lunes, 23 de junio de 2014

La Revolución de los Eyzaguirres y Huenchumillas, por Hermógenes Pérez de Arce.






La Revolución de los Eyzaguirres y Huenchumillas,
por Hermógenes Pérez de Arce.


          Cuando comenzó el movimiento “noble, grande, hermoso” (según Piñera, que no se dio cuenta de que pretendía derrocarlo él), la gran mayoría estaba de acuerdo en que las pretensiones de “la calle”, lideradas por Camila Vallejo, comunista confesa, para quien Fidel es “la luz del mundo”, eran descabelladas: educación gratuita y de calidad (una contradicción en los términos), no al lucro (negación de la racionalidad y la naturaleza humanas) y no a la segregación (la igualdad forzosa es imposible en libertad y democracia).


          Como sucede en los decursos revolucionarios, hoy nos encontramos con que las precisas demandas de “la calle” ya no son una mera locura de masas vociferantes a las que nadie tomaba muy en serio y, se suponía, se tranquilizarían con algunas concesiones económicas, sino que se han convertido en política oficial del Gobierno. Para los que no se hayan dado cuenta, la revolución llegó al poder, Michelle 2.0 es muy distinta de Michelle 1.0 y los equivalentes chilenos de la toma de la Bastilla o del asalto al Palacio de Invierno ya son sólo cuestión de tiempo. Pues sé que precisamente el tiempo me dará la razón y, como “lo sospeché desde un principio” y así lo di a conocer, vienen muy malos días para Chile después de la borrachera del Mundial.


          En todo caso, el Ministro Eyzaguirre ha tenido la bondad de aclararnos de manera explícita que las políticas educacionales oficiales, textualmente, se fundan en las referidas pretensiones de “la calle”.


          La revolución tendrá en la educación chilena un efecto convulsivo del cual sólo se están viendo las primeras manifestaciones, porque las medidas del verdadero “soviet” que se ha formado para suprimir en el país la libertad de enseñanza todavía no han entrado en vigor y las hasta ahora vaciadas en proyectos de Ley no dan cuenta de lo que viene después (y que está explícitamente anunciado), como lo es el zarpazo a la enseñanza particular pagada. ¿O ustedes creían que la ENU había sido sólo una mala idea de la UP 1.0 y no iba a ser reeditada por la UP 2.0?


           Y el intendente Huenchumilla, por su lado, aparte de hacer público lo significativo para él que habría sido llevar el apellido Larraín en lugar del suyo, ha reiterado algo que manifestó desde el día en que asumió, cuando expuso como su solución a los problemas de la Araucanía la de que las empresas madereras abandonaran la Región. Ahora añade que no puede perpetuarse en ella la situación de que haya fundos de dos mil hectáreas junto a minifundios habitados por numerosas familias. El mensaje es claro: la tierra hay que repartirla a como dé lugar. Muy mala noticia para los agricultores.


          El país está tan anestesiado que la única voz de alarma que se ha alzado ante esta proclama revolucionaria, que es todo un prólogo de un régimen castro-comunista, ha sido la del ex Senador Francisco Prat, cuyo curul fuera sacrificado hace unos años por su partido, la UDI, para abrir paso a las ambiciones de un político lleno de aspiraciones en perjuicio de la propia UDI, cuyo nombre era y sigue siendo Sebastián Piñera. La UDI se ha ido especializando en marginar a sus personeros más consecuentes, entre ellos el abogado Cristián Letelier y el único abogado chileno, Raúl Meza, de la Fundación Simón Yévenes (poblador mártir de la UDI, asesinado por el FPMR) que ha iniciado acciones Judiciales contra los guerrilleros de izquierda y sus mentores intelectuales, autores de delitos terroristas, pidiendo a los tribunales de justicia que se les apliquen las mismas normas que mandan a prisión a los militares que combatieron al terrorismo.


          La “doctrina Huenchumilla” pretende seguir el ejemplo de países, dice el Intendente, como Nueva Zelandia, que han sido generosos con la raza autóctona, asignándole tierras y recursos. La lástima de esa peregrina teoría es que ella pretende imitar a una nación anglosajona caracterizada por la casi ninguna mezcla de sangres entre los colonizadores ingleses y los nativos polinésicos, siendo que en el caso chileno y latinoamericano la característica es la opuesta: una completa mezcla de razas conducente, en el caso nuestro, a lo que es hoy la nacionalidad chilena, donde casi nadie entre los que tenemos varias generaciones de ancestros criollos puede asegurar que la sangre indígena no corre por sus venas. Y por eso somos un Estado unitario y racialmente homogéneo.


          Pues han sido las políticas socialistas las que han generado el llamado “conflicto mapuche”, instituyendo, como es propio en todas las de aquel carácter, arbitrariedades e incentivos perversos, como los de premiar el delito y la violencia con asignaciones de tierras, prohibir su venta libre a los asignatarios y traducir todo ello en la existencia de un estado delictivo crónico y de verdaderos ghettos de personas que no saben trabajar bien la tierra o carecen de recursos para ello, sin poder venderlas a quienes sí las harían producir creando prosperidad y abundantes empleos en la Región.


El absurdo de las políticas socialistas ha sido no sólo denunciado sino acreditado por el estudioso Julio Bazán, autor del libro “¿Es Mapuche el Conflicto?” (Editorial Maye).


          Entre Eyzaguirre y Huenchumilla han abierto dos focos revolucionarios que no le vendrán nada de bien a una economía en decaimiento pronunciado, agudizado por la confiscatoria reforma impositiva impulsada por un tercer mosquetero, Arenas. Y como los tres Mosqueteros fueron, en realidad, cuatro, nos anuncian para el próximo año la Reforma Constitucional propiciada por el cuarto de ellos, Atria, quien, según sus palabras, se propone terminar “por las buenas o por las malas” con el alto quórum que hasta ahora protege en Chile el derecho de propiedad y que impide arrasar con ésta en la forma en que Eyzaguirre y Huenchumilla intentan por ahora hacerlo en sus respectivas esferas de autoridad revolucionaria.

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