jueves, 7 de noviembre de 2013

Siete Respuestas Para Teresa, por Hermógenes Pérez de Arce.



Algunas verdades que han sido convenientemente ocultadas por la izquierda mentirosa, que a contado con la complicidad con una derecha cobarde y mal agradecida…






Siete Respuestas Para Teresa,
por Hermógenes Pérez de Arce.


Leo cada vez que puedo los escritos de Teresa Marinovic, mujer valiente que les dice en su cara a los chilenos, desde distintos medios, verdades que nadie más se atreve a expresar. Admiro su fluida pluma y su coraje político. Además, le estoy agradecido, porque hace un tiempo, entrevistada en CNN, manifestó algo que, yo creía, ningún habitante de esta larga y angosta faja de tierra se atrevería a decir públicamente jamás: que estaba de acuerdo conmigo.


Pero he leído (miércoles 6) en "El Mostrador" su columna "El ocaso de la derecha y las preguntas pendientes sobre Pinochet". Y tras leerla pienso que, claramente, ya no estamos tan de acuerdo. Para mí es evidente que ella no salió indemne del vendaval publicitario marxista desatado con motivo de los 40 años del Once. Eso se refleja en sus siete preguntas sobre Pinochet y, por eso mismo, me he sentido inmediatamente desafiado a contestarlas, en mi triple calidad de derechista confeso, experto autodesignado en la historia chilena del último medio siglo e inmune autodeclarado al lavado cerebral marxista.


Primera pregunta de Teresa: "¿Se puede sostener --con base racional-- que Pinochet no estuviera al tanto de lo que ocurría en materia de derechos humanos?"


Ahí ya ella nos comunica que ha sido presa de la principal consigna adversaria: los "atropellos a los derechos humanos", discurridos por la izquierda marxista. Si un guerrillero suyo mata a un militar, no hay atropello a los derechos humanos. Si un militar mata a un terrorista, sí lo hay, aunque el que declaró la guerra, el agresor, haya sido el terrorismo marxista. La de los "derechos humanos" es una doctrina ad hoc. La izquierda se armó para tomar el poder matando gente. Pero, mediante una propaganda incesante, se ha transformado en víctima. Hábil travestismo, pues anunció que sería victimaria (ahí están los acuerdos unánimes de sucesivos Congresos del Partido Socialista declarando la guerra armada a la "democracia burguesa"), tenía el contingente de tropas, precisado por Altamirano en unos diez mil efectivos; la OEA contabilizó entre doce y quince mil ingresos clandestinos al país durante la UP, y no de gente que viniera a apoyar la labor de las Hermanitas de los Pobres. En 1972 chocaba en Curimón una camioneta cargada de metralletas e inscrita a nombre de la secretaria del Presidente Allende, la "Payita", señalando como su domicilio el Palacio de La Moneda. Un guerrillero extranjero, empleado en una empresa intervenida, asesinaba de un tiro a un Teniente de Ejército (Héctor Lacrampette), en agosto de 1973. Entonces los principales líderes de la mayoría democrática llamaron a las Fuerzas Armadas a intervenir. "Esto se arregla sólo con fusiles", proclamaba Frei Montalva. Y los uniformados acudieron al llamado, con fusiles. Entonces ahora Teresa pregunta si Pinochet estaba "al tanto de lo que ocurría en materia de derechos humanos". Por supuesto, no sólo él, sino que todos estábamos al tanto, "antes de la batalla". Sabíamos que había miles de personas dispuestas a matar para tomarse el poder, pero no sabíamos si iban a triunfar. No sabíamos cuán efectivos eran los extremistas ni tampoco si las Fuerzas Armadas y Carabineros se iban a dividir e iba a haber una guerra civil. Pinochet tampoco lo sabía. Pero sí tenía claro que debía usar las armas. Entre el 11 de septiembre y el 31 de diciembre de 1973, según las dos comisiones formadas por la Concertación, hubo 1.823 muertos, 301 a manos de la guerrilla extremista y 1.522 a manos de los uniformados. Es decir, el 57 por ciento del total registrado entre 1973 y 1990. Y en esos tres meses las voces de los líderes políticos democráticos defendían en todos los tonos el actuar de las Fuerzas Armadas y Carabineros. Pero ni Pinochet ni todos estábamos "al tanto de lo que ocurría en materia de derechos humanos". De hecho, creíamos que el número de muertos era mucho mayor, pues la prensa extranjera hablaba de cien mil y yo pensaba que exageraban y que no pasaban de diez mil. ¿Sabía Pinochet lo que hacía cada uno de los cincuenta mil uniformados desplegados para terminar con la guerrilla armada? No podía saberlo. Cuando en octubre, en el norte, un solo oficial subalterno, por sí y ante sí, ordenó ejecutar a más de medio centenar de personas en La Serena, Antofagasta y Calama, Pinochet recibió versiones contradictorias sobre los responsables del hecho. No podía saber cuál de sus Generales decía la verdad. Por consiguiente, no podía materialmente "estar al tanto de lo que ocurría en materia de derechos humanos". Han transcurrido quince años desde que se reabrió proceso por esos hechos del norte, y todavía no se cierra. Ya antes, en 1986, habían sido investigados por el Juez de Antofagasta y terminado en la aplicación de la amnistía. Pero los distintos oficiales intervinientes en ellos polemizaban en cartas a "El Mercurio", atribuyéndose mutuamente las culpas. ¿Cómo iba a saber Pinochet la verdad entonces? Yo investigué el caso y escribí un libro al respecto y, creo, llegué a la verdad. Y tuve ocasión de explicársela al Presidente Pinochet poco antes de su muerte. Mi versión lo sorprendió mucho, sobre todo al saber que oficiales inferiores, a los cuales consideraba sus amigos, habían procurado descargar en él culpas propias. Entonces, Teresa, Pinochet "no estaba al tanto" de un sinnúmero de cosas. Ni nadie, de todas ellas. Ésa es la respuesta.


