Gonzalo
Rojas Sánchez es un distinguido abogado, un eximio historiado, un excelente
profesor universitario y un columnista de grandes valores, además de un
dedicado y consecuente formador de juventudes.
GONZALO
ROJAS: “El 11 lo comenzamos los civiles y lo terminaron los militares”.
Contrario a lo que muchos pueden pensar, el
historiador Gonzalo Rojas Sánchez tiene un gran sentido del humor. Se ríe de sí
mismo y de su visión del marxismo. Tanto que, al tomar un globo terráqueo para
posar en una de las fotos, busca inmediatamente la Unión Soviética para que se
vea. Lamentablemente, para su intención, el mapa es nuevo y está como Rusia.
Incluso cuando habla sobre el 11 de septiembre de 1973, lo hace con menos
pasión de lo imaginable, adoptando un tono más bien académico. Lo único que lo
ha sacado de sus casillas son las declaraciones del Presidente de la Fundación
Iguales, Luis Larraín, sobre Jaime Guzmán. “Ha incurrido en una grave violación
de los derechos humanos cuando declara que era un secreto a voces que Jaime
Guzmán era homosexual y que eso le habría provocado una neurosis. Los que lo
conocimos, jamás vimos, oímos o tuvimos la sensación de estar en presencia de
un neurótico”, señala.
Pero es sólo un paréntesis en su análisis de lo
que está sucediendo en el país en el mes en que se conmemora los 40 años del
derrocamiento de Salvador Allende, aunque para él es un proceso mucho más
complejo y de mayores dimensiones que un golpe militar.
En medio de toda la tensión que genera la
fecha, Rojas cree que hasta el último día la actual candidata de la derecha,
Evelyn Matthei, puede ser objeto de cuestionamientos por su apellido. “Por otra
parte, también sería factible decirle a Michelle Bachelet que colaboró con
grupos subversivos y que es hija de un General que por algo fue llamado
‘Hambrelet’ en los últimos días de la UP. Pero no es el tono que tiene que
tener una campaña”.
RC–¿Ve a Evelyn Matthei identificada con las ideas de
su sector?
GRS–Cuando tengamos su programa vamos a ver muchas cosas
positivas y otras que me llamarán la atención. Por ejemplo, en su interés por
el mal llamado aborto terapéutico, ella ha dicho que es algo personal y que no
puede hacerlo valer en la medida que representa la votación y aspiraciones de
un sector que cree en la vida.
RC–Ella quedó en la mitad de una postura bien
UDI como la de Pablo Longueira y un outsider como Laurence Golborne. ¿Se
beneficia la derecha con esto?
GRS–Es una ventaja para la UDI. Pablo era una persona que
mejor desempeño tienen haciendo campañas. Es el que más reduce las cuotas de
indecisos. Golborne no tenía experiencia en campañas y Evelyn tiene campañas
exitosas en el cuerpo. Aunque no tiene la capacidad de reducir el voto
indeciso, sí puede reducir el voto de rechazo. Hay factores que recombinan la
sensibilidad del elector.
RC–¿Cómo se han manejado los símbolos en la
conmemoración de los 40 años del golpe o del “pronunciamiento”, como dice
usted?
GRS–Prefiero decir el ejercicio del derecho de rebelión. Ni
pronunciamiento ni golpe. Pronunciamiento coloca el énfasis en lo que hicieron
los militares y el 11 lo comenzamos los civiles y lo terminaron los militares.
Esto debe ser discutido. ¿Fue un exabrupto de los militares que decidieron
poner término a un Gobierno elegido en beneficio de la oligarquía que los había
comprado? No. ¿Fue el 11 de septiembre un pronunciamiento militar producto de
una deliberación profunda de amor a la patria? Tampoco. El 11 de septiembre es
la culminación, por parte de quien tiene la fuerza física, de un proceso que se
llama derecho de rebelión. Ese proceso lo comenzaron a ejercer las mujeres que
salían a la calle, los gremios que en octubre del ’72 se plantearon con un paro
nacional, lo ejercimos en la Universidad Católica junto a los mineros, la Corte
Suprema, la Cámara de Diputados y finalmente los militares terminaron
haciéndose cargo, muy patriótica y arriesgadamente, del ejercicio de ese
derecho.
RC–Pero en cuanto a los símbolos…
GRS–Son esas dos palabras: golpe y pronunciamiento.
RC–¿Usted prefiere hablar de dictadura o Gobierno
militar?
