viernes, 6 de junio de 2014

Qué Pena Tu País!, por Hermógenes Pérez de Arce.




Qué Pena Tu País!,
por Hermógenes Pérez de Arce.


          Hay personas en otros países que ven con toda claridad lo que la mayoría acá no ve, y publican alarmadas sus conclusiones. Una minoría local, mejor informada que el resto, redistribuye esos escritos a través de los medios a su alcance y de las redes sociales, y se abisma de que la “corriente dominante”, que controla el Gobierno, el Congreso y el Poder Judicial, no se dé cuenta de las consecuencias de lo que, trepada alternativamente en su aplanadora y su retroexcavadora, le está haciendo al  país.


          Una y otra vez me ha llegado por internet el artículo “Chile y la Trampa de los Países de Ingreso Medio”, del analista del CATO Institute de Washington, Juan Carlos Hidalgo, aparecido en “El Mercurio” de ayer 05.06.14, B7; como también “El Malestar del Éxito”, de Mauricio Rojas, chileno-sueco y ex Parlamentario nórdico, publicado en “El País” de España. Ellos, en el fondo, dicen lo mismo que no pocos (si bien minoritarios) advertimos en nuestros escritos acá, pero probablemente lo hacen mucho mejor y por eso encuentran más eco. Esta mañana, en una radio, el conductor de un espacio leyó in extenso el artículo de Hidalgo y se manifestó extremadamente alarmado por lo que él mismo señalaba, citando, justamente, a Rojas.


          ¿Y qué dice? Que Chile se ha situado como el país de mayor ingreso per  cápita en América Latina (US$19.067, teniendo en cuenta la Paridad de Poder de Compra); que en los últimos veinte años ha reducido la pobreza de 45% a 11%; que encabeza a América Latina en materia de desarrollo humano; que si sigue en esta trayectoria, según el FMI, superaría en 2018 el umbral de US$23.800 que califica a una nación como “desarrollada”; que en 1975 era la economía más cerrada de América Latina, según el Índice de Libertad Económica del Fraser Institute y, después de las reformas emprendidas por Augusto Pinochet, “cuenta hoy con la economía más abierta y moderna de la región”; en fin, concluye que “la trampa en la que pudiera estar cayendo Chile es la de querer replicar un Estado de Bienestar a la europea en un país que aún no es rico”.


          Le faltó añadir que los “Estados de Bienestar a la europea” demostraron ser inviables y se desenvuelven hoy en profundas crisis, de las cuales están demorando mucho en salir, y sólo lo están haciendo a costa de reducir el bienestar de sus pueblos.


          El artículo de Mauricio Rojas es más extenso, aún más documentado y llega a similares conclusiones: el “malestar del éxito” está poniendo en tela de juicio todo lo logrado por Chile en las últimas décadas.


          A estas alturas la demagogia y el populismo ya han cobrado su precio. En el “período de oro” de la economía chilena, tras las reformas modernizadoras de Pinochet, entre 1986 y 1997, la productividad de los chilenos aumentó en 3,3%; en los tres últimos Gobiernos, entre 2004 y 2013, ha crecido cero (“El Mercurio”, 02.06.14). Se ha ido todo en bonos, aumento de impuestos y creación de Ministerios, Subsecretarías, agencias y Superintendencias. El epítome del populismo fue el programa de Bachelet y su anuncio de una reforma tributaria como la que hoy estamos viendo aprobarse. Muchos levantamos la voz para advertir que ese solo anuncio iba a provocar una caída en la inversión y en el crecimiento. Nos acusaron de desatar una “campaña del terror”. ¿Y qué ha sucedido? Que el crecimiento en doce meses ha bajado a 3% (marzo), mientras la inflación en doce meses se elevó a 4,6%. Hacía ya muchos años que Chile había logrado, por fin y después de muchas modernizaciones económicas, vivir con una tasa de crecimiento mayor que la de inflación. Eso se acabó. Aunque la inflación no recrudezca, el crecimiento sigue cayendo y ya hay varios pronósticos de expertos en el sentido de que no llegará a 3% este año.


          Chileno: ¡qué pena por tu país!


          Una nación es algo demasiado importante como para ser manejado por “la calle”. Y aquí las políticas las formula una manada de gente ignorante y violenta que se tomó “la calle” y provocó “el malestar del éxito”. Han conseguido el poder y arrasan con todo.


          Tal vez es un sino histórico. El “síndrome de Michimalonco”, cacique que encabezó la revuelta que arrasó con los frutos del esfuerzo del Fundador, Pedro de Valdivia. Sucede cada ciertos años. Justamente un par de siglos después la ciudad de Valdivia, que había logrado una extraordinaria prosperidad y era más avanzada que Santiago y Buenos Aires (véase la historia del padre Guarda), fue arrasada por la descendencia de Michimalonco y nunca volvió a recuperar su sitial sudamericano. En el siglo XX, Salvador Allende se erigió en continuador del mismo sueño destructivo. Por suerte los militares acudieron al rescate. Pero ahora los herederos políticos de aquél no ocultan su propósito de “completar su legado” e instituir “El Otro Modelo”, para superar “el malestar del éxito”. Sin embargo, yo les anticipo una cosa: nos vamos a quedar con un malestar todavía mayor, pero sin el éxito.
 


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