La campaña es
formidable,
pero no resiste
análisis.
Toda la TV chilena está volcada a "rememorar" el 11 de
septiembre como una fecha execrable, presentando a Allende como mártir de la
democracia, al Gobierno militar como una dictadura criminal y, cómo no, a
tratar de involucrar a la derecha y a la candidata Evelyn Matthei en esa
criminalidad.
Explotando todos los canales, a toda hora y con una enorme cobertura
espejo en los demás medios y en las redes sociales, se refuerza este mensaje
recurriendo a figuras del teatro, la farándula, la academia y a cuanta gente
conocida se preste al colosal montaje.
El bombardeo es formidable y hemos visto a muchos líderes derechistas
temblequeando, ensayando peticiones de perdón y admitiendo buena parte del
relato tan encarnizadamente impuesto.
La verdad es que el relato es falso, de absoluta falsedad. Sin embargo,
hay que admitir que la izquierda ha sido exitosa en instalarlo porque ha
desplegado gran destreza en imponer la terminología (que yo llamo catecismo y
que describo en este artículo) y las falacias o
mitos que le sirven de precario fundamento.
La primera falacia es afirmar que Allende llegó al poder porque "el
pueblo lo puso allí". Falso. Dado que obtuvo un tercio de la votación,
insuficiente constitucionalmente para ser elegido por el pueblo, y pese a que
nadie dudaba de que representa a una peligrosa minoría extremista, fue puesto
en La Moneda por la Democracia Cristiana, cuyos delegados del Congreso votaron
designarlo a él siguiendo las instrucciones del partido .
El otro falso fundamento del relato es que el Gobierno castrista de
Allende "quiso mejorar las condiciones de vida de los pobres y que los
ricos se lo impidieron". Delirantemente falso. La gestión de ese Gobierno
se orientó PRINCIPALMENTE a aferrarse al poder, interviniendo los registros de
votantes para manipular los resultados electorales, haciéndose del control por
la fuerza de las industrias y la agricultura (despojando a miles de personas
inocentes), preparando contingente para asegurar una respuesta armada a su plan
hegemónico, penetrando las instituciones de la defensa para minar el liderazgo
de la oficialidad y desatar una guerra civil que pensaban ganar. Las
condiciones objetivas de vida para el pueblo fueron las primeras en
deteriorarse por la brutal caída en la productividad nacional y la inversión y nunca
ese Gobierno mostró preocupación genuina por ese daño (todo se justificaba en
el "costo de la revolución").
Otra falsedad es que "bajo el Gobierno de Allende NO se
cometieron delitos contra los derechos humanos." A los pocos días de
tomar el poder, ya las bandas armadas amparadas por el gobierno (que negaba la
fuerza pública que pedían los jueces que acogían los clamores de justicia de
los abusados) empezaron a despojar a los agricultores de sus campos y
pertenencias, con casos de increíble crueldad, tortura, violaciones y
asesinatos. Para el invierno de 1971, ya los estudiantes habían empezado a
manifestarse en contra de Allende. Por esos días, estando instalada
temporariamente una oficina del Gobierno en la Intendencia de Valparaíso, una
manifestación estudiantil fue sofocada con contingentes de obreros de la firma
KPD (una donación soviética) que encajonaron a los estudiantes en esa plaza con
enormes camiones llenos de obreros armados con picas de acero, cadenas y
elementos contundentes que usaron para golpear a jóvenes escolares de ambos
sexos aterrados por la magnitud de la criminal represión. Hasta casi el mismo
11 de septiembre de 1973, miles de personas a lo largo del país sufrieron
idéntico tratamiento, incluyendo mujeres dueñas de casa que por entonces
inventaron el caceroleo como forma de expresar su indignación.
