Cuándo
la Justicia se transforma en venganza esta simplemente ha dejado de
existir
para transformarse en un repugnante instrumento político con el que
se
busca terminar con la igualdad de los ciudadanos. La Justicia es la
gran
desaparecida
de nuestra democracia.
De
justicia a venganza,
por
Orlando Sáenz.
Cuando,
en 1989, fui candidato a Senador en las listas de la Concertación de
Partidos por la Democracia, hice del castigo a las violaciones de los
DD.HH. durante el régimen autoritario el motivo central de mi
modesta campaña. En esos tiempos se requería bastante valor para
hacer eso, ya que ese régimen autoritario todavía Gobernaba y le
dejaba a su sucesor un verdadero Estado dentro del Estado para
protegerse. Si yo hubiera sospechado que, un cuarto de siglo después,
el castigo a las violaciones de derechos humanos durante el período
del General Pinochet se iba a haber convertido de Justicia en
venganza, de noble imperativo ético a aprovechamiento político, mi
discurso habría sido otro.
Cuando
clamaba por justicia, estaban vivos todos los verdaderos culpables de
esos actos repudiables y estaban en sus puestos todos los Jueces que
habían sido, de alguna manera, cómplices por omisión de horrendos
crímenes. Un cuarto de siglo después, el arrastrar a Tribunales a
quienes fueron instrumentos de esos crímenes, obligados por la regla
de la obediencia debida, que es la norma fundamental de todos los
ejércitos del mundo, no solo dejó de ser Justicia, sino que cae de
lleno en la venganza institucional y en el aprovechamiento político.
De
solo pensar en lo que sería Europa si es que el criterio empleado en
Chile se hubiera aplicado a Alemania tras la Segunda Guerra Mundial,
o si se hubiera aplicado en España después de la Guerra Civil, me
pareció imposible que aquí se negara en algún momento el
exonerante moral de la obediencia debida. Los propios Jueces repiten
sin cesar que ellos aplican Leyes y no Justicia, y esa es una forma
de eludir responsabilidades bajo un pretexto que se parece mucho al
de la obediencia debida y, sin embargo, ninguno ha enfrentado los
castigos que hoy se les imponen a quienes fueron subalternos
obligados cuando ocurrieron los luctuosos sucesos.
Como
si esta feroz injusticia no fuera suficiente, los juicios actuales a
los militares están, en su mayoría, amparados por disposiciones
internacionales que Chile suscribió después de las circunstancias
que los provocan, con lo cual se está incurriendo en un vicio de
retroactividad que es rechazado en todas partes.
Lo
que hace aún más odiosa la caza de brujas con que hoy día el mundo
político se venga de las FF.AA. es la calidad moral de los motores
que la impulsan. El Partido Comunista es el más ortodoxo que va
quedando en el mundo y nunca levantó un dedo para protestar por las
monstruosas violaciones de los DD.HH. que han hecho del
marxismo-leninismo el mayor asesino de pueblos que reconoce la
historia de la humanidad. Es más, buena parte de sus dirigentes
vivieron en Rusia y avalaron con su representación tan horrendo
período. Jamás nadie en Chile ha visto al Partido Comunista
protestar por los crímenes de los regímenes afines que han
ensangrentado el mundo durante más de un siglo. Ver a ese partido
rasgando vestiduras por la impunidad de los subalternos de la
dictadura un cuarto de siglo después de la ocurrencia de los hechos
es algo que repugna.
A
la Presidente de la República la hemos oído exhortar reiteradamente
a los militares a abandonar supuestos pactos de silencio para
continuar con la caza de brujas, y jamás nadie la ha visto pedirles
a los comunistas esclarecimientos sobre el terrorismo en La
Araucanía, sobre el asesinato del Senador Jaime Guzmán o sobre la
muerte de los escoltas del General Pinochet el día del atentado en
su contra, en todos los cuales hay motivos más que suficientes para
suponer alto grado de conocimiento y de complicidad de quienes hoy
son sus compañeros de Gobierno.
Son
demasiadas las circunstancias que muestran cómo el tema de castigo a
la violación de derechos humanos durante la dictadura ha pasado de
Justicia a venganza y de preocupación ética a aprovechamiento
propagandístico y político de la extrema izquierda. Esas evidencias
son lo que ha transformado en sainete lo que fue la transición a un
régimen que hizo de la paz y reconciliación su lema y su admirable
propósito.
Lo
peor de todo es que en Chile abundan los que creen que todo esto no
ha afectado la moral y la adhesión de nuestras FF.AA. al sistema
democrático que tanto nos costó recuperar. Juzgan el silencio como
convicción y no se dan cuenta de que ese silencio se genera más en
el principio de la obediencia debida que en cualquier otra
consideración. En suma, el mismo principio que no han querido hacer
válido para estos procedimientos es el que hoy los protege del
resentimiento que cualquiera que se lo proponga puede detectar. La
verdad es que se ha creado un abismo de incomprensión y de
desencuentro entre la sociedad civil y el mundo militar y esa es una
situación que ningún país puede ignorar, sobre todo con los
problemas latentes de seguridad que afectan al nuestro.
Por
todo lo señalado es que se hace imperativo rectificar los términos
de la relación entre el mundo civil y el uniformado si es que
verdaderamente queremos una sociedad reconciliada en que sea posible
el "nunca más".
Nota
de la Redacción:
Aunque
no compartimos algunas de las apreciaciones de la historia reciente
con el señor Orlando Sáenz, creemos que su análisis sobre la
venganza zurda que se está aplicando a los ex Militares que debieron
enfrentar a la subversión roja es impecable y que no debe ser pasado
por alto por aquellos que creen que la verdadera Justicia es un valor
y pilar de la sociedad.
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