GRS–Yo lo llamo Gobierno autoritario. Esto significa un
ejercicio del poder al margen de la institucionalidad, con poca referencia a la
Constitución del 25. Es autoritario porque ejerce el control sobre la vida
pública nacional, que gradualmente se libera y entrega a la ciudadanía, en la
medida que la Constitución entra en vigencia, la institucionalidad renovada. No
es una dictadura porque se autolimita y no acrecienta la concentración del
poder. También tiene un diseño contrario a las dictaduras, donde no se trata de
perpetuar, sino que el diseño es una nueva democracia. No hay dictaduras que se
sometan al escrutinio popular, pierdan y entreguen el poder. Hay que mirar el
proceso completo.
RC–Tiene rasgos únicos, que son tema de estudio
en el exterior. Se entregó el poder tras el plebiscito y se avanzó en materias
económicas, lo que no significa que sean motivos para tapar las violaciones a
los derechos humanos.
GRS–Tapar no, sería ofensivo. Las vidas humanas que se
perdieron antes de la UP, durante la UP y durante el Gobierno militar no tapan
ni compensan nada. Cada una de esas vidas tiene un valor en sí misma. Pero como
historiador uno tiene que plantearse en grandes procesos. El drama chileno no
está inserto en la guerra fría, sino en el diseño del marxismo internacional
por conquistar los países del mundo. A ese diseño hay que colocarle dentro las
dramáticas tres mil muertes que significó al país este proceso de 40 años. Esto
partió en 1946, cuando el Partido Comunista de Chile recibe la orden de la Unión
Soviética de oponerse al Gobierno de González Videla. Esas muertes se tienen
que insertar en este gran proceso de intento de control del mundo por el
comunismo.
RC–Pero los chilenos no miran ese contexto. Acá
hubo atrocidades y eso es lo que termina por marcar la historia del país, no el
gran contexto.
GRS–Siempre he sido claro que acá hubo tres situaciones: actos
de legítima detención, legítimo juicio y legítima ejecución. En muchos casos
murieron atacando. Hubo actos dudosos, en que no se sabe lo que pasó, y actos
de evidente crimen. Pero unos y otros no pueden ser homologados en la lógica
que tienen agentes agresores y unos civiles que son víctimas. Una vez planteé
la posibilidad de saber qué hacían cada uno de los integrantes del MIR, del PS,
del PC y de otras organizaciones que fueron detenidos, juzgados y fusilados o
desaparecidos, los 20 días anteriores a su desaparición. Entonces una persona
familiar de los derechos humanos se exaltó y me dijo que estaba justificando el
crimen. Por el contrario, ésa es su mentalidad, lo que yo pretendo es
explicarme la acción de los agentes del Estado. Puede que se haya cometido un
crimen por parte del Estado o puede que esa acción evitara que esos tipos
realizaran un acto que costara la vida de cinco militares, tres carabineros,
dos civiles, que pusieran una bomba… Ahí metemos el dedo los historiadores. El
tema del gran proceso hay que mirarlo y enfrentarlo por las buenas o por las
malas, usando la palabras del profesor Fernando Atria.
Los
desmarcados y la Nueva Mayoría
RC–¿Le han molestado las actitudes de gente de
la derecha, desmarcándose de Pinochet?
GRS–Hace mucho tiempo que hay personas que cambian de actitud.
Cuando alguien cambia radicalmente de actitud no se entiende a sí misma. No se
entiende como actor histórico. Uno tiene que entenderse como un continuo, en el
que pueden haber zigzags, de lo contrario uno sería un robot. Esos zigzags son
propios de la debilidad humana. Pero cuando alguien empieza a transitar en la
dirección contraria y, luego de años, asume que todo lo que fue su vida
anterior, en cuanto a adhesiones y convicciones, es algo por lo que tiene que
pedir perdón, es una persona que no se entiende a sí misma. Renuncia a la
globalidad de su vida pasada. Se puede pedir perdón por hechos puntuales, pero
no se puede pedir perdón por mi ser histórico.
RC–¿Para usted la actitud correcta es la de
Evelyn Matthei y no la de Andrés Chadwick o Hernán Larraín?
GRS–La actitud de cualquier político debe ser doblemente
histórica. Cuando un político pide perdón, que lo haga por algo concreto y, si
cree que su sector es por completo criminal y culpable, abandónelo. Una persona
que formó parte de comisiones Legislativas, del Consejo del Estado, órganos de Gobierno
o que enseñó derecho Constitucional o teoría del derecho en una universidad que
estaba a la vera de Jaime Guzmán, elimínese como ser histórico. ¡Cómo es
posible que esté en continuidad ejerciendo un cargo Ministerial o Senatorial,
con gente que tiene esas ideas!
RC–¿Qué hay detrás de eso?