Otro mito es que la expulsión del Gobierno castrista (a la sazón
convertido en una dictadura en toda la regla, ya que el propio Ministro de Justicia
admitió no respetar el estado de derecho cuando éste obstaculizaba la
revolución —Jorge Tapia, 1º de julio de 1972), "fue un golpe militar a
la institucionalidad instigada por la CIA y liderada por Pinochet, un militar
codicioso de poder y con sed de sangre." Falso también. La
defenestración del castrismo fue "instigada" por millones de chilenos
que de mil maneras la exigieron a la única instancia capaz de hacerlo: las
fuerzas armadas. Nada tuvieron que ver la CIA ni el Pentágono… ni tampoco fue
iniciativa de Pinochet. El líder del movimiento militar para expulsar al
castrismo fue José Toribio Merino, que asumió el Almirantazgo y despachó a Oficiales
para que visitaran a los Generales en Jefe del resto de las otras ramas
exigiéndoles que si estaban de acuerdo le firmaran un papel de compromiso o le
pusieran al reverso sus observaciones, porque él "iba a actuar el 11 de
septiembre".
Los mitos siguen (la lista es larga y no la voy a agotar en este
artículo). Se dice que esta expulsión (o este "golpe", en la
terminología izquierdista) "fue rechazada por buena parte de la DC".
Falso. No hay NINGÚN registro o documento que acoja ese rechazo, salvo una
declaración que firmó un grupúsculo muy pequeño (una docena de personas de
segundo orden) muchos días después de la defenestración del castrismo, cuando
los bandos militares empezaron a anunciar una completa reestructuración y
limpieza del aparato del Estado y de las normas que habían permitido que se
llegara a ese extremo.
Se dice, también sin ninguna base, que "el golpe fue instigado y
manejado por la derecha para custodiar sus intereses". La falsedad de
esto fluye del simple examen de lo que pasó cuando los militares organizaron el
aparato para retomar la marcha del país. Salvo la parte de finanzas y economía
(que el Almirante Merino pidió y retuvo para su control), la Junta Militar
acudió a los civiles (hubo una clara invitación a la DC a sugerencia de
Pinochet, quien toda su vida mostró simpatía por ese partido) para que se
sumaran a la tarea de reconstruir la nación. Al llamado acudieron los DC y
varios profesionales de derecha. Cuando ya se barruntaba que el nuevo
orden iba para largo, la DC dio orden de retiro de su gente (en
consonancia con las "razones" que tuvo para instalar a Allende),
desobedecida por varios. Los derechistas se mantuvieron cooperando pero jamás
alcanzaron posiciones de influencia en la cúpula superior del Gobierno, que se
mantuvo en su formulación Constitucional pero con militares hasta que el poder
fue traspasado a los civiles.
Con demoníaco cinismo, han instalado el mito de que el Gobierno militar
("dictadura" en el catecismo de izquierda) "fue resistido por
el pueblo". Nada más falso. Al anuncio del nuevo Gobierno de que
vendrían días duros de privaciones y esfuerzo para levantar el país, acudieron
millones de chilenos que constituyeron un Fondo Nacional para la
Reconstrucción, donando hasta sus argollas de matrimonio luciendo luego con
orgullo en sus solapas un sencillo trébol metálico de reconocimiento. Ni hablar
de lo que ocurrió el mismo día 11 y posteriores, cuando la gente alborozada
embanderó todo Chile, abrazaba con agradecimiento a los militares y bailaba
cueca en las calles del centro de Santiago.
Entre las muchas falsedades se dice que "a
partir desde el 11 de septiembre se instaló una dictadura". Lo verdad
es todo lo contrario. Como lo aclaré antes, una dictadura es un Gobierno que
actúa sin apego a la Ley ni a las decisiones de los Jueces, como lo hizo
Allende. Nada más asumir, el Gobierno militar restituyó el funcionamiento de
los Tribunales, el respeto irrestricto a sus decisiones y su total
independencia. A poco andar, estableció normas para la protección de los
derechos individuales en un grado jamás alcanzado antes, mediante el recurso
de protección. Por entonces yo estudiaba Derecho, y mi facultad (como la
mayoría de las universidades del país) estaba plagada de profesores y
estudiantes de izquierda que nunca fueron molestados. Cuando estuvo lista, se
promulgó la nueva Constitución en 1980 y el Gobierno se ciñó a sus
disposiciones, en contraste con el desprecio a la Ley que siempre mostró el
régimen castrista.
Para otra ocasión me ocuparé de las acusaciones sobre "sanguinario
y genocida" con se moteja al Gobierno militar y de otras falsedades que,
como dijimos, son muchas.
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