Segunda pregunta: "Si estuvo al tanto de lo que ocurría, con la brutalidad y arbitrariedad con que de hecho ocurrió, ¿pensaba que esos hechos se justificaban en términos de legítima defensa?"

El tenor de esta sola pregunta revela que Teresa "compró el paquete propagandístico de la izquierda". Pinochet no estaba al tanto de todo lo que ocurría, porque le habría sido imposible, pero suponía, como Frei Montalva, Aylwin, Jarpa o yo, que los militares disparaban contra los guerrilleros y que éstos disparaban contra aquéllos. Los primeros disparaban mejor (1.522 muertos) y los segundos peor (301 muertos). Y como Frei Montalva, Aylwin, Jarpa y yo habíamos llamado a los uniformados precisamente para eso, los defendíamos. Jarpa y yo, hasta hoy; Frei Montalva y Aylwin, hasta que se les pasó el miedo y les volvió la ambición. Ya a mediados de 1974 Aylwin, sintiendo que su vida no corría peligro y que extrañaba demasiado el poder, fue a visitar al Ministro de la Corte Suprema, Rafael Retamal, para representarle el hecho de que no se estaban acogiendo muchos recursos de amparo de detenidos por sospechas de pertenecer a la guerrilla. El Juez Retamal le replicó (según versión de Aylwin en sus memorias): "Mire, Patricio, los extremistas nos iban a matar a todos. Ante esta realidad, dejemos que los militares hagan la parte sucia, después llegará la hora del derecho". Ése era el pensamiento de un Juez. ¿Usted cree que el pensamiento del General Pinochet podía ser más exigente que el de un Juez, en materia de derechos humanos? Ese Juez, que era de inclinación pro-DC, sabidamente, no creía que hubiera "brutalidad y arbitrariedad", como usted lo cree ahora, 40 años después; y sí creía que había una respuesta proporcionada al peligro que amenazaba a nuestra sociedad. Entre otras razones, porque el Intendente de Santiago, durante la UP, había proclamado públicamente, respecto de los Ministros de la Corte Suprema, que "habría que matar a todos estos viejos momios", por el delito de hacer respetar el derecho de propiedad contra las "tomas" ilegales amparadas por el Gobierno UP.


Tercera pregunta: "Si realmente estábamos en estado de guerra y había antecedentes como para suponer que existía capacidad real de resistencia de parte del enemigo ¿con qué estándar ético se forma en el Ejército de Chile para enfrentar al enemigo?"

