La Última Vuelta de
Tuerca del Desvarío,
por Hermógenes Pérez de
Arce.
El "Manifiesto Ante el Desvarío" del ex
marino y abogado Adolfo Paul Latorre resume la angustia de todo un sector de la
nacionalidad que ha visto derrumbarse uno a uno sus valores básicos. Cuando ya
creíamos que nada peor podía verse, nos encontramos hoy con un suelto de
crónica de "El Mercurio" que nos anuncia que ¡el Gobierno! se
querella ¡por "homicido calificado"! contra varios uniformados (r)
por la muerte de Miguel Enríquez, máximo Jefe del MIR, el 3 de octubre de 1974.
Con esto, ya Sebastián Piñera superará a Patricio Aylwin, en materia de vuelta de carnero frente al extremismo, lo que no era fácil de lograr. Bueno, ambos nacieron políticamente en la DC, especialista en tales acrobacias.
En los desesperados días de 1973, cuando era inminente el golpe totalitario, todos los demócratas clamaban por que los uniformados usaran sus armas. "Ustedes tienen las bayonetas, pero no las usan", le decía Frei Montalva a un General, y añadía: "Esto se arregla sólo con fusiles". Aylwin, el 11 de julio de 1973, en discurso en el Senado, llamaba a los militares a "poner término" a la situación existente. Todos sabíamos que se nos venía encima el régimen totalitario o, en el mejor de los casos, una sangrienta guerra civil. Los obispos advertían acerca de su inminencia.
En ese tiempo, la mayor amenaza la constituía la más fuerte de las organizaciones armadas ilegales encubiertas por el Gobierno de Salvador Allende: el MIR. Una asociación ilícita terrorista formada con el explícito fin de tomarse el poder por las armas. Cuando un regimiento se alzó el 29 de junio de 1973 por su cuenta, el Ministro del Interior, Carlos Prats, que ya en Moscú había prometido que, en caso de un alzamiento opositor, el Ejército entregaría armas al MIR, pedía telefónicamente a Andrés Pascal Allende, Jefe mirista y sobrino del Presidente, que usara sus armas contra los amotinados.
Después del 11 de septiembre la mayor amenaza contra la paz interna la representaba entonces el MIR. Éste estaba lejos de haber sido erradicado. Jóvenes oficiales asignados a la función de inteligencia trataban de averiguar los escondites de sus principales Jefes. Los mismos seguían cometiendo crímenes y perpetrando atentados. En un asalto a una oficina del Banco de Chile un heroico Agente, amenazado de muerte por Miguel Enríquez para que entregara las llaves de la caja fuerte, le había propinado a éste un golpe de puño tan eficaz que lo había derribado y dejado groggy. Enríquez les ordenó a sus secuaces matar al Agente, y lo llenaron de balas, pero éste sobrevivió y su heroísmo frustró el asalto al banco.
Un metódico Teniente, de nombre Miguel Krassnoff, durante 1974 reunió antecedentes hasta identificar una casa donde se ocultaba el cabecilla del MIR. Llegó a ella desprevenidamente, pero fue recibido con una lluvia de balas, de la cual lo salvó un Suboficial de carabineros que oyó amartillar los fusiles en el interior y empujó a Krassnoff a un lado. Éste pidió refuerzos, que llegaron, y gracias a los mismos se pudo enfrentar a los terroristas. Al cabo del combate, Enríquez resultó muerto. El Agente del banco al cual él había ordenado matar, sobrevivió, en cambio, aunque recibió numerosos balazos.
Bueno, los años han transcurrido, se ha cambiado la historia, los terroristas derrotados se han travestido de demócratas, se han apoderado del Poder Judicial y hasta ¡cuentan con el apoyo del Gobierno "de centro derecha"! ("risas en tribunas y galerías"). Y le ha correspondido a un Ministro del Interior que otrora fuera uno de los jóvenes UDI favoritos de Pinochet, Andrés Chadwick, promover ahora la "última vuelta de tuerca del desvarío". En efecto, el "Programa de Derechos Humanos" (léase "Programa de Persecución contra Militares") de Interior ha interpuesto querella por el "homicido calificado" de Miguel Enríquez. Más años de condena, que ya suman cadena perpetua y más, contra los militares que salvaron a Chile del terrorismo.
Las voces de los Frei Montalva y Aylwin Azócar, agradecidos en 1973 y 1974 y proclamando que los militares habían salvado a Chile, han sido ahogadas por la polvareda política. Los DC se cambiaron de bando una vez más y ahora castigan a los soldados a quienes otrora convocaron a combatir a los extremistas, mientras protegen e indemnizan a éstos.
La historia y la Justicia están en manos de la izquierda. El MIR devino "empresa", según dictamen de la Contraloría, tras haber sido asociación ilícita terrorista; sus caídos en la lucha subversiva ahora pasan a ser víctimas de "homicidio calificado", cuando fueron ellos quienes abrieron fuego contra las fuerzas armadas y éste les fue respondido.
Y la gran ironía es que el Gobierno "de centroderecha", cuyos hombres hicieron fortuna bajo el Gobierno Militar y colaboraron con éste, encabezan ahora la persecución contra los uniformados a los cuales Frei, Aylwin y, desde luego, toda la centroderecha, convocaron en 1973 y aplaudieron por lo que hicieron.
Este nuevo proceso se inserta en la etapa
iniciada por el comunismo con su reciente querella contra todos, incluidos
civiles, quienes apoyaron el Pronunciamiento. Es la última vuelta de tuerca del
desvarío que ha pasado por sobre la historia, la verdad, la moral, el derecho y
los hechos. Es el Chile de hoy, el de la falsificación histórica, del engaño,
del atropello del derecho. El Chile que premió al terrorismo y castigó a
quienes lo derrotaron. Un país irreconocible, en el cual cada día aporta un
dato nuevo para concluir que ha perdido la razón.
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