GRS–No se puede juzgar la conciencia de las personas, pero va
en contra de lo que Jaime Guzmán aborrecía: la lectura de las encuestas y el
feeling social, la intención de estar bien con la opinión pública y lo que
resulta agradable a los opositores.
RC–¿Diría que quienes son de derecha y piden
perdón adoptan posturas acomodaticias?
GRS–No me parece decir que hay una desviación de la
conciencia. El acto exterior me parece contradictorio. Uno reconoce faltas
concretas o se va del lugar donde está. En pocas palabras: privatízate o
transfórmate en una hombre de la Concertación o más bien del Partido Comunista.
RC–¿No es esa actitud la que impide que exista
una reconciliación más profunda?
GRS–Lo que impide una reconciliación profunda es la
incapacidad de perdonar. ¿Cómo se produce la reconciliación? Cuando la persona
que recibe esa petición la acoge y la entrega y, a su vez, hace su propia
petición de perdón. Hoy tenemos personas que van a los canales de televisión a
decir que están llenos de odio y que no van a perdonar. Otros escriben cartas a
los diarios diciendo que nos les pidan que perdonen. Entonces, ¿dónde está la
falta de reconciliación?
RC–¿Estamos condenados a vivir con odio?
GRS–No, porque las personas pueden cambiar. No sé cuánto
tiempo hará falta, porque yo pensaba que los hijos de los que participaron de
la Unidad Popular se iban a poder entender, pero hasta los nietos de ellos se
siguen peleando. No sé cuánto tiempo más. Nadie se pelea entre ibañistas y
alessandristas, entre balmacedistas y Congresistas, o entre monttistas y
bilbaínos. Los carrerinos y ohigginistas se pelean en unos debates muy
simpáticos. El factor decisivo para que esta pelea se prolongue es el marxismo.
Porque el marxismo es una filosofía del odio.
RC–¿Y la brutalidad de los asesinatos y
torturas no son factor?
GRS–No, es el marxismo. Si tú hablas con los militares, unos
dirán que se equivocaron y están pagando por sus culpas. Otros dirán que no se
equivocaron, pero no odian a esas personas, aunque más de uno puede que tenga
odio. Pero encontrar un marxista genuino que diga que racionalmente mantiene su
postura, pero que su corazón no tiene odio y está dispuesto a perdonar, es
imposible.
RC–¿Cómo ve la incorporación del PC a la
Concertación?
GRS–Siempre he tenido claro, desde que lograron sus primeros
cupos, que esto era una bomba de tiempo. A la izquierda del PC hay fuerzas muy
interesantes. El movimiento autónomo es apasionante, Revolución Democrática no
tiene mucho destino, el que tiene destino es Gabriel Boric y su gente, porque
tienen mucha teoría detrás.
RC–¿No le parece mejor tener al PC dentro del
sistema?
GRS–No, porque el sistema no tiene elementos de defensa frente
a los comunistas. En eso Jaime Guzmán tenía la misma certera impresión que la
Constitución alemana tiene sobre el partido nazi. La democracia tiene que
autolimitarse. Si un Estado profundamente democrático, como el alemán, es capaz
de decidir que hay personas que, por su ideología y actuación criminal, no
tienen derecho a participar en la vida pública bajo su ideología, los chilenos
podríamos haber aprendido algo y aplicarle al Gulag comunista lo que Alemania
le aplicó al holocausto nazi.
RC–¿No hay gente de derecha que podría entrar
en esa misma categoría?
GRS–Hoy no. Pudo haber habido y hubo personas que colaboraron
con acciones criminales. Los crímenes en los primeros días posteriores al 11,
en La Araucanía y en la actual Región de Los Lagos y Los Ríos, se debieron a
civiles con carabineros, que salieron a “cazar huasos”, que en el fondo eran
militantes.
RC–Michelle Bachelet ya dirigió un Gobierno y
fue bastante moderada. Lo mismo que Ollanta Humala o Lula en su momento. Un
discurso encendido y una ejecución moderada. ¿Cree que ella va a seguir esa
misma línea?
GRS–Me parece que hoy el encuadre ha girado
varios grados a la izquierda. Hay que esperar el programa y los primeros seis
meses. Voy a citar a Patricio Aylwin Primero, como dice Hermógenes, el de
octubre de 1970: “Por la ideología del candidato de la primera mayoría y por
las fuerzas que lo apoyan, el país necesita un estatuto de garantías”. Por la
ideología de Bachelet y sobre todo por las fuerzas políticas que la apoyan, el
país está en grave riesgo. Ella es encantadora, pero de una frialdad en su
militancia inimaginable. Creo que va a haber interesantes crujideras en los
próximos seis meses, antes que asuma, si es que resulta ganadora.
(Entrevista
de Revista Cosas)
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