Locos por Pinochet,
por
Como dicen que decía Huidobro, “si no fuera para llorar, seria para la risa”. Los chilenos de 2014 están, sencillamente, “locos por Pinochet”. A mí algunos me critican por estar, afirman, “pegado en el pasado”, pero los que están pegados son no sólo ellos, sino TODOS.
Díganme si
no es para reír (o llorar, usted elija) el lío que han armado con la medalla “Comandante
en Jefe Capitán General Augusto Pinochet”. Un Senador socialista, en estado de
desesperación tras haberse enterado de que ella existe, le ha oficiado al Ministerio
de Defensa para que ponga término a esa gravísima situación, que hace peligrar
la estabilidad moral, emocional, síquica y neurológica del país. Y entonces el
Ministro, que es de lo mejor que tiene la DC pero eso no lo exime de llevar el
ADN kerensky, inmediatamente ha acogido la iniciativa marxista y puesto término
al gravísimo atentado contra la estabilidad anímica del país, dictando el decreto
que exorciza y borra del reglamento de la condecoración las palabras “Capitán General Augusto Pinochet”. ¡Qué alivio! Chile deja de convulsionar. Lentamente
vuelve en sí y pregunta “¿dónde estoy?”
Pero todo
esto es “mucho peor, mi General”, frase que hizo proverbial un alto uniformado,
hoy fallecido, próximo al Presidente Pinochet, que cuando el círculo más
cercano a éste analizaba alguna situación de crisis, como las que viven todos
los Gobiernos de todos los países aproximadamente una vez a la semana, siempre
aportaba esa frase característica: “Mucho peor, mi General” y en seguida
demostraba a los presentes por qué debían estar mucho más alarmados de lo que
desaprensivamente lo estaban.
Bueno, el
caso de la medalla “Comandante en Jefe Capitán General Augusto Pinochet” es “mucho
peor, mi General”, porque al primero que se le ocurrió suprimirla no fue a un
marxista, sino, adivinen ustedes, ¡a un Comandante en jefe del Ejército! En
efecto, en 2006 el General Juan Emilio Cheyre, que firmó la rendición incondicional de esta rama uniformada ante
sus vencedores marxista-leninistas, fue “más papista que el Papa” y sugirió
suprimir el nombre de Pinochet de la
referida medalla.
Cheyre se caracterizó por
ofrendar a sus vencedores de extrema izquierda compensaciones superiores a las
que éstos habían exigido, pues ha quedado grabada con letras de fuego para la historia
su famosa declaración no solicitada, publicada el 10 de diciembre de 2004 en “El
Mercurio”, en que el Ejército se echaba la culpa de “todos los hechos punibles
y moralmente inaceptables del pasado”, lo cual produjo el sortilegio de
transformar a los marxistas –que se lo siguen creyendo hasta hoy— de agresores
en agredidos, de victimarios en víctimas y de totalitarios en demócratas.
Cuando en
2006 Cheyre propuso suprimir el nombre de Pinochet de la medalla, el país, que
hace ocho años todavía conservaba una brizna de sentido común, se hizo el desentendido
y la medalla siguió tal cual. Pero los comunistas y los Jueces de izquierda han
seguido adelante la campaña de mentiras y hoy, en 2014, Chile está más “loco
por Pinochet” que nunca, de modo que por fin han logrado el anhelo de Cheyre:
se borró el nombre del Capitán General.
Es que
realmente la máxima de Goebbels y sus sucesores, que son nuestros marxistas
actuales, en el sentido de que “una mentira mil veces repetida pasa a ser
verdad”, se ha hecho carne entro nosotros, sobre todo después de que en los 40
años del 11 un Presidente de centro-derecha (risas en la sala ante estas
palabras) se hizo parte de la campaña estaliniana contra el Gobierno Militar.
En estos
días he estado leyendo el libro de Leonardo Padura, un cubano ex comunista, “El
Hombre Que Amaba a los Perros”, sobre la persecución y asesinato, por orden de
Stalin, de León Trotsky. Lo que sucedía en 1936 en la España republicana
manejada por los comunistas era tan similar a lo que sucede hoy en Chile (sobre
todo después de ver a la tripleta marxista que manda el país, Michelle
Bachelet, Isabel Allende y Sergio Muñoz clausurando Enade), que no resisto
reproducir estas líneas del libro de Padura, referidas a 1936 y a lo que
pensaba Trotsky, ya a esas alturas sobre el destino de la URSS (y por eso lo
mandaron matar): “La Unión Soviética legaría al futuro su fracaso y el miedo de
muchas generaciones a la búsqueda de un sueño de igualdad que, en la vida real,
se había convertido en la pesadilla de la mayoría” (p.257).
Trotsky veía
con desesperación que sus advertencias eran desoídas por todos en Europa,
mientras cedían a la campaña propagandística de Stalin: “había comprendido que
debía hacerse oír, o estaría perdido para siempre: la más burda de las mentiras,
dicha una y otra vez sin que nadie la refute, termina por convertirse en una
verdad”. Trotsky estaba refugiado en Oslo en 1936, pero podría haber dicho todo
eso en Santiago, 2014.
Orwell
podría acusar de plagio a la Nueva Mayoría, porque en su “locura por Pinochet”
está imitando de una manera inaceptablemente exacta su modelo de sociedad descrito
en “1984”, donde el Hermano Mayor, dueño de los poderes Ejecutivo, Legislativo
y Judicial, mandaba cada ciertos minutos maldecir al “enemigo público número
uno”, Emmanuel Goldstein (léase Augusto Pinochet).
Alguna vez,
en un futuro lejano, los chilenos de entonces, sonreirán al enterarse de la “locura
por Pinochet” de los últimos 25 años, conocedores ya de la historia de Chile
real y sabedores de que las máximas figuras nacionales de la formación de la
nacionalidad en el siglo XIX, O’Higgins y Portales, el uno en su tiempo deportado
y sin permiso para retornar al país y el otro vilmente asesinado; y las máximas
figura del siglo XX, Augusto Pinochet y la Junta Militar, autores de la
dramática Segunda Independencia Nacional, han sido por fin repuestos en su
verdadero sitial histórico.
El pueblo lo
anticipa: un amigo, cuando apareció el billete de $20.000, le pasó uno de los
primeros ejemplares al expendedor de una bomba de bencina, diciéndole: “Este es
el nuevo billete, que trae la efigie de mi General Pinochet”. Y el bombero le
replicó de inmediato, revelando todo el sentido común nacional, que ni siquiera
la abrumadora propaganda marxista puede erradicar: “No, eso sólo va a ser
posible en cincuenta años más”.
Tomado de http://blogdehermogenes.blogspot.com/
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