Transantiago: paradigma de lo que significan
políticas públicas mal estudiadas y peor ejecutadas, que complicaron la vida a millones de chilenos y han tenido
para el Fisco un costo monstruoso que se paga con los impuestos del pueblo.
Volveremos a
Ser Decentes,
por Hermógenes Pérez de
Arce.
El balazo en el pie de los países nunca se lo propina un solo sector de
ellos. Es generalmente colectivo, culpa de todos o casi todos. Chile no se
encaminó al balazo de 1973 sólo por culpa de Allende, pues si éste arrasó con
el derecho de propiedad y desató el caos fue sólo porque culminó el proceso de
la liquidación de tal derecho iniciada por Frei Montalva con su reforma agraria;
y ésta no fue sino la culminación de la primera perforación en el dique
protector de la propiedad, materializada por Jorge Alessandri cuando modificó
la Constitución para poder expropiar sin pago al contado, como John Kennedy,
genuino representante de la izquierda dorada norteamericana, se lo exigía, para
darle a Chile plata de la Alianza para el Progreso. Así es que, suprema ironía
histórica, el gran balazo en el pie que nos correspondía pegarnos el ’73 no lo
comenzó a preparar la sucursal local de la URSS, el Partido Comunista, sino la
derecha a instancias norteamericanas.
En efecto, sin los desfallecimientos de la derecha nunca Chile se habría
disparado en el pie. Ahora nos estamos dando el que nos corresponde a 40 años
del ’73, y la derecha está cumpliendo su parte. Pues llama la atención el
número de sus exponentes que respalda la reforma tributaria y comulga con la
Gran Rueda de Carreta del momento, la idea de que dándole más dinero al Estado
éste va a mejorar la educación, siendo que ha multiplicado por más de diez
veces, desde 1990 y en términos reales, los recursos para ese fin, y la que él
financia, que es la pública y (en parte) la particular subvencionada, es la de
peores resultados. En la única en que no gasta nada e interviene menos el
Estado (sólo lo hace para echarla a perder un poco, imponiendo programas de
estudio) es en la particular pagada, cuyos resultados la sitúan en el “top ten”
mundial, aventajando en varios aspectos a países como los Estados Unidos,
Finlandia, Israel y Rusia, de acuerdo a la prueba TIMSS que cité hace unos días
en este blog, sin perjuicio de haber advertido cómo la intelectualidad de
izquierda ya está preparando la legislación para liquidar también dicha
enseñanza particular pagada, anunciándolo así nada menos que en “El Mercurio”
(ver mi reciente blog “La Tumba Serás de los Libres”).
Hoy en “La Tercera” venía una carta muy impresionante de “Tere
Undurraga, empresaria”, que confirma lo que estoy diciendo. Es lapidaria para
la iniciativa privada, la libertad personal, la competitividad de la economía,
el emprendimiento y la autoestima ética de los empresarios. Es decir, para
todos los valores que inspiran a la derecha. Tere sostiene que la
competitividad chilena descansa en injusticias y que el “éxito de algunos lo
paga la miseria de otros”. Añade: “Los ricos, emprendedores e innovadores
podemos tener magníficas ideas, pero ha sido la pobreza, los bajos sueldos, las
materias primas prácticamente gratis y los contratos llenos de garantías hacia
el capital” los que “nos han dado posibilidades de crecimiento y ventajas
comparativas.”
Reconoce, eso sí, que “probablemente después de la reforma tributaria
serán otros los países que engrosen (sic) la lista de los más competitivos para
la inversión extranjera.” Pero se consuela de ello inmediatamente: “Eso debiera
ser motivo de orgullo, más que de preocupación”. Y confirma su convicción de
que al pagar más impuestos nos será posible “pasar de más competitivos a más
decentes. Y sí, esto se trata de que cada uno de los que hemos tenido más y
mejores oportunidades, paguemos más impuestos.”
¡Y yo que creía que los emprendedores hacían un bien social al dar más
empleos, especialmente al 40% de jóvenes pobladores marginales de escasa
educación que están desempleados! ¡Yo que creía disminuir la desigualdad al
contratar a un cesante pobre, en cuya familia trabajan dos de cinco en edad de
trabajar, mientras entre los más ricos trabajan los cinco de cinco! ¡Qué
ignorante he sido al creer que habrá más emprendedores si los impuestos son
bajos y que mientras más los haya habrá menos pobreza! ¿Y cómo no me había dado
cuenta de que regalaban “materias primas prácticamente gratis”? ¿Cómo tantos
inadvertidos no hemos ido a que nos las den? ¿Y cómo no me había dado cuenta
tampoco de que si me torno menos competitivo voy a ser “más decente”? ¿Y de que
si le doy más recursos al Gobierno va a poder hacer buenas obras como el
Transantiago, que pierde 700 millones de dólares al año; ENAP, que pierde 400
millones y debe 27 veces su capital; y Ferrocarriles, que bajo la sabia
dirección de Alberto Arenas en su directorio perdió sobre mil millones de
dólares comprando trenes que nunca funcionaron? ¿Cómo puede ser que no nos den
ganas de pagar más impuestos?
Por suerte hay emprendedores deseosos de
hacerlo, moralmente reconfortados, que le dan transversalidad democrática al
cumplimiento de la histórica tarea de darnos un balazo en el pie para,
nuevamente, dejar de ser competitivos y así “sentirnos más decentes”.
Tomado de http://blogdehermogenes.blogspot.com/
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