Hace unas semanas, en el programa "Tolerancia Cero", el abogado Luis Valentín Ferrada acreditó que desde hace muchos años los oficiales de inteligencia antisubversiva chilenos recibieron instrucción en los Estados Unidos, incluso durante el Gobierno de la Unidad Popular. Hoy día vemos en las noticias que los norteamericanos, en la lucha antiterrorista, están unánimemente en favor de la eliminación física de los sospechosos de terrorismo, mediante drones o cohetes lanzados desde helicópteros. El Presidente Obama, Premio Nobel de la Paz, mandó matar a Osama Bin Laden sin forma de juicio y luego lanzó sus restos al mar, con unánime respaldo mundial. El ex Presidente Bush, en sus memorias, explica que métodos de apremio, como sumergir la cabeza de los sospechosos bajo el agua hasta que revelaran sus proyectos secretos de atentados, allá son Legales. Los israelíes pasaban año a año Leyes regulando la tortura en la lucha antiterrorista. Acá, bajo Allende y bajo Frei Montalva, no habiendo una amenaza terrorista generalizada, sí se practicaba la tortura en los interrogatorios de la policía política, como está ampliamente documentado. Todos esos eran "estándares éticos" en su momento y habría sido extraño que, ante la amenaza de un terrorismo armado y activo de más de veinte mil efectivos, el Gobierno Militar se hubiera puesto más riguroso que sus antecesores civiles, los Estados Unidos o Israel para enfrentar al terrorismo extremista. Claro, hay una diferencia: cuando los soldados norteamericanos que han luchado así contra el terrorismo llegan a un aeropuerto, la gente se pone de pie y los aplaude; acá los meten presos.


Cuarta pregunta: "Más allá del Golpe ¿hay alguna razón que explique que Pinochet se mantuviera en el poder durante el tiempo que lo hizo, sólo en su calidad de General Libertador de la amenaza marxista?"

Bueno, la autoridad ejecutiva del Gobierno Militar, hasta 1981, residió en la Junta Militar de Gobierno, que fue Presidida por Pinochet. No fue un régimen unipersonal. Después de 1980, Pinochet fue Presidente elegido en un plebiscito, con más del 60 por ciento de los votos. Y todos los encuestadores que sondearon la opinión de los chilenos en 1980 coincidieron en que lo respaldaba una mayoría. Luego, él fue parte del poder Ejecutivo, Legislativo y Constituyente hasta 1980, compartiéndolo con el resto de la Junta; y fue Presidente elegido hasta 1989, de acuerdo con la Constitución. Esas razones explican su permanencia.


Quinta pregunta: "¿Cuál fue la actitud que tuvo el General frente a los miembros de las Fuerzas Armadas que se opusieron al hecho de que él mantuviera el poder político, aún cuando habían sido partidarios del Golpe?"

Se aclaró antes que él compartía el poder en la Junta, hasta 1981. Después, fue titular electo del Ejecutivo y la Junta del Legislativo. Que se supiera, el único General que se alzó contra las políticas sustentadas por la Junta fue el General Leigh, quien fue destituido por acuerdo unánime del resto de la misma Junta, dentro de sus atribuciones, tal como lo hiciera años más tarde, en 1985, con el General Mendoza. No se supo de otras disidencias.

En una oportunidad en que participé, como Director de un diario, en un almuerzo con el General Pinochet, en los años '70, él nos expresó algo así como: "Ustedes creen que es muy fácil prescindir de los servicios de un General (había presiones de los civiles partidarios del Gobierno Militar para que se destituyera a un alto ofical cuyas actuaciones eran muy criticadas). "Pero", continuó Pinochet, "si yo remuevo a un General, comienza a sonar en mi oficina el teléfono interno del Ejército y desde distintos puntos del país me piden respetuosamente explicar las razones de la remoción. Y eso es una situación delicada para cualquier Comandante en Jefe", nos expresó, dándonos a entender que su proceder requería un equilibrio muy cuidadoso.


Sexta pregunta: "¿Hay forma de demostrar la muerte de alguno de ellos como hecho no fortuito?".

