(Portada de Diario La segunda de hoy)
Es Que el Odio Es Más Fuerte,
por Hermógenes Pérez de Arce.
En otra
vuelta de tuerca de la revolución marxista-leninista en curso, su sucursal representada
por la justicia de izquierda ha dispuesto la detención por el delito de “asociación
ilícita”, del coronel (r) Cristián Labbé, ex alcalde de Providencia, por haber
oficiado hace cuarenta años de instructor en un regimiento al cual le cupo una
eficaz actuación contra los grupos guerrilleros de más de veinte mil hombres en
armas que se aprestaban a dar el golpe final a la “democracia burguesa” –como ellos
la llamaban-- en 1973.
A Labbé no
le han imputado ningún “secuestro permanente”, como a otros oficiales
condenados por mantener imaginariamente privados de libertad a terroristas durante
todos estos años. Tampoco haber cometido un “delito de lesa humanidad”, que no
estaba tipificado en 1973 y que, no obstante haber sido instituido entre
nosotros sólo en 2009, es dotado de retroactividad por nuestros jueces de
izquierda, tras acoger las convincentes razones de abogados comunistas como
Eduardo Contreras, actual embajador en Uruguay que goza de la prerrogativa de
inamovilidad.
Es que al coronel Labbé era
preciso condenarlo por algo, y la ministra sumariante Mariela Cifuentes ha
descubierto ese “algo”: Labbé perteneció en 1973 a una asociación ilícita, el
Ejército de Chile. Pero ¡cómo! si eso no es un “secuestro permanente” ni un “delito
de lesa humanidad” y sucedió hace cuarenta años, cuando el plazo máximo de
prescripción es de quince. No, es que Labbé es militar. La prescripción se
aplica, por ejemplo, a un asesinato múltiple de 1986, confesado públicamente
por Guillermo Teillier, porque él es comunista y no militar, aunque fuera el “encargado
militar” de su partido. ¿Entiende?
¿Y los jueces de izquierda,
que de manera pública, reiterada y desembozada se niegan a aplicar las leyes en
los procesos contra militares, no están incurriendo en una prevaricación (que
es un delito) sostenida en el tiempo? ¿No constituirían ellos mismos, entonces,
una “asociación ilícita”? Por favor, no haga preguntas tontas: los jueces no
son militares.
Labbé ha sido un blanco
preferente de la actual revolución marxista-leninista en curso, probablemente porque
fue la ÚNICA autoridad del país que, cuando dicha revolución se inició, en 2011
y en "la calle", pretendió hacer respetar las leyes. Cuando los estudiantes revolucionarios
alzados usurparon los locales de los liceos de Providencia (delito flagrante),
llamó a la fuerza pública y los hizo desalojar. Pero los revolucionarios
presentaron recursos ante la Corte Suprema, cuya mayoría de izquierda
desautorizó al entonces alcalde. Y en esos días quien oficiaba de Presidente de
la República también cohonestaba la revolución, afirmando ante Naciones Unidas que era
un movimiento “grande, noble, hermoso”. Así es que, finalmente, ya no la detuvo
nadie, y en eso estamos hoy.
Chile ha sido siempre un
país de profundas divisiones, pero este negativo rasgo se acentuó cuando se
instalaron acá las sucursales de la doctrina del odio, el marxismo- leninismo
mundial. Antes de su aparición, los chilenos éramos capaces de reconciliarnos
después de los más terribles conflictos. Ahora no, porque “el odio es más
fuerte” y está en el poder y en la judicatura.
En 1891 hubo una
terrible guerra civil. Generó sangrientas venganzas, pero a los pocos años los
odios habían sido superados y fueron dictadas suficientes amnistías para que
nadie fuera perseguido por sus actos durante el período revolucionario. Es que
no había llegado a nuestras costas el marxismo-leninismo, la doctrina del odio.
En 1973 se abortó una guerra civil, afortunadamente, al costo de un tercio de
las víctimas que generó la de 1891, pero, como la doctrina del odio ya inficionaba
a nuestra sociedad, cuarenta años después la vindicta política sigue operando.
He reiterado en este blog
que el libro más importante de 2013 fue “Procesos Sobre Violaciones de Derechos
Humanos. Inconstitucionalidades, Arbitrariedades. Ilegalidades”, del autor Adolfo
Paúl Latorre, que analiza casos como el que afecta al coronel Labbé. Pues bien,
ahora dictamino que el libro más importante de 2014 es “Un Veterano de Tres Guerras”,
de Guillermo Párvex, editado por la Academia de Historia Militar. Una vez
comenzado no se le puede soltar. Las tres guerras fueron la de 1879-84, la
Pacificación de la Araucanía y la Guerra Civil de 1891. El “veterano” de la tres
fue José Miguel Varela, un noble abogado de 22 años que, inflamado de
patriotismo tras la gesta heroica de Prat, se ofreció de voluntario al Ejército
en 1879, participó en los más sangrientos combates, hizo una brillante carrera
militar y terminó, víctima de la vindicta política, desilusionado de los
chilenos y arrojando todas sus condecoraciones a una acequia, pues fue
injustamente perseguido después de 1891 por el bando triunfador.
Pero fue víctima de la
venganza política por dos años, y no por cuarenta, como ahora lo son los
salvadores del país en 1973.
En libros y artículos he sostenido
la superioridad moral de los chilenos del siglo XIX respecto a los del XX y el
XXI. El rebuscado fallo de la ministra Cifuentes no habría sido posible tras la
Revolución de 1891, porque el odio entonces “no era más fuerte”. Duraba menos.
Había reconciliación. El perdón los alcanzaba a todos y no sólo al bando
vencedor de la posguerra, como ahora, en que los otrora guerrilleros fueron
amnistiados e indultados y gozan de jugosas pensiones y prebendas, mientras sus
vencedores vegetan en las cárceles, enfermos, octogenarios y sin que siquiera
se les reconozcan beneficios penitenciarios (le acaban de rechazar, por mero
arbitrio de un agente del odio, el Director de Gendarmería, el derecho a salida
dominical al mayor Herrera Jiménez, que lleva 25 años preso, y a quien la
salida dominical le había sido autorizada por el Consejo constituido para esos
efectos).
El Gobierno Militar, cuando
fue triunfador, perdonó y amnistió. Pero, tras ser derrotado en la posguerra, sus sucesores civiles no han sido capaces
de eso y nos mantienen en un clima de odio y sin posible reconciliación.
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