La Presidente Michelle Bachelet y el Ministro
de Hacienda, Alberto Arenas, se reunieron la mañana del miércoles pasado en el
Palacio de La Moneda con el economista francés Thomas Piketty, inspirador de la
reforma tributaria propuesta por el Ejecutivo.
Piketty,
Paulmann, Ampuero y Lorca,
por Hermógenes Pérez de
Arce.
Por supuesto
que Piketty ha sido recibido con aplausos por el Gobierno, empeñado
precisamente en hacer lo que aquél recomienda: quitarles a los ricos para
darle, obvio, al mismo Gobierno. Es que, dice Piketty, la desigualdad entre
ricos y pobres va en aumento y, por tanto, hay que “bajar de los patines” a los
primeros. Claro que aconseja hacerlo en todo el mundo al mismo tiempo, porque
si no los ricos se cambian de país.
Yo no
necesitaba leer a Deirdre McCloskey (cosa que he hecho) para saber que Piketty
está equivocado. Me basta “circumspice”, “mirar alrededor”, como aconsejaba
Bernini cuando le preguntaban cuál era su obra arquitectónica. Miro alrededor y
veo a un Horst Paulmann, que tiene la misma edad mía, y se da el caso de que, a
los veinte años, por lo que he leído, teníamos más o menos lo mismo, es decir,
comparativamente poco dinero. Él y su hermano vendían productos de la tierra y
golosinas en un pequeño comercio del sur cuando yo me instalaba en un estudio
de abogados. Y resulta que actualmente él tiene una cantidad de millones de dólares
miles de veces mayor que la mía. Entonces ¿sirve la tesis de Piketty para
explicar esa diferencia? Nada. “No le apunta ni por las tapas”, como decimos en
buen chileno.
Manuel Lorca
Severino me ha convidado alguna vez a tomar té en los jardines de una casa suya
que fue de una familia Errázuriz, en Maipú, sobre una loma. Él le compró la
casa a esa familia. Manuel es hijo de un inquilino del ex fundo “Pajaritos”, de
Maipú, que fue atropellado y muerto por un camión hace sesenta años. Manuel tuvo
que trabajar la tierra como mediero para sostener a su familia y lo hizo tan
exitosamente que ahora tiene un par de fundos y me convida a tomar té en el
jardín de la casa de la familia Errázuriz, cuya tierra, entre otras, compró a
lo largo de cincuenta años ¿Sirve la tesis de Piketty para explicar eso? Para
nada. Según Piketty, la familia Errázuriz, ex dueña del jardín de Manuel, hoy
debería haber llegado a ser cada vez más rica y haber aumentado muchas veces su
patrimonio y su ingreso en relación al de Manuel. Y, sin embargo, ha sucedido
exactamente al revés.
¿Por qué?
Porque Piketty se ha olvidado, entre otras cosas, del “capital humano”, que es
el que explica por qué los patrimonios cambian de manos y las personas que lo
poseen obtienen ganancias muchas veces mayores que las que no. Y esas personas
pueden ser inicialmente pobres, pero inevitablemente terminan siendo muy ricas,
y cambian constantemente. Todos siempre lo hemos sabido. Cuando hace casi
sesenta años me incorporé como socio al Club de la Unión, algún socio mayor y
chistoso que le pedía al mozo, “Oye, González, tráeme un Tocornal reservado”,
pronosticaba que cincuenta años después los socios iban a pedir al mozo, “Oye,
Tocornal, tráeme un Yarur reservado”. Y hoy, transcurrido ese medio siglo,
nadie puede negar que mucho de lo descrito en su vaticinio se ha cumplido. Lo
malo es que Piketty no tiene idea de eso.
Malthus se
hizo más famoso que Piketty escribiendo 700 páginas para pronosticar que la
Humanidad se iba a morir de hambre porque la gente se iba a multiplicar en
proporción geométrica y los alimentos lo iban a hacer sólo en proporción
aritmética. Pero hoy un gran problema de la Humanidad es la obesidad, mayor que
el del hambre, que casi ha desaparecido. Bueno, es que Piketty también se ha
olvidado de la tecnología.
Karl Marx se
hizo, asimismo, más famoso que Piketty, pero hoy nadie lo toma en serio. Tengo
en mi oficina una caricatura suya diciéndole al mundo, “Sorry, guys, it was
just an idea…! (“Lo siento, muchachos, fue sólo una idea…”) Para saber qué tan
mala fue esa idea basta leer “Detrás del Muro”, de Roberto Ampuero, un entusiasta
idealista que formó parte de las Juventudes Comunistas y en 1973 se exilió en
Cuba y en Alemania Oriental. Su principal problema resultó siendo cómo salir de
detrás del Muro de Berlín e irse a ganar menos dinero y a carecer de las
garantías de subsistencia básica que le daba el comunismo, a cualquier país
occidental donde hubiera algún capitalismo explotador salvaje que le ofreciera
algo que en los paraísos socialistas no había podido encontrar: libertad.
Acá se están
ya aplicando las recetas de Piketty, partiendo por subir los impuestos y
suprimir variadas libertades personales, como lo estamos viendo en el trámite
de la Reforma Educacional, que terminará con nuestra libertad de enseñanza, la
misma que bajo el propio Gobierno Militar que la consagró les permitía a todos,
incluso a los comunistas y socialistas, fundar colegios y universidades
(Colegio Latinoamericano de Integración, Universidad Arcis).
Fuimos el
primer país que eligió democráticamente un gobierno marxista-leninista. Embobados
por libros como el de Piketty, estamos encaminados a reinstaurar un régimen
socialista. Es bueno que otro libro, como “Detrás del Muro”, compita en los
primeros lugares del ranking con el de Piketty, porque nos será útil saber cómo
salir del lugar a donde este último nos va a llevar. Recomiendo leer ambos,
aunque pronostico que ustedes sólo van a terminar el primero: de los que leen
el de Piketty en Kindle, ninguno ha pasado de la Introducción (26 páginas).
Parece
destinado a ser uno más de los libros famosos que nadie es capaz de terminar.
Pero, calma, tampoco importa terminarlo.
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