Hasta ahora nadie ha probado eso, pese a que se ha intentado probar la intervención oficial en muertes sabidamente explicadas por otros motivos, como el suicidio de Salvador Allende, el cáncer terminal de Pablo Neruda y la desafortunada intervención quirúrgica que le costó la vida a Eduardo Frei Montalva (similar a la que casi le costó la vida, a manos del mismo cirujano, a la Senadora Isabel Allende, que por eso ha declarado públicamente no compartir la tesis del "asesinato de Frei"). Pero nunca se ha aportado una prueba seria de la muerte de algún General disidente "como hecho no fortuito".


Séptima pregunta: "¿Por qué razón la derecha, partidaria de las libertades individuales, justificó que éstas se sacrificaran durante tanto tiempo? ¿Hay algún tipo de bien que legitime la coerción de la libertad? ¿Por cuánto tiempo?"

La derecha se preocupó de inspirar al Gobierno Militar con su ideario de defensa de las libertades, y por eso bajo ese régimen fueron consagradas muchas libertades que el socialismo había cercenado o limitado. Los chilenos tuvieron cada vez más libertad para elegir, trabajar, emprender, viajar y disponer de lo suyo. Luego, no se sentían menos libres bajo el Gobierno Militar, sino todo lo contrario. La libertad política estaba limitada por el receso de los partidos, pero había amplia crítica pública a las políticas oficiales. En los años '80 me correspondió probar, ante la Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, que las publicaciones semanales de carácter político, sañudamente críticas del Gobierno Militar, como "Análisis", "Cauce", "Apsi" y "Ercilla" (esta última fue reemplazada después por "Hoy"), eran más numerosas que las publicaciones semanales favorables al Gobierno Militar. Había diarios de oposición, como "Fortín Mapocho" y, en los '80, "La Época". Cuando este último diario apareció, muchos dijeron, "ahora vamos a saber la verdad de las cosas", pero resultó que no traía nada que no apareciera en el resto de la prensa existente y a la cual se tachaba de "sometida al régimen". Y justamente por eso "La Época" no prosperó. No se vendía. Finalmente, fue el propio Gobierno Militar el que impulsó una Carta Fundamental con plenas garantías de libertad política y sus Leyes complementarias sobre Partidos y Elecciones, complementando así las restantes libertades individuales con la de carácter político-partidista y electoral. Y por eso pudo llegar una plena democracia que rige hasta hoy y que fue establecida por el Gobierno Militar y no, como algunos repiten sin base, "conquistada" por sus adversarios.


Termina Teresa Marinovic su artículo diciendo: "El hecho es que la derecha, la derecha en ruinas, no ha querido (no hemos querido) dar una respuesta seria a esas preguntas".

Bueno, yo soy de derecha y las he procurado responder, creo, seriamente. He escrito libros que lo hacen parcialmente, como "La Verdad del Juicio a Pinochet", "Terapia para Cerebros Lavados" y, últimamente, "Ni Verdad Ni Reconciliación", que puede leerse, bajo el título de "El Libro de las Verdades Olvidadas", en este mismo blog, con fecha 10 de septiembre (en realidad, apareció el 11, pero este blog tiene el horario atrasado, no sé por qué). Más de tres mil personas ya lo han bajado a sus computadores y, supuestamente, leído, lo que no es frecuente para un libro chileno. También puede encontrarse, bajo el título de "Ni Verdad Ni Reconciliación", "en las buenas librerías". No ha tenido "lanzamiento" porque a estas alturas al lanzamiento de un libro que reivindique la verdad histórica no acudiría casi nadie, por miedo a la "funa" comunista. Y hasta ahora la prensa casi no lo ha mencionado ("La Tercera" sí, una vez).


El tema de fondo consiste en explicar por qué la derecha está "en ruinas", como dice Teresa Marinovic. Y yo creo que la razón ha sido que ella se hizo parte de un Gobierno que no la representa, ha traicionado la memoria de otro que sí la representó, ha contribuido a encarcelar ilegal e injustamente a los militares que la salvaron a ella y al país del totalitarismo y, en fin, porque retrocede constantemente ante la propaganda adversa, sin ser capaz de defender ni sus propias actuaciones ni sus propias ideas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario