La Revolución de los Eyzaguirres y Huenchumillas,
por Hermógenes Pérez de
Arce.
Cuando comenzó el movimiento “noble,
grande, hermoso” (según Piñera, que no se dio cuenta de que pretendía
derrocarlo él), la gran mayoría estaba de acuerdo en que las pretensiones de
“la calle”, lideradas por Camila Vallejo, comunista confesa, para quien Fidel
es “la luz del mundo”, eran descabelladas: educación gratuita y de calidad (una
contradicción en los términos), no al lucro (negación de la racionalidad y la
naturaleza humanas) y no a la segregación (la igualdad forzosa es imposible en
libertad y democracia).
Como sucede en los decursos
revolucionarios, hoy nos encontramos con que las precisas demandas de “la
calle” ya no son una mera locura de masas vociferantes a las que nadie tomaba
muy en serio y, se suponía, se tranquilizarían con algunas concesiones
económicas, sino que se han convertido en política oficial del Gobierno. Para
los que no se hayan dado cuenta, la revolución llegó al poder, Michelle 2.0 es
muy distinta de Michelle 1.0 y los equivalentes chilenos de la toma de la
Bastilla o del asalto al Palacio de Invierno ya son sólo cuestión de tiempo.
Pues sé que precisamente el tiempo me dará la razón y, como “lo sospeché desde
un principio” y así lo di a conocer, vienen muy malos días para Chile después
de la borrachera del Mundial.
En todo caso, el Ministro Eyzaguirre
ha tenido la bondad de aclararnos de manera explícita que las políticas
educacionales oficiales, textualmente, se fundan en las referidas pretensiones
de “la calle”.
La revolución tendrá en la educación
chilena un efecto convulsivo del cual sólo se están viendo las primeras
manifestaciones, porque las medidas del verdadero “soviet” que se ha formado
para suprimir en el país la libertad de enseñanza todavía no han entrado en
vigor y las hasta ahora vaciadas en proyectos de Ley no dan cuenta de lo que
viene después (y que está explícitamente anunciado), como lo es el zarpazo a la
enseñanza particular pagada. ¿O ustedes creían que la ENU había sido sólo una
mala idea de la UP 1.0 y no iba a ser reeditada por la UP 2.0?
Y el intendente Huenchumilla, por su
lado, aparte de hacer público lo significativo para él que habría sido llevar
el apellido Larraín en lugar del suyo, ha reiterado algo que manifestó desde el
día en que asumió, cuando expuso como su solución a los problemas de la
Araucanía la de que las empresas madereras abandonaran la Región. Ahora añade
que no puede perpetuarse en ella la situación de que haya fundos de dos mil
hectáreas junto a minifundios habitados por numerosas familias. El mensaje es
claro: la tierra hay que repartirla a como dé lugar. Muy mala noticia para los
agricultores.
El país está tan anestesiado que la
única voz de alarma que se ha alzado ante esta proclama revolucionaria, que es
todo un prólogo de un régimen castro-comunista, ha sido la del ex Senador
Francisco Prat, cuyo curul fuera sacrificado hace unos años por su partido, la
UDI, para abrir paso a las ambiciones de un político lleno de aspiraciones en
perjuicio de la propia UDI, cuyo nombre era y sigue siendo Sebastián Piñera. La
UDI se ha ido especializando en marginar a sus personeros más consecuentes,
entre ellos el abogado Cristián Letelier y el único abogado chileno, Raúl Meza,
de la Fundación Simón Yévenes (poblador mártir de la UDI, asesinado por el
FPMR) que ha iniciado acciones Judiciales contra los guerrilleros de izquierda
y sus mentores intelectuales, autores de delitos terroristas, pidiendo a los
tribunales de justicia que se les apliquen las mismas normas que mandan a
prisión a los militares que combatieron al terrorismo.
La “doctrina Huenchumilla” pretende
seguir el ejemplo de países, dice el Intendente, como Nueva Zelandia, que han
sido generosos con la raza autóctona, asignándole tierras y recursos. La
lástima de esa peregrina teoría es que ella pretende imitar a una nación
anglosajona caracterizada por la casi ninguna mezcla de sangres entre los
colonizadores ingleses y los nativos polinésicos, siendo que en el caso chileno
y latinoamericano la característica es la opuesta: una completa mezcla de razas
conducente, en el caso nuestro, a lo que es hoy la nacionalidad chilena, donde
casi nadie entre los que tenemos varias generaciones de ancestros criollos
puede asegurar que la sangre indígena no corre por sus venas. Y por eso somos
un Estado unitario y racialmente homogéneo.
Pues han sido las políticas
socialistas las que han generado el llamado “conflicto mapuche”, instituyendo,
como es propio en todas las de aquel carácter, arbitrariedades e incentivos
perversos, como los de premiar el delito y la violencia con asignaciones de
tierras, prohibir su venta libre a los asignatarios y traducir todo ello en la
existencia de un estado delictivo crónico y de verdaderos ghettos de personas
que no saben trabajar bien la tierra o carecen de recursos para ello, sin poder
venderlas a quienes sí las harían producir creando prosperidad y abundantes
empleos en la Región.
El absurdo de las
políticas socialistas ha sido no sólo denunciado sino acreditado por el
estudioso Julio Bazán, autor del libro “¿Es Mapuche el Conflicto?” (Editorial
Maye).
Entre Eyzaguirre y Huenchumilla han
abierto dos focos revolucionarios que no le vendrán nada de bien a una economía
en decaimiento pronunciado, agudizado por la confiscatoria reforma impositiva
impulsada por un tercer mosquetero, Arenas. Y como los tres Mosqueteros fueron,
en realidad, cuatro, nos anuncian para el próximo año la Reforma Constitucional
propiciada por el cuarto de ellos, Atria, quien, según sus palabras, se propone
terminar “por las buenas o por las malas” con el alto quórum que hasta ahora
protege en Chile el derecho de propiedad y que impide arrasar con ésta en la
forma en que Eyzaguirre y Huenchumilla intentan por ahora hacerlo en sus
respectivas esferas de autoridad revolucionaria.
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