciones de la dictadura en el campo de los derechos
humanos. Justificarlas tiene a estas alturas un precio elevado para cualquier
político”. Y me lo dice a mí...
Bueno, se da cuenta así del casi
unánime exilio político en solitario que sufrimos los que defendemos al
Gobierno Militar, conducta que la moción estalinista de Karol Cariola transforma, de
acuerdo a su propuesta penalidad, en un crimen mayor.
Por supuesto, también merece
párrafo aparte la fantástica reacción del influyente columnista de “El
Mercurio”, Carlos Peña, que, acostumbrado a destituir Ministros mediante un solo
artículo suyo, durante el deficiente y débil (pero no por ello menos dañino) Gobierno de Sebastián Piñera, en su columna de hoy domingo 30 se erige en
censor nacional y despotrica e ironiza sangrientamente a costa de Ampuero, sin
reconocerle siquiera mérito a sus antes citados testimonios de corrección
política.
Pero este ataque tiene, como todo
en la vida, su explicación: Ampuero, en su brillante exposición ante el
empresariado, ha puesto a Peña al borde de un acantilado que le da vértigo, pues
lo amenaza a él de precipitarse también al vacío y tener que reconocer que la
revolución en marcha está cerrando las anchas alamedas por las que camina el
hombre libre y conduciéndolo a un régimen mucho más parecido al de la Alemania
comunista que al de la República Federal Alemana, del cual lo dejó a las
puertas el modelo del vituperado Gobierno Militar.
Entonces, con respecto a Peña, Ampuero cometió
el delito de mencionar la soga en casa del ahorcado, lo que no le dejó más
recurso al primero que insultarlo.
En fin, el hecho es que, salvo
el que escribe y unos pocos, muy pocos, a quienes no me atrevo a mencionar porque
pueden sentirse “denunciados”, la gente opina en este país que el Gobierno
Militar es “innombrable”. Es lo políticamente correcto. Es lo que aconsejan los
cerebros más lúcidos de la derecha y lo que ya hizo RN y se espera que la UDI
también haga, sobre todo si da el trascendental y epónimo paso previo de cambiarse
el nombre que le dio Jaime Guzmán por otro que satisface todos los estándares propios
de la corrección política, el de “Partido Popular”.
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